El niño malabarista del semáforo
Eleva sus esferas de espuma como si fueran mundos en sus manos mientras otra niña danza alrededor de él, no cuentan con más de diez años de existir pero ambos saben que nacieron arrojados y abandonados, no les importan a sus padres y tampoco al mundo.
El señor de la camioneta con cara de asco les niega una cooperación porque piensa que no quieren trabajar, la señora del auto de lujo sube su ventana con repulsión cuando se aproximan los necesitados a pedir una moneda por el espectáculo; para tantos humanos limpios y perfumados que perdieron su humanidad en algún centro comercial, los desposeídos y desgraciados sólo hacen feo y sucio el paisaje, les dan tanta importancia como a una mosca o un mosquito.
Nadie le cooperó al niño malabarista a pesar de que sus 4 esferas pasaban por sus manos como si fuera Dios jugando con planetas, su hermana danzante lamenta la mala suerte.
Les doy una moneda y les pregunto por su opinión de la sociedad.
Ellos me responden que a los normales no les importa su abandono, que están dispuestos a luchar por su existencia más que cualquier sujeto adaptado al sistema laboral; la ciudad les parece una selva, afirman los tigres tienen más compasión que los ricos, y que Dios es un niño malabarista que trabaja en alguna esquina del universo infinito y tiró su pelota llamada tierra a la basura, la abandonó por despreciar a casi todas las criaturas bípedas que habitaban en esa circunferencia.