Los virus solo son rastros encontrados en la escena del crimen
Los virus solo son rastros encontrados en la escena del crimen
«La creciente gravedad y letalidad de los males respiratorios se afinca en los límites a los que se ha llevado la descomposición del cuerpo, la atmósfera y la Tierra. En suma, se pierde poco a poco la factibilidad de respirar plenamente en nuestro planeta».
Si, escribir ahora es tan difícil como mantener el ánimo ante el espeso horizonte del mundo, ese que sabemos marcha más allá de la pandemia, que trasciende lo biológico, así como estamos viendo este presente en donde convergen múltiples actores, intereses y poderes que escapan a veces de nuestro rango de entendimiento y de los que hablan ya algunas voces lúcidas que prefiguran posturas y movimientos resistentes. Queda decir que, como muchos de nosotros, percibo con aprensión el juego de fuerzas de orden planetario que marcan el comienzo de una década y el fin de una época.
[bctt tweet=»Este renuevo viral que ha sido declarado pandémico acompaña a afecciones masivas cuyas consecuencias letales no se contabilizan con la misma vehemencia.» username=»crisolhoy»]
Leo en un estupendo artículo de Ariel Guzik, sobre el que las actuales afecciones que afectan a la humanidad se pueden atribuir más a la progresiva degradación y descomplejización del sustento bacteriano humano, al cúmulo de contaminantes y fármacos atenuantes, a la mala nutrición y de forma alarmante a la proliferación expansiva de radiofrecuencias, sumados al drama presente y la segura tragedia de las futuras generaciones por la degradación del medio ambiente.
Cuesta pensarlo y tratar de enumerarlos, pero ahí están: la explotación y exterminio masivo que hemos propinado a tantas especies vivientes del planeta, el holocausto de los bosques y el envenenamiento de los mares, la tierra y la atmósfera, a más de la bárbara explotación de los hombres en aras de la rqiueza de las grandes corporaciones y un puñado de potentados.
En su trabajo publicado esta semana en https://diecisiete.org/ , Guzik habla lo difícil que es referirse con distancia a este proceso en el que personas mueren, pero nos llama a recordar que las personas, como todos los seres, morimos. Fallecemos por razones mayormente tipificables, por el cáncer -por ejemplo- que es pandémico a una escala incalculable. Muchas de sus causas, nos recuerda, se conocen, también se propagan, pero se normalizan o se niegan; no son tratadas el día de hoy como emergencias sanitarias, quizá porque la enfermedad prolongada, la medicina paliativa, el placebo y la oferta ilusoria de postergación de la muerte a cualquier costo, no son solo magnos negocios, también son estrategias esenciales del actual sistema hegemónico.
Así también, en su reflexión sobre la pandemia, Guzik apunta sobre la ingenuidad humana y su capacidad de sometimiento que, nos pone a pensar en que se nos quiere hacer pensar que el virus es ajeno por completo a la catastrófica situación planetaria, la ya inminente depresión económica global y el estridente colapso sistémico que pesa sobre los hombros de la humanidad. También para justificar la aparición de un antídoto universal, un soma unificador y número de serie, tatuado obligatoriamente en nuestros cuerpos, que permitirá trascender el orden natural de la vida con la promesa de suplir y hacer innecesarios nuestros propios recursos de adaptación e inmunidad.
Quizás también a expensas de nuestras fértiles manifestaciones de vulnerabilidad y nuestra entrañable y húmeda virtud del llanto. El titánico corporativo farmacéutico (cuyo poder es ya equiparable al de la industria armamentista), se volverá administrador de nuestros cuerpos y enarbolará su mesiánica oferta: la definitiva abolición de la pus.
Este renuevo viral que ha sido declarado pandémico acompaña a afecciones masivas cuyas consecuencias letales no se contabilizan con la misma vehemencia.
Como preludio, la pandemia, se puede decir, es aún moderada, aunque presagia un estridente efecto en cadena de múltiples aristas.
Corona o no, la creciente sequedad, gravedad y letalidad de los males respiratorios se afinca en los límites a los que se ha llevado la descomposición del cuerpo, la atmósfera y la Tierra. En suma, se pierde poco a poco la factibilidad de respirar plenamente en nuestro planeta.
Aún tendremos que enfrentar las futuras políticas de control y administración en sus nuevos derroteros y la incontenible avalancha iatrogénica. También las consecuencias psicológicas y conductuales masivas (que ya se manifiestan), y la gran explosión de restricciones y precariedades.
En este escenario se recrean, en su atmósfera y su indumentaria, los imaginarios de las guerras químicas y bacteriológicas y las catástrofes nucleares, ante las cuales no existen barreras posibles. Pero este no es el caso.
Pero ante ese denso panorama de catástrofe, también nos sugiere el inicio de una posible contienda en favor de la vida. Hay una puerta entreabierta, una posibilidad emergente, justo cuando el mundo se vuelve asfixiante y para muchos se confirma inviable
Y si, “los virus solo son rastros encontrados en la escena del crimen”.
*Ariel Guzik (México, 1960) además de inventor es músico y un diletante de la naturaleza y los organismos vivos.