SEDE VACANTE III
El cuarto obispo de Aguascalientes, el jalisciense originario de Yahualica y párroco de Jalostotitlán, Salvador Quezada Limón, inició sus funciones episcopales en diciembre de 1951, siendo el que más tiempo ha ocupado el cargo: poco más de 32 años. También ocurrieron entonces transformaciones importantes y trascendentes para la vida de la diócesis. Por ejemplo fue entonces cuando se construyeron las actuales y espléndidas instalaciones del Seminario Diocesano. También fue entonces cuando surgió la Romería de la Asunción, etc.
Sin embargo, a mediados de los años setenta tuvo lugar un conflicto que desgarró al clero diocesano y a una parte de la feligresía, del que dio cuenta el estupendo trabajo de Yolanda Padilla Rangel, “Con la Iglesia hemos topado”. Un importante capítulo de este enfrentamiento fue el retiro del pastor y su sustitución por un Administrador Diocesano, en la persona del obispo Alfredo Torres Romero, hasta que Quezada fue reinstalado, permaneciendo en el cargo hasta su renuncia por edad, al cumplir 75 años.
En esa ocasión la situación de sede vacante subsistió de febrero a julio de 1984, dado que el nuevo obispo, Rafael Muñoz Núñez, que hasta entonces lo era de Zacatecas, tomó posesión del cargo el 1 de agosto de aquel año. No tengo el dato, pero supongo que cuando Quezada renunció al cargo, a fines de enero de 1984, él mismo fue nombrado administrador de la diócesis, hasta entregar el cargo a su sucesor. La sede vacante duró apenas 4 meses
Muñoz Núñez, originario de Michoacán ejerció el ministerio 14 años, del 1 de junio de 1984 al 18 de mayo de 1998, y fue el segundo que ha renunciado al cargo, también al cumplir la edad reglamentaria.
De Muñoz Núñez vino el también jalisciense Ramón Godínez Flores, que, como De la Torre Martín, se desempeñaba como obispo auxiliar de Guadalajara. Según expliqué la semana pasada, dado que era obispo auxiliar, es decir, sin diócesis propia, Godínez era titular de la inexistente de Centenaria. ¡Vaya! ¡Ni siquiera aparece en la Internet!
Godínez murió el 20 de abril de 2007, luego de una rápida enfermedad, y no fue sino hasta el 13 de marzo de 2008 en que se hizo cargo de la diócesis José María de la Torre Martín, y hasta su muerte, razón por la cual existe actualmente una situación de sede vacante, que quien sabe hasta cuando subsistirá. Los tiempos de la Iglesia Católica son diversos a los tiempos políticos, y aparentemente la institución es impermeable a las profanas prisas y presiones, vengan de donde vengan, aparentemente…
Como señalé líneas arriba, sólo uno de los prelados locales ha sido originario de Aguascalientes: José López y González (1930-1950), nacido en el rancho El Cotón, entonces municipio de Aguascalientes, y ahora de El Llano, que inició su andadura episcopal como obispo auxiliar de su antecesor, Ignacio Valdespino y Díaz.
En cambio de esta demarcación eclesiástica han salido, por lo menos cuatro obispos, que yo sepa: Antonio Hernández Gallegos, a Tabasco, Arturo Lona Reyes, a Tehuantepec, Emilio Berlié Belauzarán, a Tijuana, que de ahí pasó a Mérida, convertido en arzobispo, y Alberto Rojas García, que por cierto en días pasados se convirtió en obispo de San Bernardino, en California, luego de fungir como auxiliar del arzobispo de Chicago.
Aquí es preciso mencionar un caso más, que escapa a los anteriores. Se trata de un sacerdote que no era originario de Aguascalientes pero aquí residía y trabajaba cuando fue exaltado a la silla episcopal de Sonora, y que por cierto fue también el primer arzobispo de Hermosillo. Me refiero al sacerdote Juan María Navarrete y Guerrero, originario de Oaxaca, en donde nació en 1886. Por vaya usted a saber qué razones, vino a dar acá, en donde fue ordenado sacerdote en 1909. 10 años después fue exaltado a la dignidad episcopal, y consagrado en la catedral de Aguascalientes el 8 de junio de 1919, por parte del obispo diocesano, Ignacio Valdespino y Díaz. Navarrete realizó una importante labor social en Aguascalientes, de tal manera que mereció que la instalación eclesiástica ubicada en la calle Emiliano Zapata, lleve su nombre.
Navarrete fue tan querido en Aguascalientes, que al morir López y González, en noviembre de 1950, se formó una “Comisión Organizadora”, que pretendió que el obispo de Sonora retornara a Aguascalientes, a encabezar la diócesis. Lo hizo con la publicación de un anuncio en El Sol del Centro a principios de febrero de 1951, en el que textualmente se leía: invitar “al pueblo de Aguascalientes a que dé su voto de aprobación, firmando la petición que se enviará a la Delegación Apostólica para que, a su vez, la presente Al Santo Padre a fin de que se nos conceda la gracia de que sea nombrado, si es posible, obispo de Aguascalientes el Ilmo. Sr. Dr. Dn. Juan Navarrete”, cosa que nunca ocurrió.
Finalmente, es preciso decir que el personaje fue hermano de la religiosa Julia Navarrete, fundadora de la congregación de maestras católicas, que tienen a su cargo, entre otras escuelas, el Colegio de la Paz. (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com).