Juicio y elección
Según Bobbio (El futuro de la democracia, 1996), la idea de la revocación de mandato –se corresponde con la democracia directa— proviene de Marx [existen antecedentes remotos en la democracia ateniense; Juan de Salisbury propuso la rebelión contra el rey si se convierte en tirano; entre varios más]. Marx, en sus reflexiones sobre la Comuna de París, explicó que estaba compuesta “por consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos cargos, responsables y revocables en cualquier momento” (P. 56). En algunas legislaciones contemporáneas, va en paralelo con el juicio político, la destitución mediante procedimientos electorales o parlamentarios.
No obstante, “la representación por mandato no es propiamente la democracia directa, [pero] se puede considerar como un punto intermedio entre democracia representativa y democracia directa” (P. 60). “… entre la forma extrema de democracia representativa y la forma extrema de democracia directa hay un continuum de formas intermedias, un sistema de democracia integral puede abarcar a las dos, a cada una de acuerdo con las diversas situaciones y las diferentes necesidades … adaptables a diversas situaciones y necesidades perfectamente compatibles entre ellas” (Loc. Cit.)
Según Rousseau y los autores de El Federalista, la democracia directa sólo es posible en una república pequeña, como lo fue la ciudad-Estado en la Atenas clásica de los siglos V y IV (61). El referéndum, “única institución de democracia directa”, explica Bobbio, “es un expediente extraordinario para circunstancias excepcionales”. (P. 62)
En la expansión de la vida democrática, “el flujo del poder no puede tener más que dos direcciones: o es descendente, es decir, se mueve de arriba-abajo, o es ascendente, de abajo hacia arriba”. El ejemplo “típico” del primero es “el poder burocrático”; en el segundo, es “el poder político … en nombre del ciudadano”. En este caso, se amplía el rango de relaciones: del ciudadano (esfera política), al del ámbito social según su estatus social, propietario, oficio, consumidor, usuario, etc. “Es el paso de la democracia política a la democracia social”, que se extiende a “las diversas articulaciones de la sociedad civil” (P. 63). Según Bobbio, la democracia representativa así se abre a nuevos espacios, otrora dominados por el poder burocrático o jerárquico. Es el tránsito “de la democratización del Estado a la democratización de la sociedad”. Obviamente Bobbio se refiere a Europa occidental, en las cuales todavía, empero, hay camino por hacer, así como en Europa oriental. En América Latina, y México en particular, los escenarios y la realidad son diferentes.
Las estructuras de la representación que aseguren un modelo funcional, no pueden elaborarse en abstracto “sin tener en cuenta las posibilidades y los límites de los mecanismos institucionales” (Cotta, Op. Cit. P. 1429), especialmente las condiciones de la realidad material, histórica, clasista.
Las elecciones son, al mismo tiempo, un “juicio” y una “elección” que se refieren tanto a personas como a programas y actos políticos. En el primer caso, el elemento es la confianza, que recae sobre la personalidad del candidato-representante; en el segundo, “sobre la determinación preventiva de las decisiones políticas, casi una estipulación de compromisos vinculantes entre candidatos y electores”. (Cotta, p. 1430)
Ello, en teoría, pero, en la realidad, “las benditas redes sociales” y los medios informativos impresos y electrónicos, hábil y audazmente utilizados por los aparatos propagandísticos, centralizan la atención del electorado en el personaje antes que en las propuestas políticas. Ello se acentúa a partir del hecho por el cual el aspirante al cargo público es transmutado por la mercadotecnia a imagen virtual, estrella mediática o liberador político o redentor social. Aunado al dispendio pecuniario, no pocas veces escandaloso y, con frecuencia, de origen opaco.
La representación presupone un complejo entramado de derechos políticos y civiles que facilitan la formación y manifestación de la voluntad política de los representados. A ello se agregan los factores culturales y el carácter de la participación (pasiva, activa), así como la presencia de lo que llaman “élites políticas alternativas”, capaces de asegurar la dinámica competitiva y de ofrecer la posibilidad de alternancia o de “recambio”. Lo cual, hipotéticamente, es parte de esa posibilidad de “control” del gobernante por el ciudadano.
Otro elemento moldea la representación: la comprensibilidad de los asuntos públicos, entendidos como proceso de comunicación de ida y vuelta entre representante-candidato y electorado, en el rejuego de concepciones sustantivas, fraseología, estereotipos ideológicos, manipulación de aspiraciones que juegan maliciosamente con anhelos, iracundia, frustraciones y esperanzas.