EL DESFILE DEL 15. TEATRIO RITTUAL POLÍTICO CREADOR DEL SÍMBOLO DE LA GUARDIA NACIONAL.

EL DESFILE DEL 15. TEATRIO RITTUAL POLÍTICO CREADOR DEL SÍMBOLO DE LA GUARDIA NACIONAL.

El 15 y 16 de septiembre son días fundamentales en la historia de México. Se celebra el inicio de la Independencia y de hecho, el nacimiento de México; por eso hay una ceremonia ritual central y fundamental en nuestro país. La ceremonia tiene dos partes: el 15 en la noche se recuerda el Grito de Hidalgo en Dolores y el 16 hay un desfile militar ceremonial y esplendoroso.

El hecho es que en la celebración reciente, se utilizó la ceremonia ritual del desfile para tratar de convertir a la guardia nacional en un símbolo nacional y legitimar su inclusión a la Secretaría de Defensa Nacional y ponerla bajo mando militar.

Esta Reflexión tiene tres partes: en la Primera se recuerdan los conceptos de símbolo y ceremonia ritual. En la segunda, se aplican estos conceptos a los procesos políticos y en especial al caso mexicano. En la tercera, se usan estos conceptos para analizar lo sucedido en el desfile militar pasado, en especial la búsqueda de transformar en un símbolo a la Guardia Nacional.

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1. CONCEPTOS DE SÍMBOLO Y CEREMONIA RITUAL.

Se suele pensar equivocadamente que desde la edad moderna se han abandonado casi totalmente las relaciones rituales, míticas y simbólicas propias de las denominadas “sociedades atrasadas”. Es cierto que desde el siglo XVIII, la ciencia cobra importancia en muchos aspectos sociales, culturales, y políticos.; pero desde muchos aspectos, los ritos, los mitos y los símbolos, no sólo siguen vivos, sino que juegan un papel importante en nuestras sociedades. En esta REFLEXIÓN, se hablará de los rituales políticos a los cuales denominaré ceremonias-teatrales rituales políticas.

Primero expongo en forma muy resumida los conceptos de rito, mito y símbolo. Me basaré en varios autores, principalmente en Victor Turner, pero también en Marcel Eliade, M. Godelier, ClaudeLévi-Strauss y algunos otros. Una ceremonia es un acto en el cual se establecen papeles y comportamientos a individuos predeterminados que los deben realizar u actuar conforme a reglas preestablecidas con un objeto: recordar, honorar, etcétera. Un rito es una ceremonia basada en tradiciones y creencias, en la que se establece una relación con los seres del más allá con el objeto de honorarlos o hacerles una petición para arreglar problemas o disfunciones de este mundo; parte de asimetrías (problemas, enfermedades, disfunciones) para lograr simetrías. Siguiendo al antropólogo Rodrigo Díaz Cruz, es indispensable distinguir entre ritos que están en relación con seres del más allá, lo sagrado; de las ceremonias rituales que sólo tienen relación con lo profano. El antropólogo francés Marc Auge en su libro “Pour une anthropologie des mondes contemporains”, nos dice que los políticos hacen muchos ritos para promoverse a sí mismos y a sus ideas; para distinguir estos actos de los ritos (lo sagrado), de ceremonias rituales (lo profano); yo les llamaré a estos actos “ceremonia-teatral-ritual política”.

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Pondré unos ejemplos sencillos. Un rito es una misa; una celebración indígena para pedir lluvia; un matrimonio por la iglesia, un bautizo, etcétera. Un matrimonio civil es una ceremonia ritual; el matrimonio por la iglesia es ante Dios, lo sagrado, el civil es ante la ley, lo profano. Los reyes en occidente, juraban ante Dios (lo sagrado), los presidentes lo hacen ante el parlamento y la nación (lo profano). El rito o la ceremonia le dan emoción y vigor a la ceremonia. Por ejemplo, la ceremonia de paso en la cual se le otorga la licenciatura, maestría o doctorado a alguien, tiene un ceremonial con cierto fausto y mucha emoción y se sigue de acuerdo a ciertas reglas y conductas preestablecidas; entra un individuo y sale un licenciado, maestro o doctor. Algo similar pasa con los ritos de investidura, por ejemplo de sacerdotes o monjas o con las ceremonias de investidura en la toma de posesión de un cargo.

En forma sintética y desde mi punto de vista, puedo señalar que el concepto de símbolo es una imagen o palabra o signo, que implica una representación social central y fundamental o el reconocimiento de algo importante y además, genera emoción, memoria autobiográfica, identidad, ritualidad centro de referencia y reconocimiento; el símbolo suele surgir de ritos o de ceremonias rituales.

El mito es un relato ligado al rito. Todo rito y/o ceremonia se desarrolla dentro de un relato; el rito tiene reglas, pero en él, se representa un relato. Mito y rito forman un sistema complejo. El mito no es un relato cualquiera, cuando está ligado a un rito, es un relato que tiene contenido sagrado, es un relato clave para comunicarse con el más allá, con Dios o los dioses y con los santos. Los relatos de las ceremonias de investidura son los que guían y hacen comprender que aquel a quien se inviste tiene poder y merece respeto y/o obediencia; esto se da en las organizaciones civiles, de salud, de educación, las empresas y en las organizaciones políticas. El mito es un relato que conduce a una forma de ver y comprender al mundo y a la sociedad, es un relato que guía la manera de comportarse. Son relatos centrales que configuran la consciencia colectiva y estructuran la manera de concebir la vida, la sociedad y el poder y establecen la diferencia entre lo bueno y lo malo.

Los mitos ligados a los ritos son relatos en y sobre lo sagrado; los mitos que se relacionan a ceremonias rituales están ligados a lo profano. Ambos tienen su lógica. Hoy día hay relatos míticos profanos que tienen relación con el pensamiento científico, no son la ciencia, son relatos que toman elementos de la ciencia para darse validez y justificación; son relatos no científicos que usan a la ciencia pero que son muy diferentes de la ciencia de los científicos y de los libros de ciencia; este tipo de mitos tuvo mucho auge en el siglo XX; este tipo de relatos míticos son mucho más frecuentes en los relatos ideológicos, es decir, en aquellos que buscan la legitimación de un poder o de ideas políticas.

Los símbolos están íntimamente correlacionados con los ritos y los mitos. En general, son signos que contienen una semejanza metafórica con algo. Por ejemplo, “la Virgen María” hace referencia inmediata a la madre de Dios (en el cristianismo), y en el catolicismo a la virtud, al milagro y a la concepción de Cristo. Cristo evoca al Dios redentor; Alá, es el nombre de Dios para los mahometanos; el infierno, el lugar donde se purgan los pecados; los mandamientos marcan la diferencia entre el bien y el mal, etcétera. Desde el punto vista profano los símbolos son abundantes: la bandera, el himno, los héroes patrios, los monumentos y son lugares representativos de símbolos. Los símbolos tienen una fuerte carga emocional y conducen a cosmovisiones y deseos. Hay símbolos dominantes que son elementos centrales en la reflexión individual y colectiva y que además, configuran finalidades de la acción y del comportamiento.

2. MITOS, CEREMONIAS RITUALES Y SÍMBOLOS EN LA TEATRALIDAD POLÍTICA.

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Aclarado lo anterior, no es para nada extraño que los políticos en su lucha por el poder o por mantenerse en él, busquen generar mitos y símbolos que les den legitimidad, atracción de las masas, justifiquen sus acciones y provoque impulsos de acción a sus seguidores. Para que sus ideas, que los conducen en la lucha por el poder y tengan fuerza tienen que contener importantes elementos míticos y simbólicos, con contenido sagrado antes de la modernidad y con contenido profano hoy día. En muchos casos aún se usa una mezcla de mitos y símbolos profanos y sagrados.

Pero los mitos y los símbolos no existen por sí solos ya que están asociados a los ritos. Los ritos son necesarios al nacimiento y vigencia de los mitos y los símbolos, tanto en el caso sagrado como en el profano. De ahí nace el uso de los ritos en lo político siguiendo a Marc Auge y que yo he dominado ceremonias-teatrales rituales. En lo político, generalmente no son ceremonias comunes ya que para darles fuerza y emoción suelen tener un contenido teatral muy fuerte. En un mitin no únicamente cuentan los discursos que suelen contener componentes míticos y simbólicos, se busca una presentación teatral que le dé contenido ritual al mitin y por lo tanto, genere una emoción que no solo resalte los mitos y símbolos evocados, sino que el propio partido convocante y sus dirigentes se transformen en símbolos. Que sean integrantes de un discurso mítico. La teatralidad en lo político es un elemento esencial.

Hay muchos tipos de teatralidades, cada país y en cada uno de ellos, sus políticos de cualquier tendencia, usa su imaginación para establecer teatralidades que le den fuerza a sus ceremonias rituales. Los ritos, los mitos y los símbolos son una parte importante de los sistemas complejos adaptativos de la cultura, de la sociedad, de la economía y del poder.

Hay una diferencia importante entre los ritos y ceremonias normales y la teatralidad ceremonia política. Tradicionalmente los ritos y ceremonias partían de asimetrías es decir, de problemas y disfuncionamientos personales o sociales para buscar la simetría y el lazo social, curar una enfermedad o mantener el orden y la estabilidad social; las ceremonias teatrales rituales políticas, por el contrario buscan la asimetría, o sea, diferenciar el bueno y la buena concepción y orientación de la sociedad y cultura, pregonado por el o los (persona y/o partido) que realizan el teatro ritual de los otros, que se les presenta como los adversarios, los malos o incluso, los enemigos.

El teatro ritual político del PRI fue durante décadas muy fuerte y dominante, hoy su teatralidad ha perdido fuerza considerable.

Cada partido tiene su estilo de ceremonial teatral. Por estilo entiendo el conjunto de formas, ritmos y valores; la forma de hacer política y las ceremonias teatrales de presentarlas, los ritmos que llevan la teatralidad y los valores que se exaltan en ellas y que se busca convertir en símbolos. Los estilos son diferentes, pero la relación compleja rito, mito, símbolo se mantiene; diría Lévi-Strauss son “grupos de transformaciones” de una estructura. En México hoy, Las “mañaneras”, son muy fuertes y dominantes y marcan relatos míticos y símbolos.

En la Grecia antigua el demiurgo era un dios creador y un principio activo del universo. Nuestra tesis consiste en señalar que en forma semejante en México, el Presidente es un demiurgo, pero en cuya relación simbólica no se trata de un dios sino de un origen creador que no se encuentra ligado al universo sino a la estructura social mexicana, por eso, lo denominamos Demiurgo-Alma Social. No me refiero al Presidente mexicano como Demiurgo-Alma -Social, para el caso actual sino que, este simbolismo se generó desde el siglo XIX y se consolidó en el XX; de hecho casi todos los presidentes aspiran a serlo o en alguna medida lo han logrado.

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En términos simbólicos, al Presidente se le considera como: creador de riqueza y principio de cohesión, organización, orientación social es además, la fuente suprema de poder y el principio básico de identidad social.

Al igual que en multitud de pueblos primitivos y modernos de todo el mundo, en México se piensa que si la riqueza ó el PIB aumentan es por obra del Presidente; y por el contrario, si hay crisis, también la culpa fundamental también recae en la cabeza del ejecutivo.

Esta creencia tiene una doble fuente: por un lado, es correcto pensar que la política económica determinada por el Presidente tiene repercusiones reales en el funcionamiento de la economía y en la distribución de sus frutos, pero por el otro, estas repercusiones se tienden a exagerar en términos simbólicos hasta el grado de atribuirle a la persona del Presidente (y mucho más a su persona que a su política), el estado del funcionamiento de la economía. Los ciclos económicos no dependen de ningún presidente, tampoco las lluvias ni mucho menos el funcionamiento de la economía mundial. Además, las repercusiones del gasto público en la actividad global de la economía son limitadas, sin embargo, todo esto parece olvidarse cuando cotidianamente la publicidad oficial hace recaer en el Presidente todos los méritos de los éxitos económicos (en México se le atribuyen hasta las buenas cosechas cuando éstas provienen de un año agrícola en que llovió adecuadamente). Por el contrario, cuando la economía funciona mal, la oposición también señala que es el Presidente el culpable de todo, mientras que la publicidad oficial acusa a la situación internacional y/o a las lluvias.

En síntesis, en México vivimos simbólicamente a la economía como si solamente hubiese un único agente económico: el Presidente. De hecho, el ver a los reyes como únicas fuentes de la producción, son creencias con milenios de existencia en la historia humana.

Para los mexicanos el Presidente también es el principio clave de cohesión social. Se piensa que un buen Presidente conduce a la existencia de una sociedad que se integra adecuadamente y que un mal Presidente produce rupturas sociales. El principio de cohesión no se concibe interno a la sociedad sino que se vive como si la fuerza que integra a la sociedad fuese externa y proviniese de una sola persona: el Presidente. Es claro que el ver como ajeno lo que es interno (ya que la fuerza de integración social pertenece a la sociedad misma) implica que la sociedad se vea como ajena a sí misma, es decir, que se encuentra enajenada. Por eso el presidencialismo es uno de los componentes básicos de la enajenación social mexicana.

Pero la enajenación social va mucho más allá en virtud de que al presidente no solamente se le concibe como fuente de cohesión social, sino que se ve en él, el factor clave de la organización y de la orientación de la sociedad. A él se le atribuye la responsabilidad de que la sociedad se organice en todos los aspectos que incluye la organización, o sea, lo económico, lo político y lo social. De sus palabras se espera además, que surja la orientación y el camino que tome la sociedad en el futuro.

Para la mayoría de los mexicanos el poder no proviene de ellos mismos sino que el asiento del poder se encuentra en la Presidencia de la República y sólo de ella puede surgir. En la imaginería social y política, se piensa que si alguien tiene poder es porque directa o indirectamente, se lo otorgó el Presidente; por eso todos los que ejercen algún tipo de poder se sienten en deuda con él. Debe subrayarse que, el hecho de que todos los que tienen algún poder se sientan en condición de deudores con el Presidente, constituye una fuente enorme del poder presidencial.

Finalmente, la identidad social de todos los poderosos o de los que buscan el poder, se piensa que solamente proviene de lo que podríamos denominar «merced presidencial». Sólo los que tienen poder tienen existencia social válida y se cree que el poder únicamente lo otorga el presidente en turno. Así, en el mundo simbólico mexicano, la identidad social de todos los políticos la otorga el presidente. También la de los políticos de la oposición, puesto que su existencia política también depende de la posible importancia que les otorgue el Presidente. Siguiendo a Feuerbach, se puede decir que la esencia de la sociedad mexicana, se le exterioriza y se localiza en el estereotipo del presidencialismo; así, lo que pertenece a la sociedad se hace ajena a ella y cobra vida en el fetiche del presidencialismo el cual, regresa hacia la sociedad en términos de dominio. El presidencialismo es, desde este punto de vista, la enajenación de la sociedad mexicana.

El presidente es de esta manera, un Demiurgo-Alma Social, pero lo es en un país en el que predomina ampliamente una religión monoteísta; por eso (al igual que en las creencias místicas hay un solo dios) en las creencias laicas también se considera que solamente puede existir un solo demiurgo y que todos los demás políticos no pueden jugar dicho papel. Debido a esto, ni legalmente ni en la práctica política, existe un vicepresidente.

El antropólogo inglés Hocart nos dice que: «La organización humana refleja a la divina y viceversa». En México la organización política refleja a la de la Iglesia, tanto a las creencias que de ella emanan, cuanto a la organización interna de la misma. En ambos casos solamente puede existir una persona en la cumbre. Los nombramientos provienen de la misma cumbre y se otorgan por cooptación. Las dos instancias únicamente conciben una sola iglesia o en su caso un solo partido; se tolera la presencia de otras iglesias o partidos, pero se les considera de rango inferior (sectas, o partidos de oposición indignos del poder). En los dos casos hay un solo jefe y una sola creencia o ideología. Los obispados al igual que los secretarios de estado y gobernadores, tienen un poder efectivo, pero a éste se le considera dependiente del principio creador. Una es la religión de lo trascendente y lo divino, la otra es la religión de lo mundano, de lo inmanente. Para la primera hay un solo centro del equilibrio moral y social que es Dios, para la segunda que también es heredera de las creencias náhuatl del sol como centro del equilibrio cósmico, ve en el Presidente el centro del equilibrio social, económico, político e ideológico.

Las similitudes son muy fuertes ya que, incluso al Presidente, casi se le piensa tan infalible como el Papa. A los discursos presidenciales claves, la clase política los considera casi como el producto de una revelación que se debe admitir sin discusiones y en la cual, el error se supone que es imposible.

Podemos decir que, siguiendo a C. Lévi-Strauss, la estructura política es un grupo de transformaciones de la estructura religiosa.

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Las semejanzas en México entre religión y política no son casualidad. El cristianismo místico constituye una creencia muy arraigada en las profundidades del ser mexicano. Estas creencias forman lo que se denomina el inconsciente social y no es nada raro, que ellas mismas operen para dar organización y fundamento ideológico a lo político. Si no fuese así, lo político carecería de base simbólica y por lo tanto, el poder existente tendría muy poca fuerza. El viejo discurso anticlerical no era sino una máscara que encubría la semejanza estructural entre el poder político y religioso en México.

3. LA GUARDIA NACIONAL COMO UN SÍMBOLO.

La ceremonia ritual de la independencia, tiene dos partes, el 15 de septiembre en la noche con El Grito y el 16 con el desfile militar. La primera parte de la ceremonia ritual (El Grito), se mantuvo más o menos apegada a la tradición, no así la parte correspondiente al desfile la cual, desde mis análisis se dedicó a transformar a la Guardia Nacional en un símbolo.

En la ceremonia ritual que fue de una teatralidad espléndida, se incluyó una carpa al pié del Palacio Nacional, con varios discursos. Esta carpa no es habitual en mis recuerdos que son falibles. Primero habló la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, defendiendo la participación del ejército en labores policiales; luego los secretarios de Defensa y de Marina, los que defendieron a la Guardia Nacional, su labor y su incorporación a la SEDENA. Hubo después un discurso del Presidente AMLO del cual no me ocuparé.

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Hubo un espectáculo muy bien logrado de excelentes paracaídistas de la Guardia Nacional.

El desfile lo encabezó la Guardia Nacional, que desfiló con toda disciplina y cantó su himno. Desde mi punto de vista, el desfile de la Guardia Nacional fue el centro esencial de referencia significativa alrededor de la cual, giró toda la ceremonia ritual que se desarrolló con gran teatralidad.

No sé lo que significa la Guardia Nacional para la declaración de la Independencia o para la configuración de México como nación. Lo que sí quedó claro, es que se trató de convertir a la Guardia Nacional en un símbolo nacional como guardiana de la seguridad y como parte integrante del ejército mexicano; el hecho de ser el centro del desfile conmemorativo de la independencia tiende a transformar a la Guardia Nacional en ”símbolo nacional”.

La discusión próxima en el Senado sobre el alargamiento de cinco años más, bajo el mando militar, ya no se tratará de un cuerpo policial bajo mando militar, sino que, de aceptar o nó aceptar a la Guardia Nacional como símbolo clave de la nación mexicana. Lo mismo procederá con la Suprema Corte de Justicia no sólo se tendrá que estudiar el aspecto jurídico del caso sino de aceptar o rechazar a un símbolo nacional. Las repercusiones de la ceremonia ritual del 16 de septiembre pasado, son muy importantes.

Desde mi perspectiva, la lucha contra la criminalidad en México, requiere por el momento, la presencia de un cuerpo como la Guardia Nacional; pero su presencia debe ser temporal y ligada a una estrategia para construir una auténtica y eficaz policía nacional. Nada se ha dicho qué se va a hacer para la construcción de una policía nacional legal y eficaz; ni cómo se procedería, ni los tiempos, ni los recursos necesarios. El proceder por símbolos es muy inadecuado.

En la lucha contra la criminalidad el tener buen equipo, buenas armas, tener disciplina y marchar bonito, son cualidades convenientes pero absolutamente insuficientes para la lucha contra el crimen que tiene fuerza, organización y estrategia muy desarrolladas y eficaces; además de que cuenta con recursos económicos cuantiosos y una capacidad de corrupción considerable.

Toda estrategia requiere de conocer al enemigo contra el cual se va a luchar: su fuerza su localización geográfica, sus métodos, sus estrategias, sus capacidades, sus debilidades, etcétera. De nada de esto nos ha hablado el gobierno. Comprendo que no nos puedan dar toda la información, pero la parte que sí se pueda publicar. Si nada nos informan sobre dichos estudios es posible que no se hayan hecho o que sean insuficientes y mal elaborados.

No sólo se requiere conocer sino saber qué hacer, saber hacer y saber implementar. Una vez que se conoce al enemigo, hay que establecer una estrategia del qué hacer; dadas sus fuerzas y mis fuerzas, ¿Cómo voy a implementar mi acción?; es decir, implementar una estrategia. Dada la estrategia, debo de capacitar mis fuerzas para llevarla a cabo, e implementar un conjunto de tácticas para lograrla. Finalmente, debo tener la capacidad de implementar, o sea, poner en acción dichas fuerzas para lograr los objetivos deseados.

De nada de esto nos han hablado. Ni siquiera está claro que la militarización sea un mecanismo adecuado. Lo que sí es claro es que la militarización es un proceso peligroso para la democracia y la convivencia publica, social y política. Una militarización simbólica puede ser más peligrosa.

No voy de acuerdo con los partidos de oposición pues no nos presentan ningún análisis, ningún plan y ninguna estrategia. Desde mi punto de vista en el México actual, padecemos una clase política muy mediocre y en algunos casos corrupta.

Juan Castaingts Teillery

Profesor Investigador UAM-I

Juan Castaingts Teillery

Profesor Investigador UAM-I

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