Cacería en los tiempos de la 4T
Para nadie es un secreto que AMLO ha utilizado el poder del Estado para amedrentar y perseguir a sus enemigos políticos. El primero fue Ricardo Anaya, quien después de haber sido el crítico más recio de AMLO, entre los candidatos presidenciales de 2018, hoy es prófugo de la justicia y perseguido por la FGR; después siguió la prensa opositora, a la que lo menos que le ha sucedido, es ser atacada de manera reiterada en las conferencias mañaneras del Presidente.
Hoy el nuevo perseguido es Alejandro Moreno (Alito), a quien casualmente no le habían encontrado indicio alguno de corrupción durante los primeros tres años de gobierno de López Obrador, tiempo durante el cual, coincidentemente, el PRI fue un satélite de morena en el Congreso; todas las grandes reformas durante el primer trienio salieron adelante gracias a la comparsa PRI-MOR. Era tal el servilismo de Alito con AMLO que se ganó el apodo de “AMLITO”
¿Existe una persecución política contra Anaya y Alito porque son incómodos para el régimen o se trata de una legítima investigación para hacer justicia y cumplir con la bandera de campaña de “acabar con la corrupción? Podrían ser ambas. Hay elementos que generan la duda razonable acerca del patrimonio de Alito y Anaya, pero no deja de llamar la atención que se persiga solo a los opositores ¿se investigó algo acerca del patrimonio de Bartlett después del bullicio inmobiliario en que estuvo envuelto? ¿ha dicho algo el Presidente acerca de los escandalosísimos audios del fiscal Gertz Manero?
Por supuesto, la narrativa de la persecución es de los perseguidos, mientras que la narrativa de la justicia pertenece al régimen; siempre sucede así, se trata ver quién gana la opinión pública, porque con el favor de esta, es más fácil proceder para cualquiera de las partes. Lamentablemente para Anaya y Alito, el Presidente mantiene un alto índice de aprobación y los elementos objetivos sobre su patrimonio no juegan a su favor.
Al paso que van, Alito y Anaya compartirán destino muy pronto; se ve venir la renuncia de aquel al PRI y su inmediato autoexilio del país, igual que lo hizo Anaya.
Apostilla: Ni piense usted que Peña Nieto pondrá un pie en la cárcel, el gobierno necesitaba una fuerte cortina de humo para disipar de la agenda pública el tema de la seguridad, que se había vuelto muy evidente en los días que precedieron la denuncia contra el ex Presidente; disipado el tema, no hay necesidad de volver a hablar de Peña, hasta que aparezca una nueva crisis en la 4T.