Perspectiva del instante

Desde lo alto, el murmullo se convierte en bullicio. El caos del movimiento se ordena en armonía. La plaza de Morelia, Michoacán, adornada con tapetes coloridos y figuras que celebran la vida en su tránsito hacia la muerte, se despliega como un tapiz en calma. Hay una danza invisible entre luces cálidas, árboles simétricos y pasos apurados. El tiempo parece detenerse.
El instante capturado por la cámara —mí fiel acompañante— el día 1 de noviembre de 2022 nos recuerda que, cuando elevamos la mirada, el mundo se acomoda de otra forma. La distancia otorga equilibrio. Aquello que desde el suelo parecía desordenado, desde esta altura cobra sentido. Lo cotidiano se vuelve admirable. Una pareja sentada bajo la sombra. Los niños corriendo entre bancas. El aroma implícito de esquites y pan de muerto que flota en la memoria.
Quizá por eso contemplar desde lo alto no es solamente ver desde arriba, sino ver más allá. Porque en cada banca ocupada hay una historia, y en cada sombra una pausa. Las luces anaranjadas no solo iluminan caminos, sino también evocan recuerdos. Hay un niño que juega con burbujas, ajeno a la solemnidad del día; hay una mujer que observa los altares, como si buscara en los rastros de alguien que fue parte de su alma.
En el corazón de esta escena se revela una paradoja. Mientras el mundo celebra la muerte, la vida se escurre entre los pasos del diario andar. Y eso la hace más valiosa. No se trata de buscar momentos extraordinarios, sino de aprender a descubrir lo extraordinario en los momentos que otros pasan de largo. La sencillez no es falta de profundidad, sino la forma más pura de sabiduría.
Cada árbol podado con esmero, cada farol encendido, cada conversación que se pierde en la brisa de la tarde, aporta su nota a esta sinfonía urbana. Y aunque la imagen quedó inmortalizada en un segundo. Su eco permanece. Lo efímero se transforma en recuerdo.

Así, este fragmento visual nos invita a vivir con más atención, a alejarnos de la prisa y redescubrir el valor de lo pequeño, porque la belleza no está en lo grandioso, sino en la forma en que aprendemos a mirar todo el entorno.
Más allá de la mirada: En el centro de Morelia, cada noviembre se colocan tapetes artesanales con flores, aserrín y pigmentos naturales que representan escenas tradicionales del Día de Muertos.
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