El día que perdí la fe en la humanidad
[bctt tweet=»Déjeme enterrarlo solo por esta ocasión, le juro que el orden público no se alterará.» username=»crisolhoy»]
Su cadáver expuesto no merecía la compasión de nadie
Estaba tirado el cuerpo del pobre perro junto a unas personas indiferentes ante la escena. Los individuos esperaban cotidianamente su autobús.
Llevaba un poco de agua conmigo, así que decidí darle de beber al perro que respiraba con dificultad. El canino no pudo beber mi agua, murió; y la gente indiferente ya se había retirado cuando el perro callejero dejo de respirar.
Su cadáver expuesto no merecía la compasión de nadie. Lo intente arrastrar hacía un terreno con tierra y césped, pero el dueño me gritó: -¡quita esa basura de mi propiedad!-
Fue cuando entendí que hasta para enterrar un cuerpo se tiene que tener dinero, sin terrenos baldíos cerca; tendría que llevar el cuerpo sin vida, durante un largo trayecto para que el pobre perro tuviera una sola bondad de la humanidad, al menos después de muerto.
Cuando por fin encontré un lugar donde era posible cavar; inicié la labor con mis manos. La noche hacía su aparición en el firmamento. Pasaron un par de horas cuando antes de enterrar al pobre perro, un policía me pregunto con voz inquisitiva:
-¿Qué hace usted aquí a estas horas? Al escuchar una pregunta tan obvia, le respondí: -Enterrando al perro de nadie-.
-¿Sabe usted que no puede enterrar a su perro en vía pública?-, respondió con soberbia. – Pero es un perro vagabundo exclamé, acaba de morir-.
-Si no dejas de escarbar en vía pública te arrestaré-. Exclamó mientras movía torpemente sus manos.
-¿Entonces que hago con el perro? -Si no es tuyo, no entiendo para que haces todo esto-, respondió con sorna el oficial.
– Perdimos cualquier capacidad de compasión oficial, perdimos nuestra humanidad-, le decía mientras depositaba el cuerpo en el agujero . -Déjeme enterrarlo solo por esta ocasión, le juro que el orden público no se alterará.
Terminé de depositar la arena, desde una esquina contemple al oficial y a sus amigos riendo del funesto episodio ¿Qué clase de idiota busca dar digna sepultura a los perros de nadie? Supongo era el motivo de su risa.
Aquella noche camine a casa, vi incontables perros de nadie en el camino, con hambre, con mugre, abandonados, cojeando, parecía que recién salían de una batalla del siglo XVIII.
Había perdido fe en la humanidad, intuía que los perros tenían más bondad que los bípedos, había perdido la fe en un Dios antropomorfo; ahora estaba perdiendo mi fe en la humanidad.
Prosa escrita por «mi mismo»; extraida de la infame realidad cotidiana.