YO PLAGIO, TÚ PLAGIAS, NOSOTROS PLAGIAMOS…

YO PLAGIO, TÚ PLAGIAS, NOSOTROS PLAGIAMOS…

“En literatura el plagio se perdona, cuando va acompañado de asesinato”.

Atribuido a Saint-Beuve.

El epígrafe debería ser conocido por la no primera y no dama, pero sí doctora en literatura, aunque sus deslices, tales como confundir el nombre de Amado Nervo, Mamado le llamó, y descalificar a Mario Vargas Llosa tachándolo de decadente y mal escritor secundada por su marido que, para el caso de la literatura tiene tanta autoridad como para hablar de energía eólica, hacen pensar que su doctorado es tan balín como el de la inepta mininistra de la Suprema Cohorte, Falsín Esquivel Moza (moza del Peje, se entiende), que desde luego no ha de tener ni remota idea de Saint-Beuve ni de su aguda cita.

Si hacemos caso del apotegma latino “nihil novum sub sole” que los chairos traducen como solo el Peje es grande y el sol no le llega ni a los tobillos, habría que reconocer que solo él, que descubrió la moral, la economía, la salud como en Dinamarca, la salud como en Haití, la democracia como en Nicaragua y la libertad de prensa como en Cuba, ha sido medianamente original, sin embargo hay que subrayar que la corrupción no tiene nada de original, que la mentira surgió desde el Paraíso Terrenal y el engaño lo patentó la Serpiente, aunque como ya venció la protección de los derechos de autor del titular del Averno y de las obras de sus creaturas el presidente López Obrador y muchos de su calaña, mienten, aunque AMLO tiene fuero, que basta leer la Constitución para comprobarlo y desmentirlo a él y a los cuaternarios que afirman lo contrario.

La mininistra Falsín, incurrió en un doble error, quizás triple-play (para hablar en macuspano antiguo), primero copió el trabajo de un compañero tan burdamente que cualquiera que no sea chairo lo puede detectar, segundo incurrió en el primer pecado el de la soberbia, pensar que no sería detectado y que en todo caso sus amarres y compadrazgos (que no existen pero suceden) le darían impunidad y, tercera, en este caso la peor, en vez de echarles tierrita a sus heces las ha desparramado y embarrado a dos o tres “profes” que se han sometido a escribir unas cartitas disculpatorias tan ambiguas que como alguna vez escribió el profesor Edmundo Gámez Orozco, gobernador de Aguascalientes, es una “loa que desloa lo que loa”, ya ensayado con resultados contraproducentes dos o tres versiones distintas de justificación. La más peor es la que sostiene que su trabajo fue el plagiado, porque lo inició desde 1985, aunque los que tenemos idea de como se prepara y elabora una tesis, sabemos que el proceso sólo el pasante lo conoce y algo el director de la tesis. Increíble su versión, menos aún porque en su versión de la tesis, hay citas de 1986 y 1987 que no podían haber sido escritas en el ‘85.

Su anémica “defensa” (hay que llamarle de alguna forma) es un claro ejemplo de lo que no debe ser un alegato jurídico, ni una sola prueba, sólo elucubraciones. Cualquier abogado sabe, aunque haya plagiado su tesis, que en derecho cuenta lo que se prueba. Cuando se apela a argumentos ad hominem, cuando se interpolan consideraciones que no vienen al caso, cuando no se desvirtúa la prueba documental, cuando se pretende utilizar el argumento de autoridad, cuando se apela a la reconvención sin pruebas, se demuestra no solo la pobreza de criterio, la ignorancia de la ley, la pobreza de espíritu y lo que es peor, que los cuarenta años de ejercicio profesional no le han dejado el más leve poso de criterio jurídico.

Volvamos al plagio, evidentemente todos plagiamos, se escucha una expresión, por inadecuada que sea, alguien la repite y termina por volverse una minimoda, por ejemplo, un reportero de policía se refiere a un hombre como masculino y la borregada repite un masculino de veinte años, por ejemplo. Masculino es un género gramatical. Otro ejemplo, alguien por carencia de seso dice “lo balearon”, en vez de “le balacearon” aunque el balazo es la acción de disparar una bala con una arma, balear sería aventar las balas hasta con la mano. Una más, ahora todo es “tema”. El tema del clima, el tema del helicóptero, el tema de las “felices fiestas”, y hay que insistir, no todo es tema, no es tema…

Sin embargo cuando se trata de un trabajo intelectual, de una creación artística, de una invención científica, de un proceso industrial, de una mejora de un algoritmo, de una marca comercial, y otras semejantes, están protegidas por la ley, no sólo en cuanto a las regalías o utilidades, que su merma implicaría daños y perjuicios que debería pagar el copión o plagiario, sino que su plagio puede tener imbíbitas otro tipo de responsabilidades, hasta de orden penal.

Si lo trasladamos al área académica el plagio es una conducta indigna de alguien que pretenda ostentarse como profesional, más aún si se trata del medio para obtener un título académico que le permitirá acceder a una patente para el ejercicio profesional. La Universidad certifica con el otorgamiento del título que el recipendario no sólo tiene los conocimientos, el criterio y el discernimiento sino también los valores propios de la academia, de la universidad y de la carrera que ejercerá. Recuerdo que la protesta profesional en la UNAM en la Facultad de Derecho, decía, palabras más o menos: La Universidad reconoce en usted que tiene las características personales para ejercer la profesión y no olvide que quien solicite sus servicios confiará más que en sus conocimientos en su lealtad y honradez.

Las pruebas son abrumadoras: la igualdad, que no semejanza, no deja ninguna duda: un texto se copió del otro, sus consecuencias tendrían que ser la nulidad del título del plagiario. Las circunstancias parecerían indicar que la mininistra fue la plagiaria. Habría que esperar la resolución de la UNAM. Entre tanto la defensa de la señora Falsín es tan torpe, tan mala, tan tendenciosa, tan mentirosa de acuerdo con los textos, tan carente de argumentos y nula de pruebas, que no puede uno menos de pensar que es una persona incapaz e indigna de ser una juzgadora, mucho menos una ministra y Dios nos guarde de que fuera presidenta de la Corte.

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Jesús Eduardo Martín Jáuregui

Abogado, maestro universitario, taurino en retiro, lector compulsivo y escribidor catártico. Egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, Notario Público 19 en Aguascalientes México, Ex-presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Ags., Integrante del Comité Técnico del Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura, maestro de Derecho Romano y de Hermenéutica Jurídica en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, miembro fundador de la Academia Mexicana de Derecho Notarial, miembro correspondiente del Seminario de Cultura Mexicana.

Jesús Eduardo Martín Jáuregui

Abogado, maestro universitario, taurino en retiro, lector compulsivo y escribidor catártico. Egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, Notario Público 19 en Aguascalientes México, Ex-presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Ags., Integrante del Comité Técnico del Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura, maestro de Derecho Romano y de Hermenéutica Jurídica en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, miembro fundador de la Academia Mexicana de Derecho Notarial, miembro correspondiente del Seminario de Cultura Mexicana.

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