EL HOMBRE DE PLÁSTICO
Hace unos días fui con un compa a Asientos, pero los de Ibarra, viniendo desde Tepezalá, a arreglar un asunto que tenía en aquella demarcación. Cuando nos acercamos al cerro de Altamira quise fotografiarlo para dejar constancia del cerricidio que se está cometiendo con aquella altura aguascalentense. Así que nos estacionamos al margen de la carretera, en la salida de una curva.
Me bajé, atravesé el asfalto y busqué el encuadre mejor. En esas andaba, luchando por mantener el equilibrio en los desniveles propios del terreno, cuando advertí la presencia de una planta cactácea que, gente del asfalto citadino, nunca había visto. Según me explicó el especialista en temas vegetales, doctor Eugenio Pérez Molphe, era un Cylindropuntia, que en castilla significa cactus, que para el caso era pariente del nopal, mejor conocido en castilla de la calle como cardenche.
Por un momento mi curiosidad dejó de lado al cerro y se concentró en la plantita que yacía a mis pies. El suelo; suelo invernal, parecía tejido con líneas de pasto seco que se abrían paso entre las piedras, y entre ellas destacaba el cardenche, que semejaba un velero que enfrentaba perezosamente un mar relativamente revuelto, o un gran gusano que se afanaba en su mundo incomprensible. Tenía la forma de… Tenía una forma irregular, y según se viera, era más largo que ancho, o viceversa. Su superficie verde se insinuaba entre la maraña de espinas, pero estas eran tan tupidas, que aquella no se veía. Las espinas, que parecían palillos de dientes, así de blancas y gruesas, estaban organizadas en estrellas que desde luego tenían un centro y explotaban hacia los lados, y se encimaban unas con otras, hasta formar la maraña a que me refiero.
Semejante prodigio conmovió mi ánima, la majestad de aquel cardenche que vivía bajo las estrellas, en el aire, plantado en el suelo, tan frágil como hermoso, clamando urbi et orbi que el suelo está vivo, la Tierra, nuestra madre; una maravilla. Entonces me dispuse a fotografiarlo. En el momento de enfocar, reparé en la presencia, al lado, de una botella de plástico… Intenté hacerla a un lado para sacarla de mi encuadre, pero mis piernas titubearon, y en esas estaba cuando observé que a unos metros había otro de estos fabulosos vegetales. Entonces abandoné el primero y me dirigí al recién descubierto, sólo para constatar que, como en el otro, había también una botella de plástico al lado. Con esta conciencia en mente, observé las inmediaciones, sólo para comprobar, no sin una buena dosis de coraje y ganas de maldecir a alguien por semejante sacrilegio, que en el entorno abundaban estos objetos, y otros más, bolsas desechables, engendros del progreso.
Tengo por cierto que el camino más bonito de Aguascalientes; el más interesante, es precisamente ese, que comunica a Tepezalá con Asientos y Ciénega Grande, hasta topar con la carretera a Loreto, Zacatecas. Es el paisaje del semi desierto en todo su apogeo, el ascenso, la contemplación de los gigantes, las curvas, el hecho de ver cómo cambian los contornos de estas espléndidas alturas de piedra y follaje, los colores de estas arideces. Entonces, con semejante paisaje enfrente, ¿cómo es posible que haya gamberros que lo ensucien? ¡Ah, malditos! Muy católicos, muy católicos, y ensucian la obra de Dios.
En fin, que seguí mi camino, arreglé mi negocio, y para no regresar en blanco subí al cerrito que se yergue frente a la Casa de la Cultura, ahí en la entrada al poblado. Subí hasta la capillita, en busca de una belleza que latía en mi recuerdo, conformada por el paisaje, las cumbres de la Sierra de Tepezalá, el pueblo de Asientos, el Valle de Loreto, y hasta el cerro de Juan Grande, en El Llano, una maravilla… Y la misma basura por todas partes, botellas de plástico, envolturas de dulces, de botanas, papeles…
Quienes han seguido los pasos del hombre desde que se alzó de sus cuatro patas y convirtió dos de ellas en herramientas; en manos; desde que bajó de los árboles y articuló sus primeros pensamientos, le han dado un nombre determinado, de acuerdo con sus características. Me parece que la más antigua es, precisamente, homo erectus. Luego vinieron el homo faver, homo habilis, floresiensis, naledi, ludens, hasta llegar al sapiens, que disque somos nosotros, mas creo que en rigor más bien somos, estúpidamente, el homo plasticus, el hombre de plástico, un virus para el pobre planeta, la Madre Tierra, nosotros, la pandemia mayor, el suicidio industrializado y progresista.
Recuerdo esto porque en la Casa de la Cultura de Aguascalientes puede visitarse la exposición Plástico Silvestre, del artista plástico Diego Martín Clemente –el hombre de los tres nombres-, que constituye una denuncia artística de una situación que poco a poco nos está asfixiando, y que pone de manifiesto que el hombre, nosotros, se ha convertido en un virus letal para el planeta, que se agrava día con día.
Veo las piezas que componen la muestra: mar, colibrí y el hombre, y recuerdo otra de hace unos años, de Arturo Revilla Pérez, la Nube Pet, que se instaló en primer patio del edificio central de la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Se trata de artistas que están abriendo una nueva dimensión de las artes visuales, que utiliza nuevas técnicas; nuevos materiales, por lo menos en este ámbito de las artes plásticas.
El colibrí es un ave cuyo plumaje está hecho con tiras de plástico de bolsas que se pueden mimetizar en el medio ambiente. En el mar un cubo da cuenta de como se encuentra el fondo marino, con la basura. De hecho existen cinco concentraciones de basura en los océanos, denominadas “islas de basura”. En los últimos 15 años se ha producido más del 50% del plástico existente y sólo se recicla 5%.
Diego me explica su pieza Omen, tejida con tiras de plástico, y recuerda que en la antigua Grecia, en las esculturas masculinas el sexo aparecía pequeño, porque los griegos tenían el dominio de sí mismos; no se dejaban llevar por los vicios, que es lo que hace el hombre, y que se pone de manifiesto en este Homo Plasticus. La pieza no tiene un rostro porque es cualquier persona; usted o yo.
Por cierto que la exposición incluye un código qr., que permite acceder a otras obras del artista. Aparte está su página en Instagram martinclementeartista,por si gusta ver otras piezas.
La exposición mantendrá su vigencia hasta fines de mes. (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com).