LA IZQUIERDA Y LA HISTORIA
[bctt tweet=»“el país se enfrenta a una situación económica difícil. El gobierno no ha tratado de encubrir este hecho ni las medidas a que él obliga;» username=»crisolhoy»]
Hace casi dos semanas, escribía en mi colaboración a la revista electrónica Crisol que, “dos hechos le dan la razón al investigador histórico (Pedro Salmerón, reconocido ampliamente por López Obrador): el otorgamiento del Premio Carlos Montemayor a dos sobrevivientes del ataque al Cuartel Madera, realizado en todo el simbolismo que amerita, en Los Pinos, hoy convertido en centro cultural y, la presentación de disculpas públicas por parte del estado mexicano, a una antigua integrante de la Liga Comunista 23 de Septiembre, en voz de la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero”.
Este hecho no sólo refrescó la desmemoria o cimbró las apreciaciones oficialistas de que la historia únicamente la escriben los vencedores, también puso sobre la mesa un tema central de la caracterización del país en ese momento y, el papel jugado por algunas fuerzas, que paralelamente habían seguido su camino desde la izquierda.
Esto nos ha dado la oportunidad de abrir un espacio de reflexión y análisis sobre aquellos tiempos, sus aconteceres, pero también las repercusiones que se expresan en el México de nuestros días y que, personajes identificados en el conservadurismo minimizan o expresan desde la óptica de quienes insisten que en este país no ha pasado nada.
Hace algunos días, Ilán Semo publicó en el periódico La Jornada un interesante artículo (La insurrección subterránea), que concluye con la siguiente apreciación. Dice:
“Las acusaciones actuales de Felipe Calderón y, en general, el neofalangismo contra la memoria de la Liga (23 de Septiembre) repiten los mismos argumentos que algún día emplearon Díaz Ordaz y Luís Echeverría para legitimar lo ilegitimable: una de las heridas más graves –que nunca se olvidará- infringidas a ese México que resistió al abrasivo Leviatán autoritario. Pero en política nunca se sabe. no hay duda de que el vértice autoritario del sistema, a través de la reforma del 77, triunfó en la disputa por el poder. Pero por la batalla por la historia, la ganaron los rebeldes de la época.”
Espero que la referencia de los “rebeldes de la época” sea a todos, no sólo a aquellos que tomaron las armas, sino a quienes empujaron por la opción de la vida legal, que a final de cuentas, impulsaron en mucho hacia la transformación a partir de las crisis manifiestas en prácticamente todos los órdenes.
Y si bien Semo se va más hacia esa vertiente del socialismo mexicano ligado a la guerrilla y lucha armada, sin desdeñar sus aportes y valía, yo me inclinaría por la del movimiento social y la que representó el Partido Comunista Mexicano.
Con el declive del periodo de desarrollo estabilizador y la crisis política surgida y evidenciada en el 68 y 71, fue evidenciándose el abatimiento del viejo régimen y fue emergiendo una nueva realidad, manifiesta en el quiebre del llamado corporativismo, el surgimiento del sindicalismo independiente, del movimiento urbano popular de ese carácter y de búsqueda de salidas desde el ámbito oficial.
En aquel famoso discurso del primero de abril de 1977 en Chilpancingo, dado por Jesús Reyes Helores, éste mencionó que, “el país se enfrenta a una situación económica difícil. El gobierno no ha tratado de encubrir este hecho ni las medidas a que él obliga; con esfuerzos constantes, con racionalización de acciones públicas, sociales y privadas y con decisiones oportunas, saldremos de esta crisis, dado que contamos con recursos naturales y, sobre todo, con recursos institucionales que lo garantizan”.
Reconocía el momento que se estaba viviendo y planteaba la apertura de una válvula de escape, desde el ámbito de la supremacía priista, pero considerando la nueva realidad. Sin ser explícitos, reconocen el hoy abierto de conciencia, por los diversos grupos que se habían ido a la lucha armada, sobre todo el Partido de los Pobres y la Liga Comunista 23 de septiembre. Pero también la transformación en lo político y social, a partir del repunte del Partido Comunista Mexicano, sobre todo después de la significativa campaña presidencial sin registro en 1976.
Así surge poco después la Ley de Amnistía y la Reforma Política que se concretó en una nueva legislación electoral, que permitió el registro del Partido Comunista Mexicano, que tendría su primer grupo parlamentario en las elecciones de 1979.
En esta etapa de la historia de México fue fundamental la participación del Partido Comunista Mexicano, como eje transformador y en mucho, como interlocutor con l contraparte en crisis. Esta es una parte indiscutida de la historia, no de la oficial si de la real.