¿Qué y cómo enseñar la historia de Aguascalientes?
“Cómo era esto antes que yo”
Niña de 7 años
«El único deber que tenemos con la historia es reescribirla»
— Óscar Wilde
Nota introductoria. Nuevos libros de texto
Con la reforma educativa del actual gobierno federal, llamada Nueva Escuela Mexicana, se están cambiando los planes y programas de estudio de la educación básica y, por tanto, se están modificando los libros de texto gratuito. De ellos se empieza a decir y a escribir mucho, destacando en los medios de comunicación algunas críticas a los contenidos, en particular a ciertos temas de los libros de primero y segundo grado de primaria.
Algunos de los cuestionamientos dicen que estos libros están escritos sin considerar la edad y el desarrollo del pensamiento de las y los alumnos; además, que en algunos contenidos hay una tendencia hacia la ideologización con el fin de crear personas leales y militantes futuros de Morena. Más allá de lo certero o no de estos comentarios, lo cierto es que los libros de antes y de ahora siempre llevan una carga ideológica a favor de los grupos en el poder y a respaldar sus proyectos. Al respecto, sólo hay que recordar las discusiones que se dieron las reformas educativas de los gobiernos de Adolfo López Mateos, Luis Echeverría Álvarez y Carlos Salinas de Gortari.
Se tratan de libros únicos para toda la población infantil del país, aunque desde hace décadas en la Secretaría de Educación Pública se vio la necesidad de elaborar libros de texto gratuitos de Geografía e Historia de los estados. Esto no quiere decir que exista impedimento para que de manera particular se escriban otras historias y otras maneras de narrar la historia. Esto lo entendió muy bien el doctor Víctor Manuel González Esparza, por lo que escribió y publicó en 2018 “Trompo a la uña. Breve historia de Aguascalientes”, de la editorial Eximia.
Sobre este libro trata mi colaboración de hoy.
“El trompo a la uña”, un libro original
Frente a la importancia de presentar otras formas de ver y enseñar la historia, en particular la historia de Aguascalientes, han existido diversos libros, en particular los de primaria. A quien esto escribe, por ejemplo, le tocó participar en la elaboración del libro de tercer año de primaria en 1998, del cual se podría hacer un análisis crítico ahora. Como sociólogo e historiador, y también como un profesionista interesado en la divulgación, el doctor Víctor González se dio a la tarea de elaborar otro libro más sobre historia de Aguascalientes.
En una breve entrevista, realizada el pasado jueves 30, Víctor González nos dice que un motivo importante para elaborar este libro fue de carácter familiar: “fue una carta que les escribí a mis hijos para tratar de ofrecerles una historia que pudiera interesarles, no sé si lo logré, pero me quedó la idea de que habría que hacer algo al respecto, así que me puse a trabajar en Trompo a la uña”.
Para él es necesario revisar críticamente la manera como se enseña la historia: “estoy convencido –afirma- que es necesario realizar una mayor difusión de la historia, existe un gran divorcio entre la Memoria colectiva y el trabajo de los historiadores, por lo que habría que hacer esfuerzos adicionales para llegar a un público más amplio”. Sostiene, además, que la historia no es inamovible, porque la hacen las personas en distintos momentos y contextos. Más aún, para él, la historia ofrece luces para conducirnos mejor hacia el porvenir: “la historia requiere renovarse en varios sentidos, porque vivimos cambios acelerados que requieren perspectivas históricas que nos ayuden a comprenderlos y también nos ofrezcan perspectivas de futuro”
Víctor da muestra de erudición, agudeza intelectual y sentido crítico, a pesar de que el libro es muy breve. Refleja muchos años de trabajo como investigador serio, metido en los laberintos nada fáciles del mundo académico, y no sólo de la Historia, sino también de la Sociología, la Demografía y, entre otras disciplinas, de la Literatura. En 65 páginas se encierra un esfuerzo mayúsculo de hacer una historia de Aguascalientes para niños, jóvenes y no tan jóvenes, sin perder de vista el rigor académico.
Este trabajo es expresión y resultado de años de investigar, enseñar y repensar el oficio. Hay síntesis y están detrás de la escritura reflexiones profundas sobre Teoría de la historia e Historiografía de México y Aguascalientes. También a Víctor González le gusta la interdisciplinariedad y busca respuestas, incluso, en la Paleontología y la Arqueología para comprender mejor lo que hoy somos. Habrá que recordar que Víctor fue Director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en el estado y del Instituto Cultural de Aguascalientes (ICA). El esquema del libro es clásico porque va del pasado remoto al presente. Literalmente inicia cuando se conformó el planeta tierra al año en que termina el libro.
Hay una idea optimista de la historia y coincide con aquella visión que iniciara Cicerón cuando decía que la Historia es “la maestra de la vida”, aunque por su sentido crítico, el autor también pudiera estar de acuerdo con la idea de que no siempre la historia nos da enseñanzas, tal como lo apuntó Tony Judt, cuando preguntó: “¿Qué hemos aprendido (de la historia), si hemos aprendido algo?” Para él, como humanidad hemos aprendido poco: textualmente afirma: “no somos capaces de entender el contexto de nuestros dilemas actuales; no queremos escuchar a las mentes preclaras del pasado, y nos esforzamos más en olvidar que en recordar, en proclamar la novedad de todo y en negar la continuidad”.
A pesar de ello, creo que todavía Víctor es de los que tienen optimismo y una actitud propositiva, incluso, esperanzadora al referirse a un pasado que se proyecta hacia mejores condiciones de existencia en un futuro.
En el libro, el autor opta por la Historia social, lo cual nos aparta de la tendencia tan generalizada en nuestro sistema educativo de memorizar nombres de héroes, fechas de batallas y actos de políticos en el gobierno, generalmente historia de hombres. Su idea de historia es otra, y esa idea permea la visión que tiene de la historia de Aguascalientes. El autor le dice al lector, “no vas a tener que grabarte fechas ni nombres… Lo más curioso de todo: ¡no hay héroes ni villanos”. Lo que sí hay es una “invitación a vernos a nosotros mismos como sociedad, comunidad, y también como personas”.
De acontecimientos complicados, Víctor busca decir las cosas de manera entendible, pero no niega asumir posiciones historiográficas; por ejemplo, para explicar la independencia elige enfatizar los factores intrínsecos para dar cuenta de tan importante acontecimiento: metafóricamente, habla de lo que ahora es México como una manzana madura que, del árbol, seguramente ya debía desprenderse; pero luego, agudo y con el ánimo de estimular y hacer pensar al lector, pregunta: ¿o hubo factores externos que provocaron la independencia?
Desde esta perspectiva revisionista, también cuestiona el lugar que se le ha dado a Miguel Hidalgo como héroe de la independencia, porque hay estudios recientes que nos muestran que el cura de Dolores “no buscaba exactamente la Independencia, sino liberar a los reinos y provincias del mal gobierno francés que había invadido España”. Las consignas y gritos de los líderes eran, entonces: “¡Viva la virgen de Guadalupe! ¡Viva Fernando VII! ¡Muera el mal gobierno!”.
Pero tampoco es dogmático y comprende que, en la construcción de una identidad de una colectividad, a veces no es tan importante aferrarse a la idea cientificista de hablar de “hechos verdaderos”, sino entender discursos que tienen un fin particular, en este caso: crear lazos identitarios. Un ejemplo claro de ellos es la famosa “leyenda del beso”, es decir el supuesto ósculo que el presidente Antonio López de Santa Anna le dio a la señora García Rojas a cambio de favorecer la separación de Aguascalientes de Zacatecas. En este sentido, el autor no asume una postura rígida, sino que procura entenderla y hacer que también el lector la entienda como lo que es: una versión romántica y lúdica. Por ello, da la bienvenida al imaginario colectivo y a la fantasía.
En un afán de ampliar la mirada sobre nuestra historia, en el apartado “De risas y lágrimas”, Víctor aborda otros dos íconos identitarios: la feria de San Marcos y Ferrocarriles. Y tiene mucha razón, ¿quién negaría de los que leen este texto que estas presencias nos son importantes?, aunque el tema de los Ferrocarriles ya no dirá mayor cosa a las nuevas generaciones, la feria de San Marcos sí, porque, nos guste o no, allí está y nuestra vida en la ciudad cambia de manera significativa.
Víctor ha estudiado la revolución mexicana y su impacto en Aguascalientes, por lo que retoma la historiografía de este importante acontecimiento y analiza las versiones sobre él. Cuestiona, desde luego, la historia oficial o “historia de bronce”, como la calificó Luis González y González, y sin decirlo, está presente uno de sus autores preferidos: el inglés Alan Knight. Por ello, pone los puntos sobre las íes no sólo en la lucha armada y la violencia, sino en otros acontecimientos que no han sido tratados con suficiencia en Aguascalientes, como el impacto de la presa Calles en el medio ambiente, la transición demográfica y las hambrunas.
Cuidadoso y sigiloso como es, a él le gusta hablar de las “revoluciones silenciosas” en México, en Aguascalientes, como son: la mejora en los servicios de salud y educación, las transformaciones en la estructura de la familia, los cambios de mentalidad y de participación de las mujeres, la transición a la democracia, el desarrollo urbano de la ciudad capital y, entre otras, la migración (no es casualidad que se hablara del “valle de los romeros” a lo que es ahora Aguascalientes. Una migración relativamente reciente que menciona es la de quienes vinieron a ser “hidrochilangos”, a raíz del temblor de 1985).
Desde luego, está la cultura entre sus prioridades. Víctor también fue director del Centro Nacional de las Artes y sabe de lo que Aguascalientes ofreció a México y al mundo. Nos narra, por ejemplo, cómo Saturnino Herrán, Manuel M. Ponce y Ramón López Velarde, siendo jóvenes se reunían a platicar en el jardín de San Marcos y cómo llegaron a ser tres pilares del nacionalismo cultural mexicano en la posrevolución.
Por si fuera poco, en el libro también apunta la particularidad de nuestra cultura culinaria: habla de los tamales, la birria, etc. Todo esto lo toca sin hacer una historia chovinista, no dice ni piensa que “como Aguascalientes no hay dos”. Evita ese regionalismo que ignora las influencias y determinismos de lo que ocurre afuera de la entidad.
En la parte que tengo como educador, puedo decir que se trata de un libro claro, ameno y accesible a los niños y a todos. Como lo señalé antes, en 1998 colaboré en la elaboración del libro de Historia y geografía de Aguascalientes, y sé lo difícil que es escribir y enseñar historia del estado. Bien valdría hacer un gran evento con quienes enseñan esta materia en algún nivel del sistema educativo estatal.
El autor habla de una escritura de la historia a manera de postales con la intención de vernos a nosotros mismos como si estuviéramos frente a un espejo, y poder recordar y pensar en lo que como personas y colectividad hemos sido y en la manera en que recordamos. No quiere una imagen plana sino más compleja y diversa. Por eso no es casual que evoque a la novela de Alicia en el país de las maravillas, cuando Alicia, tuvo que “viajar a través del espejo para descubrir un mundo más rico, más divertido y, a la vez, más genuino”; aunque ni el espejo le convence, mejor el prisma, lo multicolor, y cita la obra Aleph de Jorge Luis Borges, que desde cierto rincón privilegiado puede ver todo el universo.
Lograr que un libro de historia sea no sólo atractivo sino también lúdico no es fácil. Me gusta que Víctor quiera que viajemos al pasado remoto, cuando vivían animales fantásticos y que nos diga que hace aproximadamente 60 años vino de Suiza un paleontólogo de nombre Oswaldo Mooser, como si fuera Indiana Jones, para investigar en lo que hoy es el Cedazo y encontrar vestigios de una fauna extraordinaria, parientes de tortugas, aves, armadillos, osos, mastodontes, felinos, elefantes (como el de la portada). Esto es relevante y lo es más cuando los niños pueden visitar el Museo de Historia Regional y ver osamenta de aquellos animales que él descubrió, para luego dibujarlos y hacer una réplica pequeña en plastilina.
Desde esta misma perspectiva, Víctor refiere a que ya en nuestra era los habitantes de lo que hoy es Aguascalientes no fueron tan nómadas como nos lo enseñaron en la primaria, sino que los sitios arqueológicos encontrados recientemente nos hablan de grupos humanos que fueron sedentarios y que tuvieron creencias que nos remiten a procesos civilizatorios importantes. Me gusta mucho que Víctor le dé crédito a la arqueóloga Ana María Pelz Marín, quien ha investigado y, como buena investigadora, ha sido creativa, perseverante y ha llegado a ofrecernos conocimientos nuevos sobre los llamados genéricamente chichimecas.
En la enseñanza de la Historia, la Arqueología y otras disciplinas científicas, es importante que quede claro que no hay conocimientos definitivos y que, por lo tanto, el historiador como el arqueólogo, no son los que saben, sino los que investigan, los que se preguntan y buscan respuestas. De esta misma manera, a los niños hay que enseñarlos y motivarlos a que sean inquietos, creativos y preguntones, no a que copien y repitan como periquitos lo que dice el maestro. Si me preguntaran sobre uno de los males del sistema educativo mexicano, yo diría que es la pasividad y la obediencia en la que formamos a las personas desde la infancia.
Reconocimientos e invitación a la lectura
Este es el desafío de quienes se meten a la educación y quieren echarse el trompo a la uña. Aquí aprovecho la ocasión para dar crédito a Tavo Montañez, responsable de las ilustraciones que están en el libro. A diferencia de otras disciplinas, el historiador tiene como aliados a los productores de imágenes, y como lo reitera la sabiduría popular: “las imágenes dicen más que mil palabras”.
Al autor del libro hay que sugerirle, exigirle muy amablemente que siga escribiendo con esta perspectiva interdisciplinaria, crítica y amable. Hay que recordarle que el oficio del historiador es investigar, enseñar, pero también difundir, divulgar. Creo que esta parte de divulgador ha sido descuidada por los historiadores. Una muestra es que hasta hace poco en el plan de estudios de la Licenciatura en Historia de la UAA pusieron esta actividad dentro del nuevo perfil de egreso.
Me imagino a Víctor a sus 11 o 12 años, jugando en su barrio, El Encino, en medio de un grupo de chiquillos alaraquientos, intentando echarse un trompo a la uña y queriendo “apantallar”. Lo imagino lograr hacerlo ante la sorpresa de todos. Lo imagino ahora fijarse como meta hacer una muy breve historia de Aguascalientes, con toda la riqueza de su vida social y cultural, desde la creación de la Tierra hasta los años más recientes, en tan sólo ¡65 páginas!
Una vez leído el libro puedo decir que me he quedado gratamente sorprendido, porque finalmente sí se echó el trompo a la uña para beneficio de quienes queremos reflexionar sobre la historia de Aguascalientes, nuestra historia. “Lo pequeño es hermoso”, “Small is Beautiful”, escribió el alemán E. F. Schumacher, para tratar la complejidad de la economía mundial y ofrecer respuestas sencillas. Esto vale también para el libro de Víctor González que usted, amable lector, tal vez quiera leer.
camacho_sal@yahoo.com.mx