4 PINCELADAS SOBRE OSWALDO BARRA CUNNINGHAM EN EL CENTENARIO DE SU NATALICIO #2

4 PINCELADAS SOBRE OSWALDO BARRA CUNNINGHAM EN EL CENTENARIO DE SU NATALICIO #2

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En 1981, recién egresado de la carrera de Ciencia Política en la UAM Iztapalapa, en el que fue mi primer trabajo profesional, debí hacer una revisión más o menos exhaustiva del diario de la Organización García Valseca, El Sol del Centro, en sus publicaciones de la década que va de 1956-66.

Aceptablemente entrenado para ver la prensa, analizarla, leer entre líneas; interpretar los signos impresos en el papel, y/o debajo de ellos, de acuerdo a los usos del sistema político mexicano de la época, la experiencia fue por decir lo menos, gratificante, aleccionadora, y frecuentemente divertida, porque lo que encontré fue una prensa enfrentada con el gobernador, por múltiples motivos.
Parecía que los diarios locales estaban al acecho del mandatario, listos siempre para lanzarse contra él, al más mínimo gesto, por cualquier razón.

Precisamente el tema de los murales fue una de ellas, porque en rigor la propuesta de Barra fue provocadora. Como señalé en la pincelada anterior, el chileno realizó una crítica de algunos aspectos de la vida social del estado. Además, proyectó algunas visiones, digamos, incómodas de nuestra historia particular.

Vayan tres ejemplos de lo anterior: Barra pintó a un fraile franciscano al lado del conquistador, como si hubieran sido aliados en el genocidio de los indios en los momentos fundacionales del mestizaje; en otra parte muestra al dictador Antonio López de Santa Anna, los ojos inyectados, concediendo la libertad de Aguascalientes de la tutela zacatecana, y al mismo tiempo apuñalando al país durante el tremendo episodio de la guerra contra los Estados Unidos. Finalmente, Barra presentó a la prensa y a la justicia como dos alegres prostitutas, justamente en la pared de las oficinas que ocupaba el personal de la Procuraduría General de Justicia.

Estos y otros elementos propiciaron una polarización en los sectores pensantes de la ciudad, que convirtieron las páginas de los diarios locales en cruentos campos de batalla, en los que sin embargo predominaron los enemigos del pintor y de su obra, cosa que por lo visto tuvo sin cuidado a este último, puesto que a final de cuentas terminó con su obra.

En cuanto a los protestantes, de nada valieron sus diatribas y peticiones de que el mural fuera borrado, o mínimo, tapado: la obra plástica sigue ahí, atrayendo la atención de quienes visitan el edificio gubernamental.

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Nací al sexto día del gobierno del ingeniero Ortega Douglas. Creo que en parte por esta razón siento un interés especial por este periodo de la Historia Matria. Prueba de ello es mi tesis de maestría, que se refirió a este lapso. Pero no es eso lo que me interesa ahora, sino el hecho de que crecí con los murales del Palacio de Gobierno; para mí siempre han estado ahí, y sólo mucho tiempo después de conocerlos supe cuando habían sido pintados. Quizá por esto; quizá por el hecho de que para cuando adquirí uso de conciencia, ya todos los grandes muralistas habían desparecido, concluí que lo mismo había ocurrido con quien había pintado los de Aguascalientes.

Entonces me llevé la gran sorpresa cuando me enteré que no sólo no era así, sino que además regresaría a la ciudad y pintaría otros dos murales. Desde luego surgió en mí el deseo de conocerlo y, de ser posible entrevistarlo. Esto ocurrió en diciembre de 1989, cuando el artista comenzaba a dar forma a su mural sobre los colores nacionales, justo en la pared de las oficinas del Gobernador.

Así que me apersoné en el edificio gubernamental. El pintor estaba en el andamio, domando un caballito que quizá se negaba a quedarse quieto en la pared. Bajó, me presenté y solicité la gracia de la conversación y esta me fue concedida, quizá porque el hombre viera en mis ojos la admiración que sentía por él. Así que regresé al día siguiente, armado con una de esas grabadoras bromosas, que a además de grabar audio, reproducían casets –ni siquiera tenía una grabadora de reportero, todavía-, y mi cámara fotográfica.

Seguí viéndolo de cuando en cuando hasta que concluyó con su obra, e incluso en alguna ocasión conversamos en su casa de la calle de Grecia.

La entrevista fue publicada en el primer semestre de 1990 en la revista del ICA Espacios. (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com).

Carlos Reyes Sahagún
Carlos Reyes Sahagún

Profesor investigador del departamento de Historia en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, Cronista del municipio de Aguascalientes.

Carlos Reyes Sahagún

Profesor investigador del departamento de Historia en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, Cronista del municipio de Aguascalientes.

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