Chomsky: La conciencia crítica de Estados Unidos (1/2)
«El joven que en los años cincuenta deslumbró al mundo con la gramática generativa y sus universales, lejos de dormirse en las glorias del filósofo, optó por el movimiento continuo».
Hace tiempo que superó las barreras de la vanidad. No habla de su vida privada, no usa móvil y en un tiempo donde abunda lo líquido y hasta lo gaseoso, él representa lo sólido. Fue detenido por oponerse a la guerra de Vietnam, figuró en la lista negra de Richard Nixon, apoyó la publicación de los papeles del Pentágono y denunció la guerra sucia de Ronald Reagan, citando estos antecedentes inicia Jan Martínez Ahrens la previa de una entrevista con el filósofo y Linguista Noham Chomsky
Publicada hace algunos ayer en Babelia, la conversación del periodista de El País, no pierde actualidad, como no la pierde el conjunto de la monumental obra del filósofo, linguísitica e intelectual norteamericano quien a lo largo de 60 años no hay lucha que se le haya escapado. Igual defiende la causa kurda que el combate contra el cambio climático, así como pronto aparece en una manifestación de Occupy Movement como respaldo a los inmigrantes sin papeles.
«Inmerso en la agitación permanente, el joven que en los años cincuenta deslumbró al mundo con la gramática generativa y sus universales, lejos de dormirse en las glorias del filósofo, optó por el movimiento continuo».
A Chomsky (Filadelfia, 1928) el más destacado de los fundadores de la gramática transformacional-generativa, no le mportó que le acusasen de antiamericano o extremista. Él siempre ha seguido adelante, con las botas puestas, enfrentándose a los demonios del capitalismo. Ya sean los grandes bancos, los conglomerados militares o Donald Trump. Incombustible, una de sus últimas obra lo vuelve a confirmar. En Requiem por el sueños americano (editado por Sexto Piso), “la conciencia crítica de Estados Unidos” denuncia la obscena concentración de riqueza y poder que exhiben las democracias occidentales. El resultado son 168 páginas de Chomsky en estado puro. Vibrante y claro. Listo para el ataque. En un apretado resúmen de aquella entrevista (Noam Chomsky (“La gente ya no cree en los hechos”) dejo constancia de mi asombro, lealtad y admiración por el autor de textos fundamentales sobre el hombre y la sociedad moderna: Optimismo contra el desaliento. Sobre el capitalismo, el imperio y el cambio social, El miedo a la democracia, ¿Qué clase de criaturas somos?… Va,
Pregunta, Jan Martínez; —¿Se considera un radical?
R – Todos nos consideramos a nosotros mismos moderados y razonables.
P – Pues defínase ideológicamente.
R – Creo que toda autoridad tiene que justificarse. Que toda jerarquía es ilegítima hasta que no demuestre lo contrario. A veces, puede justificarse, pero la mayoría de las veces no. Y eso…, eso es anarquismo.
Una luz seca envuelve a Chomsky, después de 60 años dando lecciones en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), el profesor se ha venido a vivir a los confines del desierto de Sonora. En Tucson, a más de 4.200 kilómetros de Boston, ha abierto casa y estrenado despacho en el Departamento de Lingüística de la Universidad de Arizona. El centro es uno de los pocos puntos verdes de la abrasada ciudad. Fresnos, sauces, palmeras y nogales crecen en torno a un edificio de ladrillo rojo de 1904 donde todo queda pequeño, pero todo resulta acogedor. Por las paredes hay fotos de alumnos sonrientes, mapas de las poblaciones indígenas, estudios de fonética, carteles de actos culturales y, al fondo del pasillo, a mano derecha, el despacho del mayor lingüista vivo.
El lugar nada tiene que ver con el rompedor espacio de Frank Gehry que le daba cobijo en Boston. Aquí, apenas cabe una mesa de trabajo y otra para sentarse con dos o tres alumnos. Recién estrenada, la oficina de uno de los académicos más citados del siglo XX aún no tiene libros propios, y su principal punto de atención recae en dos ventanas que inundan de ámbar la estancia. A Chomsky, pantalones vaqueros, pelo largo y blanco, le gusta esa atmósfera cálida. La luz del desierto fue uno de los motivos que le hizo mudarse a Tucson. “Es seca y clara”, comenta. Su voz es grave y él deja que se pierda en los meandros de cada respuesta. Le gusta hablar con largueza. La prisa no va con él.
PREGUNTA. ¿Vivimos una época de desencanto?
R. Hace ya 40 años que el neoliberalismo, de la mano de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, asaltó el mundo. Y eso ha tenido un efecto. La concentración aguda de riqueza en manos privadas ha venido acompañada de una pérdida del poder de la población general. La gente se percibe menos representada y lleva una vida precaria con trabajos cada vez peores. El resultado es una mezcla de enfado, miedo y escapismo. Ya no se confía ni en los mismos hechos. Hay quien le llama populismo, pero en realidad es descrédito de las instituciones.
… Y si que se aprieta el espacio cuando hablamos de temas y personajes así. Continuamos la semana próxima. Cuidado con la tercera ola.
Publicado en “Hidrocálido”. 05.05.2021