ENTREVISTA CON EL PINTOR OSWALDO BARRA CUNNINGHAM 5/8
No me gusta hablar de mi obra porque creo que ésta, si está bien hecha debe hablar por sí misma. En el caso de los murales del Palacio de Gobierno, fue la prensa la que, al atacarme, hizo una explicación magnífica de los éstos. Solamente que ellos veían en negro lo que a mí me parecía blanco. Para mí como pintor, es una satisfacción que si se pinta con la intención de expresar algo; se desea que este algo llegue, y sí, les llegó. Luego sucede que se desea expresar una cosa y le entienden otra, entonces se peca de falta de claridad.
Debo decir que pese a todas las críticas, jamás fui molestado mientras trabajaba. Es cierto que hubo llamadas anónimas en las que se me amenazaba de muerte pero nunca hubo problemas. En ese tiempo, las puertas del palacio no se cerraban; permanecían abiertas toda la noche. Entonces yo pintaba ayudándome con la luz de un foco, y pintaba mucho más de noche que ahora. Pintar de día es lo ideal, por la luz, pero las más grandes pinturas de la humanidad fueron hechas en cuevas o catedrales oscuras y son maravillosas y fueron alumbradas por lamparitas de aceite.
Trabajaba de noche y sentía escalofríos, como si alguien viniera a dispararme. Claro, posiblemente los nervios me traicionaban, aunque nunca hubo una agresión personal.
Otro motivo de crítica se presentó cuando estaba por concluir el trabajo. Yo tenía un problema de tipo plástico. A mí me habían impresionado un par de balcones que están sostenidos por dos columnas. Se encuentran en la Casa de la Cultura y el Palacio de Gobierno y me llamaron la atención porque constituyen un estilo arquitectónico que yo no había visto. Por lo tanto, quise pintar esto. Entonces pinté un balcón. Sin embargo en la composición yo tenía el problema de pintar algo que no se empequeñeciera frente a las otras figuras grandes de los personajes importantes de la historia local: Pedro De Alba, Guadalupe Posada, Jesús Díaz de León, Saturnino Herrán, Jesús Contreras y todas las grandes figuras de Aguascalientes, hayan nacido aquí o no. Entonces se me ocurrió que valía la pena aprovechar ese pequeño espacio para hacer un agradecimiento. Así como cualquier escritor agradece el apoyo que ha recibido, ya sea al principio o al final del libro que ha escrito, así quise yo hacerlo plásticamente y pinté en ese balcón al gobernador, a don Alejandro, a Víctor Sandoval y a Salvador Gallardo Topete. Hasta yo me pinté ahí, era como un asomarse a la historia nacional.
Esto le caló a mucha gente y provocó muchos ataques, pero yo considero que estaba en mi derecho de hacerlo.
Sin embargo no todo fueron ataques. También recibí manifestaciones de apoyo y aprecio, sobre todo de los estudiantes del Instituto Autónomo de Ciencias y Tecnologías y del magisterio, y hubo varios casos muy hermosos de personas que al verme me manifestaron su aprecio, y que yo agradezco.
A propósito de los agradecimientos, la realización de este mural implicó la realización de cierto trabajo marginal que me permitió enterarme de cómo era Aguascalientes. Cuando comencé a trabajar en el mural yo tuve que recurrir, desde luego, a las personas que supieran sobre la historia de Aguascalientes. Todos a quienes pregunté coincidieron en un solo nombre: el profesor Alejandro Topete del Valle.
Don Alejandro me ayudó mucho y en aquello en que yo tenía duda; que no me llenaba, lo consultaba con dos poetas: Salvador Gallardo Dávalos y Víctor Sandoval. A estas personas yo les debo el conocimiento de la historia de Aguascalientes y claro, también hubo preguntas y respuestas de otras personas, pero en menor escala.
Además me ayudó el hecho de que yo me metía en todas partes. Iba a los templos, a los mercados, a la sierra, en fin, a donde pude. Ese mural encierra muchas excursiones y paseos para conocer el estado.
En el mural aparece el general Francisco Villa en dos ocasiones. La cuestión es la siguiente: lo que pasa por los sentidos es muy difícil de explicar con palabras pero en relación al general Villa se habla mucho de una doble personalidad. Se decía que daba una batalla aquí y de repente aparecía peleando en otro lugar. Se le veía aquí y desaparecía para no encontrarlo sino hasta el día siguiente. Nadie sabía donde dormía y además se trata de un personaje al que hasta hace poco se le comienzan a reconocer sus méritos, porque para algunos pocos intelectuales o gente bien, Villa no pasaba de ser un roba vacas.
En relación a la Iglesia y los jóvenes, como ya dije, yo nací en la orilla de un gran río. En él murieron ahogados muchos compañeros míos. Era el único lugar donde podía uno bañarse ya que no había albercas. Entonces, a mí me sorprendió la Casa de la Juventud en la que pintamos el primer mural y pensé que si en mi pueblo hubiera habido un lugar como ése, muchos de mis amigos no hubieran muerto, y más me sorprendió el saber que la Iglesia, primero en Guadalajara, excomulgaba a todos los asistentes a las Casas de la Juventud, y luego la Iglesia de Aguascalientes se hizo eco de esta pastoral… (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com).