Una Babel donde los constructores se convirtieron en gladiadores
Una Babel donde los constructores se convirtieron en gladiadores
El mundo de la tecnología, sobre todo el de la tecnología informática desde sus inicios ha venido manifestado una peligrosa tendencia hacia la polarización, hacia lo que se suele denominar el «todo al ganador», el «winner takes all», aunque Nada es nuevo bajo el sol, igual desde sus recursos lo hicieron en su mayoría durante décadas los medios escritos, la radio y la Tele. Tiempos viejos, nuevos tiempos que se concatenan en una suma de engaños, desinformación, banalización de las desigualdades, glosa de todos los poderes reales y de facto, indiferencia y omisión. El resultado no podía ser otro más que este complicado tránsito de la vida social subrayado por la falta de coincidencias y el atropellamiento del diálogo constructivo a merced de los combates fratricidas en el ya de por si peligroso río revuelto.
[bctt tweet=»aquí seguimos, viviendo en el espacio y el tiempo de una nueva Babel » username=»crisolhoy»]
Nada o muy poco como abono a una transición democrática que no acaba de madurar y que día a día se empantana para desgaste de las expectativas que generó en un país como el nuestro, este país que se puede afirmar llegó a tiempo a la hora de los cambios inaplazables; Independencia, Ilustración, Reforma, Revolución Social, pero que una y otra vez se vio impedido de llevarlos a buen puerto, bien por los errores de los protagonistas o de sus herederos, bien porque del otro lado triunfó la resistencia al cambio.
Habrá que insistir, lo que vivimos hoy es un modelo de lucha implacable en la que los individuos se enfrentan a pruebas ambiguas, con el evidente sesgo que cada vez más nos conduce potencialmente a que cada individuo interprete desde una reducida óptica que a final de cuentas solo cumple el fin de confirmar su propia opinión, lo que aumenta aún más el contraste entre los individuos opuestos.
¿Hacia dónde entonces?. Sabemos bien que la polarización de las creencias es el fenómeno psicológico por el cual una diferencia de opinión se hace más extrema a medida que se conocen las pruebas opuestas y que ese fenómeno nos atosiga y empantana día a día. La crisis de la democracia se percibe en que algunos de sus valores han dejado de funcionar de manera equilibrada y las expectativas de participación no son compatibles con la complejidad de los asuntos; incompetencia de las élites y paupérrima conciencia social. Es un problema mundial, pero que en México se expresa con magnitudes más catastróficas, sobre todo en esa constatación de una conexión clara entre la ineficiencia del sistema político y la creciente insatisfacción ciudadana que puede dar origen a verdaderas regresiones democráticas. ¿Hacia dónde entonces?.
Asistimos a la consolidación de una gran escisión cuyas consecuencias no pueden ser más que dañinas para una concepción integral y equilibrada de la democracia. Como ya ha advertido algunos pensadores, los problemas que dependen del saber experto irán llevándonos hacia un Gobierno técnico; las demandas de reconocimiento, que se expresan en el lenguaje de la identidad personal, evolucionarán hacia algo parecido al anarquismo. Se asienta así una profunda ruptura entre la razón y la expresión. Hoy podemos constatar que, desde el punto de vista de la legitimidad democrática, tanto el “solucionismo” como el “expresionismo” están sobrecargados.
Llegar a alcanzar una posición monopolística es algo que está en los sueños de toda compañía o ideología política, pero el poder de un monopolio debe ser controlado para evitar que llegue a ser imposible plantear opciones para competir con él. Ese es uno de los dilemas, el de los límites del crecimiento, que el capitalismo ha solucionado peor a lo largo de su historia.
Hay una tendencia bastarda a usar el blanco y el negro, lo fácil, como argumento político. Como la clase política actual no tiene ese discurso ideológico solvente recurren a la Guerra Civil, que para esto es perfecta. Las nuevas generaciones de políticos carecen de ese plano intelectual y recurren a argumentos maniqueos para suplir sus carencias. Como la memoria ha desaparecido en los planes de estudio, el receptor es un joven sin capacidad para razonar esos discursos falsos, emitidos desde la perversón o la llana ignorancia.
Las decisiones de gobierno tienen que basarse en la evidencia científica disponible, pero eso no debe abonar la idea de que la respuesta tecnocrática es la mejor, o la única, opción posible. La política es el arte de gestionar intereses diversos que pueden ser antagónicos. Los políticos no pueden saber de todo en profundidad, pero parte de su trabajo es saber escuchar a los mejores expertos y someter sus iniciativas a evaluaciones independientes.
Por lo pronto, aquí seguimos, viviendo en el espacio y el tiempo de una nueva Babel donde los constructores no solo parecen haber abandonado las grandes tareas de edificación, sino que se han convertido ya en implacables gladiadores, frente a otros implacables gladiadores.
Publicado en “Hidrocálido”. 07.10.2020