Campañas: No todo fue tiempo devorado
«La idea no reemplaza el trabajo. Y el trabajo no puede reemplazar o forzar la idea, como tampoco puede hacerlo la pasión»: Max Weber
El ruido, la estridencia escandalosa invadió las campañas, y sin embargo hubo y hay actores políticos que se han comportado tratando de hacer de ellas una oportunidad real de encuentro y diálogo ciudadano, con principios y credibilidad, aunque siendo parejos, todos y todas nos han quedado a deber. Solo queda para nosotros, ciudadanos de pie en la zona peatonal de la historia, decidir con verdadera reflexión y dar pasos cada vez más firmes para organizarnos socialmente, con partido o sin partido.
Ha sido tiempo de ruido, de culto a la personalidad, de detractores y diatribas, de debates que ni a debates llegaron sino a mera exposición de problemáticas y de esbozos de programas de solución. Temporada de decires y de tentativas y de tentadores que durante algunas semanas han pretendido convencernos de que les votemos. Un paréntesis, ojalá provechoso, dentro de una jornada de vida que atravesó igual por entre una edad larga e inusualmente difícil y pandémica.
Tiempo de conversiones y de presuntas redenciones, de decaimiento y esperanzas , de desesperanzas y de duelo que nos han traído hasta aquí, a este hoy del que al parecer queremos afianzarnos para caminar de nuevo hacia esa normalidad que justo era y es parte del problema. Así las cosas, aunque lo cierto sea que las pestes no acaban por desbordado optimismo, ni urgencias mercantiles ni buenos propósitos.
Se han dado propuestas inteligentes a las que sin embargo faltó concreción, metas, rutas, análisis a fondo, y solo queda esperar que lleguen a redondearse para formar parte de un programa de gobierno para la ciudad y sus zonas circundantes. Un programa que se la tome en serio porque los problemas del habitante común son muchos y vienen siendo cada día más serios. Vivimos en una ciudad que se expande más allá de sus potencialidades, y entonces también ahora y aquí es tiempo de preguntarnos; ¿hasta donde serán capaces de llegar nuestras potencias y así evitar un futuro colapso?
Parece también que en sus otras aristas las campañas han servido de algo y que no todo ha sido tiempo devorado. Dejan por lo menos una oportunidad de mostrar y de mostrarse por parte de los aspirantes, sus tesis, su experiencia, su trayectoria, su vocación en el servicio público, su capacidad de sumar, de convocar más allá de los colores, porque lo único cierto ahora es que lo que viene por delante requiere del consenso social más amplio y todas las voluntades empeñadas en salir de este atolladero, que no es cualquier atolladero.
Y es que solo así, mediante un consenso amplio y un trabajo organizado y constante -gane quien gane-, podremos en verdad zanjar obstáculos y emprender los nuevos desafíos, que son muchos y de distintos calibres, todos pesados. La polarización, las aventuras de fortuna y gloria personal deben ser cosa del pasado, aunque tratar de vencer esos vicios sea como enfrentarse a las muchas hidras. El futuro es hoy y lo que sigue, en subrayado, será cuesta arriba.
Tiempos difíciles donde la renovación debería ser la tarea esencial. El modelo de crecimiento de la ciudad y de la entidad no da para más, o nos ponemos a resolver entuertos o iremos sucumbiendo de a poco en poco como hasta ahora, y como dijo el poeta; “la ciudad se morirá conmigo”… Y se trata justo de vivir, de vivir de otra manera, racional, equitativa, digna, con entendimiento y colaboración, si es que todavía es posible.
A final de cuentas de eso se trata en la democracia, de disentir, de acordar y de avanzar. Sigue siendo la única forma política posible que puede albergar en su seno la pluralidad de propuestas de donde aflore algo positivo en una sociedad por definición compleja.
El asalto a las redes sociales
La adulación, el golpeteo de menos a más y las contumaces campañas de estiércol han proliferado en redes sociales, tomadas por toda clase de salteadores y anónimos personeros de espacios digitales donde lo más creíble es que justo están ahí, confirmando en el extremo más sórdido como el sentido social del periodismo puede convertirse, en parte considerable, en una extensión de los feroces tentáculos de los grupos de poder enquistados ya no solo en los partidos, sino en los negocios, en los confesionarios, en las recámaras y en las camas, atacando con todo para tratar de ordenar la agenda pública – la vida de todos, y el futuro de todos-, de acuerdo a sus intereses:
Es preocupante el desperdicio de espacios informativos que deberían contribuir al diálogo, la tolerancia, el análisis de nuestros graves problemas.Preocupante la ausencia de una obligada ética profesional del periodismo que satisfaga el derecho de la sociedad a recibir la mayor cantidad y calidad de información. Ética y normas que en más de un sentido son no solo aplicables a la actividad y los fines del periodismo, sino a todas las actividades públicas y sociales.
Esperemos que lo que quede en los oídos y la conciencia ciudadana, de todo lo que se ha dicho y ofrecido en la jornada electoral, se acerque a buscar aquello que sea creíble y pueda ser realizable. La suerte estará echada.
Publicado en “Hidrocálido” 26.05.2021