Historias extraordinarias y ordinarias; enfermedad, peste, injusticia y bárbaro tiempo

Historias extraordinarias y ordinarias; enfermedad, peste, injusticia y bárbaro tiempo

Historias extraordinarias y ordinarias; enfermedad, peste, injusticia y bárbaro tiempo

Todo parece engañoso dentro de este ambiente navideño que para desgracia nuestra no es parte de una navidad más, sino de un relato de angustias y presagios, malos presagios para colmo, y aún así no queda de otra más que sostener la razonada esperanza de que saldremos a flote, a flote si, porque de alguna manera el viaje de vida ha naufragado ante la peste mundial que no es otra que consecuencia de nuestros olvidos y de nuestros agravios, con los demás, con nosotros mismos, contra la naturaleza. «Quien siembra vientos cosecha tempestades», dice la vieja Biblia.

[bctt tweet=»Historias extraordinarias e historias ordinarias; enfermedad, peste, injusticia, bárbaro tiempo sin compasión» username=»crisolhoy»]

El cuento que puede llegar a ser la más luminosa de las ficciones, se nos ha vuelto una narración por demás realista donde los sucesos y los deseos ficticios o de carácter fantástico nos vuelven a los ambientes sórdidos de las “Historias Extraodinarias” de Poe, nuestro gran poeta  muerto, quizá de frío, en un invierno inclemente y prematuro de octubre en 1849,  con sus  pulmones y su corazón  atosigados por las piedras de la indiferencia social, quizá reventados por el alcohol o el laúdano, o tal vez ambos. Quizá abatido por la inhalación de monóxido de carbono de la leña ingrata usada para calentar su precaria vivienda, quizá por todos esos males y otros más, y si, las versiones son varias, pero lo cierto es que hay a final de cuentas y de cuentos, hay muertes y enfemedades que no alcanzan a ser detectadas en los laboratorios, por que la soledad, la angustia, el hambre, la desesperanza, no pueden ser detectadas por los rayos X.

Si de cuentos vamos, lo de Dickens es por ahora una mera nostalgia que ha quedado para otros  días, ahora que atravesamos días lentos y desgracias veloces y todo esto, en las calles y en las casas o en los recovecos inumerables de esta ciudad sin nombres y casi sin memoria, se ha convertido en un relato vívido lleno de contrastes, contrariedades y contradicciones, pero más allá un cuento a la manera de los sabios proverbios; ahora podremos ver y lamentar de cerca, quizá muy de cerca, esa expresión que palabras más o  palabras menos, nos dice que si  que los resultados son negativos, estos solo pueden ser así porque son la suma de acciones mal encaminadas. 

La pandemia en todo caso parece con navidad o sin ella el cuento de nunca acabar, porque lo que pasamos ahora además de los sabidos riesgos que están por todos lados, o casi, por un proceso de galopante incertidumbre, que avanza, en la medida en que adquirimos conciencia de la gravedad del momento -del momento histórico-, lo que significa tomar conciencia de la pavorosa indiferencia y falta de solidaridad, de humanidad misma, de los más, entre esta población que nos acompaña y acompañamos en las jornadas cotidianas de esta ciudad, también ya casi sin edad y quizá con el tiempo contado.  Es la ciudad en que hemos encanecido, estos espacios clausurados por el maltiempo, oficialmente o no. Lo nuestro que era y es de todos pero que cuando esto amaine ya no nos permitirá reunirnos con nuestros amigos y amigas, que se han ido, como en el poema de Homero Aridjis; «ascendiendo ventanas periódicas y estrellas».

Cuento, poema, tesis, metáfora, historia, mito, mito del mito, es también La Odisea Homérica y la nuestra, ayer, hoy mañana.  Esta deberá ser nuestra nueva síntesis para caminar y para que no olvidemos el camino. Nuestra síntesis deberá ser regresar a donde se haya de regresar y seguir  por donde se deba proseguir, pero antes vencer a los monstruos de todos los mares, de todas las tierras, de todas las patrias venerables. Conmovernos con la suerte de Ulises y sus hombres, y sus mujeres, tejiendo día a día bajo el ventanal de sol de la esperanza -otra vez la esperanza-, y noche a noche deshaciendo el acecho, alumbradas por la luz palideciente de la muerte.

Historias extraordinarias e historias ordinarias; enfermedad, peste, injusticia, bárbaro tiempo sin compasión, dureza del mundo, perseguidos, exiliados, repatriados, náufragos de la vida, deshauciados, depauperados, y el barco que avanza con su penúltima soplo de esperanza pandórica, buscando corrientes menos bravas. Todo parece engañoso, las maderas  de la nave crujen atravesando las aguas de invierno: «Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada»…

¿Cómo seguir estas navegaciones? si Itaca y aún la misma Troya no aparecen en ninguno de nuestros mapas, ya escritos por el sol fosfórico o por los cuarzos casi invencibles.

Síntesis del regreso que no ha acabado, historia de islas y edades fantasmagóricas y mares donde las sirenas con su canto dulce, violáceo, carnoso, sexual,  arrebatan aún el juicio a hombres o mujeres por igual. Esto será parte del viaje. Eros y Tanatos, y la Resistencia más sólida que nunca ante la tempestad devoradora. 

Hasta llegar a otros días menos aciagos, a días y horas para llenar nuestros espacios compartidos, ahora intransitables, de un aire certero e imbatible. Este es el cuento de navidad y próspero año. Esto el camino, propongo. No hay otro camino más que batallar y vencer. Lo mejor, lo deseable dentro de lo posible. 

Publicado en “Hidrocálido” 23.12.2020

Armando Alonso de Alba

Poeta y periodista hidrocálido.

Armando Alonso de Alba

Poeta y periodista hidrocálido.

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