Hibridación democracia y oligarquía
En palabras de Máiz: “La nación no [es] una comunidad orgánica sino una sociedad definida a partir de las relaciones sociales de producción emergente, como el conjunto de individuos inmerso en la producción y el intercambio, el orden de lo privado sobre el que se alza la esfera de lo político, el Estado como instancia monopolizadora del poder político… [pero] el Estado constitucional basado en la limitación jurídica del poder y en la división de poderes”. (La idea de Nación en Sieyés).
El liberalismo restringe el poder político “a los intereses colectivos y ajeno a los intereses privados de los individuos”. Esto es, vela por “el interés general” y garantiza la propiedad. El control de los poderes del Estado bajo la idea de soberanía nacional apunta hacia la elección bajo el principio de la mayoría y la representación (Sieyés). La soberanía es el poder constituyente que impide tanto la “insurrección permanente” como la “interpretación discrecional por sedicentes representantes del pueblo”. (Máiz) La elección es un derecho del ciudadano, quien, mediante la participación, la deliberación y el sufragio, confía el ejercicio del poder en el representante, sujeto a la ley. No delega soberanía sino representación.
Las reflexiones de Sieyés (la nación como una “agrupación de productores”) son la expresión ideológica y política de los intereses de la burguesía de Francia, que en el curso de la Revolución de 1789 aprovechó los afanes reivindicatorios del pueblo para impulsar las bases del Estado capitalista. Sieyés, de hecho, participó en el golpe de Estado de Napoleón (formó parte del triunvirato y del consulado) para acabar con la anarquía de la “época del terror” e imponer el ascenso de la burguesía francesa.
Explícitamente se refiere a la problemática política como conflicto de intereses de cada clase social, los intereses corporativos y el interés nacional. “No es la diferencia de profesiones, ni la de fortunas, ni la educación en las que dividen a los hombres, sino la de intereses”. (¿Qué es el tercer estado, P. 22)
Según Joel Flores Rentería (El gobierno representativo, UAM, 2013), para Sieyés el gobierno representativo, producto de la evolución de los Estados modernos, “no es una democracia, pero tampoco es incompatible con ella ni constituye su negación; es un gobierno mixto donde confluyen instituciones oligárquicas y democráticas. Toma de la oligarquía el deseo de acumular riqueza ilimitada, la pasión por la ganancia, que convirtió al mercado en el intermediario de las relaciones sociales, políticas y económicas; de la democracia la igualdad jurídica entre los ciudadanos y la libertad, pero eleva al individuo a la calidad de ciudadano, universalizando la libertad y la igualdad… […] Se establece una igualdad jurídica, pero se conservan las otras desigualdades existentes…” (P. 2)
En la crítica a los planteamientos de Sieyés, JFR señala que la sola igualdad jurídica impone “un orden social contradictorio, pues la igualdad que se establece se refiere únicamente a los fines; es decir, el ejercicio de los cargos públicos… Todos tienen el derecho a participar del gobierno, mas no todos cuentan con los medios para hacerlo”. Aquí entra la cuestión de la riqueza y del nivel de instrucción.
Raúl Cardiel Reyes (“Estudio preliminar”, UNAM/FCPYS, 1989), subraya que Sieyés admite que el poder político reside en el dinero y en el ejército. “La asamblea nacional debe controlar los impuestos, hacerlos anuales… El dinero deja de ser únicamente medio para facilitar el intercambio comercial y se convierte también en el medio legítimo para acceder a los cargos públicos. Los poderes político y económico se fusionan en el gobierno representativo, alejándolo de la democracia para convertirlo en una especie de oligarquía”. Subrayado mío. (P. 7)
El gobierno representativo, según Sieyés, genera necesariamente la división del trabajo en el ámbito político y en el gobierno, “la política como una profesión más”. Con ello sienta el precedente de las teorías posteriores acerca de la clase política (Gaetano Mosca) y la tercera clase (Nicos Poulantzas).
El Estado moderno convierte a la ganancia en principio político (“La cuestión del veto real”, David Pantoja Morán, citado por JFR, p. 4). Para Sieyés “en el gobierno representativo se unen la libertad y la propiedad, cual si fueran caras distintas de una misma moneda… devienen pilares fundacionales del gobierno representativo” (Sieyés, “Ensayo sobre los privilegios”, citado por JFR).
Asumir cargos públicos implica, por ello, dos capacidades: instrucción y dinero. “De manera especial este último”. El dinero no sólo es medio para el intercambio comercial sino además “medio legítimo para acceder a los cargos públicos”. Concluyo: alteración de la representación política por la audacia del poder pecuniario.