Ese es mi personaje
Tan pronto subió al auto el anónimo y acicalado bípedo, parecía mi futuro había abordado un taxi colectivo en la ciudad de Puebla, subió a al auto sin saludar, ese era mi personaje que me hacía escribir después de pasar semanas sin nada que decir.
El anciano tenía corbata negra, reloj de pulsera, su cabello largo y relamido, era increíblemente enjuto; por su vestimenta uniformada, y su lugar de destino, supuse que su oficio era empaquetar mercancías en los súper mercados.
El hombre durante todo el trayecto se dedicó a mirar el desolado paisaje de antenas y de cables repleto de personas, todo era silencio en el auto.
-¿Cómo diablos se aferra a la vida? Debe ser infame acomodar bolsas-, fue lo que pensé mientras sentía el vértigo del miedo recorrer mis venas.
El anciano respiraba con dificultad, no sonreía, la vida parecía le resultaba insoportable, ¡Y como no le iba a resultar infame, si no se cuanto tiempo llevaba empaquetado mercancías en el supermercado!
Fue entonces que entendí lo funesto de mi futuro, mis trabajos eran como el que tenía aquel hombre; trabajos que nadie quiere hacer, trabajos que uno es obligado irremediablemente a hacer, no existe ningún verdugo visible azotándonos la espalda, el tirano es invisible, nadie aparentemente nos obliga a nada, eh aquí la siniestra trampa.
Esta vida no se hizo para disfrutarla, la vida está diseñada para el trabajo y la esclavitud en las ciudades, la vida está diseñada para la servidumbre ¿Cuál libertad tiene un anciano que diario va a empaquetar mercancías? ¿Quién le robó su alegría? ¿Qué carcelero le dijo burlonamente que nunca saldría de esta está prisión sin muros?.
El trayecto finalizó, el anciano camino encorvado hacia el supermercado, yo fui a otra oficina preguntándome sobre el anciano.
¿Cómo llegamos a decirle libertad a esto? ¿Cómo se redujo el espíritu del hombre a consumir y trabajar? ¿Por qué nos seguimos aferrando a esta vida a pesar de todo lo anterior? ¿Quién nos robó la sonrisa?