Resignificar el mestizaje en Aguascalientes
Muy frecuentemente me preguntan porqué rescato la historia de los afrodescendientes en Aguascalientes, si nuestra cultura es más hispanófila o criolla, si los indicios de esta población son menores a los que podemos encontrar acerca de nuestro pasado español o indígena. Y de manera reiterada les comento que es un olvido que hemos tenido los historiadores y que, dada la tentación de algunos grupos sobre todo de élite de dividir e incluso discriminar a los que son diferentes, es necesario reivindicar que nuestra historia social es una historia plural que requiere ser nuevamente contada. Porque la historia no sólo tiene que ver con el pasado, tiene que ver también con crear una nueva narrativa que permita enfrentar los retos del presente y desde luego orientar el futuro a partir de una visión más amplia y diversa de nuestra sociedad. Porque resignificar quiere decir darle nuevos contenidos históricos a un concepto, sobre todo en momentos críticos, de ahí la necesidad de repensar nuestro mestizaje.
En artículos anterioes he comentado la relevancia de la tercera raíz en la conformación de la sociedad novohispana, y en particular en Aguascalientes a través de la historiografía y los Padrones o Censos en la región. También comenté la importancia de los registros parroquiales gracias a que desde el Concilio de Trento (1545-1563) se estableció que los sacerdotes tenían el deber de llevar a cabo los registros de bautizos, matrimonios y entierros, como una manera de control ciertamente de la población pero al mismo tiempo a partir de una visión ecuménica ya que registraron las “calidades” de los diferentes feligreses.
El término de “calidad” se utilizó desde el periodo colonial para considerar no la raza, que será un concepto propio del siglo XIX, sino además de los rasgos fenotípicos la condición social y el estatus de la población. De ahí también los cambios que un momento podrían darse en los registros de una misma persona. Sin embargo, en series de datos históricas lo que podemos apreciar por ejemplo en bautizos es cómo el sacerdote y la propia familia percibían en un momento dado al recién nacido, también los cambios de calidades se hacían para tratar de aprovechar algunas condiciones específicas como la de no pagar más tributos. Eso lo vemos en el siglo XVIII cuando se hicieron más amplios y elevados los tributos para las castas frente a los de los indígenas, ya que propició que más familias y personas optaran por considerarse “indios” ya que con ello podrían pagar menos impuestos. Lo importante en todo caso es que los registros son una suerte de representaciones que, vistos en series de cerca de doscientos años como es el caso para Aguascalientes, nos permiten tener una idea de la dinámica social y en especial del mestizaje.
Pero más allá de estas cuestiones metodológicas, el tener cerca de 200 mil registros (bautizos, matrimonios y entierros) de la parroquia de Aguascalientes para los siglos XVII y XVIII, una de las bases de datos más amplias en historia demográfica, nos ha permitido hacer análisis más detallados sobre la población de la región. Uno de los registros que nos parecen un indicio relevante para entender la dinámica del mestizaje son los matrimonios mixtos entre diferentes “calidades”, como veremos.
A diferencia de la Norteamérica anglosajona en donde los matrimonios mixtos, basta recordar, fueron permitidos legalmente hasta los años sesenta del siglo pasado, la tradición hispanoamericana permitió e hizo posible la mezcla de los diferentes grupos sociales o “calidades” desde el siglo XVI. La necesidad de poblar extensos territorios sobre todo a raíz de la caída de la población indígena, más allá de algunas restricciones legales, posibilitó un mestizaje temprano que puede observarse en los matrimonios mixtos. Un mestizaje por cierto que como he advertido se daría más intensamente gracias a la población afrodescendiente o de “castas”, que a la sola combinación de españoles e indígenas.
En un ensayo publicado en Resignificar el mestizaje… y que titulé “La erosión de la endogamia…”, muestro que la idea a casarse con personas de la misma “calidad” fue disminuyendo conforme el tiempo y de acuerdo al grupo al que se pertenecía. Los que se consideraban españoles tendían a casarse menos con otros grupos, le seguían en ello los indígenas y los más propensos a la heterogamia (a casarse con personas de otro grupo o “calidad”) eran las castas. En términos generales, el porcentaje de matrimonios mixtos entre la población de Aguascalientes se fue incrementado poco a poco de tal manera que pasaron del 17% en el siglo XVII al 25% en el XVIII, entre los indígenas dichos matrimonios se incrementaron del 15% al 28%, entre los españoles del 12% al 28%, y entre las castas el porcentaje pasó del 37% al 44%. Del siglo XIX no se cuenta con información ya que a partir de la independencia, salvo contadas excepciones, se dejaron de asentar en los registros las diferentes “calidades”, aunque existen claros indicios que nos hablan de que el mestizaje se incrementó ya con menos ataduras.
De hecho, el concepto de mestizaje es una creación del siglo XIX como una forma de crear una identidad o una representación frente a las ambiciones estadounidenses. Uno de los primeros en hablar del concepto incluso como ideal fue el aguascalentense Francisco Pimentel, al cual le seguirían otros intelectuales relevantes como Francisco Ramírez y Justo Sierra. De esa manera la idea del mestizaje se asoció al nacionalismo mexicano, si bien en ocasiones llegó a tener más bien tintes excluyentes. Vasconcelos por ejemplo, el creador del lema universitario “Por mi raza hablará el espíritu”, llegó a plantear el mestizaje como una manera de embellecer a la población.
De ahí que la sociología y la antropología en una revisión de la historia mexicana, por ejemplo con Rodolfo Stavenhagen, se cuestionara fuertemente la idea del mestizaje como una manera de enmascarar el racismo existente en la sociedad mexicana, particularmente en contra de la población indígena y afrodescendiente. Ciertamente el mestizaje asociado al nacionalismo se convirtió en una ideología que desafortunadamente ha servido a ciertos grupos para discriminar a grupos marginales. Habría que señalar que una discriminación radical, que excluye y estigmatiza a ciertos grupos de población, puede convertirse claramente en un racismo que no se atreve a decir su nombre, por lo que es necesario cuestionarlo.
De ahí la importancia de reivindicar la diversidad de nuestra historia, de cómo a diferencia de la historia anglosajona social e históricamente se ha conformado en el país una población no excluyente sino inclusiva, pese a todas las concepciones de la élite económica y también política que suele tener cada vez más los parámetros anglosajones claramente racistas. Por ello el mostrar que nuestra historia social ha hecho posible una sociedad diversa y plural, debe ser una suerte de antídoto contra las tentaciones discriminatorias y racistas que acechan nuestras propias batallas culturales. Resignificar en este sentido nuestro mestizaje es conocer la fuente plural de la que surgimos, y reivindicar con ello el hibridismo y la diversidad propia frente a las visiones discriminatorias.