¿Jornada laboral = productividad?

¿Jornada laboral = productividad?

Como es de muchos conocido, el pasado diez de agosto, el Senador Ricardo Velázquez Meza, legislador de Baja California Sur por Morena, presentó ante la Comisión Permanente del Congreso de la Unión una iniciativa para reformar el artículo 61 de la Ley Federal del Trabajo, con el único propósito de reducir a seis el máximo de horas diarias de trabajo en cualquiera de las tres jornadas previstas por la misma Ley en el artículo previo, las cuales son la diurna, nocturna y mixta.

Más allá de que dicha iniciativa obedece evidentemente a motivaciones políticas, muy socorridas en los tiempos presentes, y de que la misma adolece de una argumentación y estructura adecuadas, producto de su deficiente técnica legislativa, me parece que pone en la mesa una propuesta que amerita un análisis de fondo y no a la ligera, como muchos sectores de la sociedad han pretendido hacer, empezando por el empresarial. Tal vez sea un tema que deba ser discutido y, por ende, incorporado seriamente como parte de la agenda pública nacional.

Partamos del reconocimiento de que un elevado número de horas laboradas no se traducen necesariamente en alta productividad y el mejor ejemplo de ello es el caso de nuestro país. Hago referencia a una nota publicada por “El Financiero” el sábado pasado, en México se trabajan en promedio 2,137 horas al año, siendo el país miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos más alto en ese rubro, un 23% más que el promedio del resto de los países de la OCDE, y nuestro producto interno bruto (PIB) notoriamente se encuentra muy por debajo de la gran mayoría de estos países.

Por el contrario, hay ejemplos de países europeos con jornadas laborales inferiores a las ocho horas diarias (como sucede actualmente en México) y que son altamente productivos, tal es el caso de Alemania, Francia, Suiza, Holanda y la República de Irlanda, por mencionar solamente algunos.

Adicionalmente, hay que tomar en consideración que es una demanda social y ahora un imperativo jurídico el conciliar la vida laboral con la familiar. México y prácticamente todo el mundo así lo reclaman, ante la incesante desintegración familiar que está lacerando a nuestras comunidades. Y no lo digo yo, es un mandato para los centros de trabajo por así estar establecido en la Norma Oficial Mexicana 035, expedida en el año 2018 por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social.

Por todo lo anterior, habría que proyectar los posibles beneficios sociales y económicos que pudiera acarrear la reducción de la jornada laboral, tratando de rescatar un poco el sentido de la iniciativa legislativa presentada. Dichas bondades podrían ser las siguientes:

1) Lograr mejores niveles de concentración y motivación en los empleados, lo que podría generar mayores índices de productividad en los mismos.

2) Los colaboradores tendrían más tiempo para estar con sus familias y desarrollar otro tipo de actividades que son sumamente necesarias como las deportivas, culturales o recreativas.

3) Dependiendo de los hábitos y las rutinas de cada trabajador, sería altamente factible pensar en que su calidad de vida aumentaría, al gozar de mejor salud y mayor vitalidad, lo cual sería un alivio fundamental para despresurizar logística y financieramente hablando a las instituciones nacionales y locales encargadas de la seguridad social.

4) Los trabajadores tendrían la posibilidad, en caso de así requerirlo, de tomar un segundo empleo con jornada parcial o emprender algún negocio que les permita obtener ingresos adicionales. Si bien es cierto que el salario mínimo general ha crecido de 2018 al presente año en un 95%, lo cual es formidable, este se ha visto pulverizado gracias a la elevada tasa inflacionaria que se está experimentando hoy en día en México, la cual ha escalado a un 8.62% de acuerdo con el Índice Nacional de Precios al Consumidor publicado por el INEGI hace un par de días.

5) Se podrían generar importantes ahorros económicos tanto para las empresas como para los propios empleados, siempre y cuando se tuvieran jornadas continuas de trabajo, y me refiero a disminuir los consumos de energía eléctrica y otros servicios en los centros de trabajo, así como los gastos de alimentación y transportación que diariamente desembolsan los trabajadores.

En abono a lo previamente señalado, me atrevo a compartir una serie de contrapropuestas en aras de incrementar la productividad laboral en nuestro país:

1) Sí reducir la jornada de trabajo pero no en base a cierto número de horas diarias sino a un determinado número de horas a la semana. Pensaría en una cifra que rondara entre las 36 y las 40 horas semanales, de tal forma que el trabajador tenga la posibilidad de disminuir su jornada diaria u optar por gozar de un segundo día de descanso a la semana, como, de hecho, actualmente acontece en muchas empresas e instituciones.

2) Promover las jornadas laborales continuas y la modalidad del teletrabajo (home office). En ambos casos se ha demostrado su efectividad en el desarrollo de un trabajo de calidad por parte de quienes están realmente comprometidos con su empleo.

3) Incentivar en los colaboradores el eficaz cumplimiento de objetivos y el constante logro de resultados, privilegiando la flexibilidad en el trabajo en cuanto a horarios y lugares por encima del simple cumplimiento de ciertas horas de trabajo en un sitio predeterminado. Es decir, poner al desempeño por encima del tiempo o, en otras palabras, preferir la calidad antes que la cantidad.

Finalmente, se trata de aumentar la productividad sin perder de vista la esencia humanizadora de las relaciones laborales y la función social del trabajo. Por supuesto que esta es únicamente mi opinión, la cual queda a su amable consideración. Agradezco mucho el favor de su atención y lectura.

Correo electrónico: carlosromo38@hotmail.com

Twitter: @josecarlos_romo

José Carlos Romo Romo
José Carlos Romo Romo

Licenciado en por la Universidad Autónoma de Aguascalientes, especialidad en Antropología Filosófica por la Universidad Panamericana, Maestro en Gestión Pública Aplicada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Profesionalmente tiene una trayectoria de trece años en el servicio público. A nivel federal en la Secretaria de Gobernación, la Secretaria de Energía y la empresa LICONSA, a nivel estatal en la Secretaria de Fiscalización y Rendición de Cuentas, hoy Contraloría del Estado, en el Congreso del Estado como Contralor Interno y en el Supremo Tribunal de Justicia del Estado y a nivel municipal Secretaria del H. Ayuntamiento y Dirección General de Gobierno del Municipio de Aguascalientes. Jefe de Carrera en la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana Campus Aguascalientes y Jefe de la Academia de Derecho Administrativo y Fiscal.

José Carlos Romo Romo

Licenciado en por la Universidad Autónoma de Aguascalientes, especialidad en Antropología Filosófica por la Universidad Panamericana, Maestro en Gestión Pública Aplicada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Profesionalmente tiene una trayectoria de trece años en el servicio público. A nivel federal en la Secretaria de Gobernación, la Secretaria de Energía y la empresa LICONSA, a nivel estatal en la Secretaria de Fiscalización y Rendición de Cuentas, hoy Contraloría del Estado, en el Congreso del Estado como Contralor Interno y en el Supremo Tribunal de Justicia del Estado y a nivel municipal Secretaria del H. Ayuntamiento y Dirección General de Gobierno del Municipio de Aguascalientes. Jefe de Carrera en la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana Campus Aguascalientes y Jefe de la Academia de Derecho Administrativo y Fiscal.

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