DESVANECIMIENTO DE LA ÉTICA, EL RESQUEBRAJAMIENTO DEL ORDEN JURÍDICO, DESEO Y CINSISMO. HOMBRES SIN DIMENSIONES.

DESVANECIMIENTO DE LA ÉTICA, EL RESQUEBRAJAMIENTO DEL ORDEN JURÍDICO, DESEO Y CINSISMO. HOMBRES SIN DIMENSIONES.

LA RUPTURA DE LOS CÓDIGOS ÉTICOS.

ÉTICA Y CORRUPCIÓN.

[bctt tweet=»El problema ético actual es central y requiere de una meditación serena.» username=»crisolhoy»]

El problema ético actual es central y requiere de una meditación serena. Para esta reflexión, nos hemos basado en el libro de W. M. Reisman: «¿Remedios contra la Corrupción” (1979)?, en diversos trabajos de E. Durkheim y de C. Lévi-Strauss y en investigaciones nuestras sobre la conformación de los mitos sociales en el México actual (ver nuestros libros: “México, economía mito y poder”, “Sociedad y economía en la vida cotidiana de México” y “Dinero, Trabajo y Poder”.

El estudio de la corrupción por parte de Reisman, está basado en la diferencia y relaciones de correlación y tensión entre lo que él denomina sistema mítico y código práctico.

El sistema mítico lo constituye el conjunto de imágenes y valores sociales a los cuales una persona se debe adaptar para ser socialmente aceptado. Desde nuestro punto de vista no sólo intervienen imágenes y valores sociales; hay que tomar en cuenta además, los mitos de referencia, las creencias y la ideología, todo ello para configurar ideales colectivos que forman representaciones colectivas las cuales son vitales para todo proceso social. En términos más directos, podemos asimilar el concepto de sistema mítico al de una ética existente en un momento dado.

[bctt tweet=»El sistema mítico es así, la referencia que guía la conducta de las personas que habitan bajo su comando.» username=»crisolhoy»]

El sistema mítico es así, la referencia que guía la conducta de las personas que habitan bajo su comando.

Siguiendo a Reisman, el sistema mítico o ética social está constituido por cuatro referencias importantes:

a) Implica normas de comportamiento para sus habitantes.

b) Es un instrumento esencial de la cohesión social.

c) Establece una referencia clara para la definición y normatividad de las lealtades de las personas hacia otra personas y hacia las instituciones .

d) Es el patrón de referencia fundamental para juzgar lo bueno y lo malo, así como la bondad y éxito moral de una persona.

Esta consciencia colectiva es vital para todo funcionamiento adecuado de la sociedad. La consciencia colectiva es la expresión básica del hecho social y, la degradación de esta consciencia colectiva, va a la par con la degradación social. Sin consciencia colectiva lo social sólo sería una superposición de individuos sin nada en común y que difícilmente pueden vivir juntos. La degradación de la consciencia colectiva va a la par de un aumento de la patología social y de un estallamiento de la violencia, es decir, de la anomia social.

Está claro que si toda sociedad cuenta con un sistema mítico de referencia, la conducta normal de las personas no siempre se ajusta a lo que en él se establece. Para Reisman el alejamiento de la conducta de las personas del sistema mítico, tiene dos vías fundamentales:

[bctt tweet=»El hecho de que en una sociedad no todas las personas sientan con la misma fuerza los imperativos del sistema mítico, implica que la conducta de muchos de ellos tiende a alejarse de esta norma moral de referencia.» username=»crisolhoy»]

a) El hecho de que en una sociedad no todas las personas sientan con la misma fuerza los imperativos del sistema mítico, implica que la conducta de muchos de ellos tiende a alejarse de esta norma moral de referencia. En muchos casos este alejamiento es catalogado por la sociedad como criminal o corrupto. Nos encontramos aquí ante el concepto de Durkheim de que el crimen es normal «Yo he dicho que útil o nó, el crimen es en todo caso normal ya que él está ligado a las condiciones fundamentales de la vida social; esto es así puesto que no puede haber sociedad en la que los individuos no diverjan en más o en menos del tipo colectivo (la moral colectiva) y que, entre esas divergencias hay algunas que necesariamente presentan un carácter criminal» (E. Durkheim «Textes 2. Religión, Moral, Anomia. 1975 p. 176).

b) Hay algunos grupos sociales que se encargan de establecer mecanismos elaborados y estructurados por medio de los cuales se rompe con el sistema mítico. Estos mecanismos son los que Reisman denomina el «código práctico». Este código práctico corresponde a lo que en mil ocasiones se dice al referirse «eso está bien en teoría, pero en la práctica, las cosas son diferentes», o bien cuando se señala «hay que ver las cosas con espíritu práctico». Cuando socialmente se habla así, generalmente se están refiriendo a una ruptura con el sistema mítico, la cual se justifica en términos de «necesidades prácticas». Esta ruptura es el código práctico. La corrupción suele ser la implementación de un código práctico.

Reisman señala que cuando la élite dominante en un país rompe el sistema mítico, suele invocar algún tipo de código práctico para hacerlo. Se habla de «razones de estado», de la necesidad del secreto que garantice la eficiencia, de la necesidad práctica de los procesos comerciales y financieros, etc. El hecho es que todo este tipo de razones y justificaciones, buscan estructurar y legitimar socialmente la ruptura con el sistema mítico. Nótese, especifica Reisman, que no se trata de eliminar el sistema mítico sino mantenerlo al tiempo en que se busca justificar que algunas conductas de la élite, se puedan alejar de él.

En todo proceso social hay una relación de tensión entre el sistema mítico y el código práctico. Esta tensión deriva de la correlación de fuerzas sociales, del grado de legitimidad social de la élite política y económica y de la participación de la sociedad civil en la determinación y aplicación de las leyes en las que se expresa el sistema mítico.

De todas formas, aún en los sistemas democráticos, la élite tiene para Reisman, varios mecanismos para darles vigencia a sus códigos prácticos. Mencionemos tres de ellos:

a) El blutkitt o cemento de sangre. Es un viejo sistema conocido por todas las mafias, que consiste en corromper y/o hacer criminal a todo elemento sospechoso de realizar denuncias.

b) La ley simulada. Es un mecanismo usado entre la presión social que exige moralidad por parte de la élite. El mero hecho de legislar produce una catarsis social y «asegura a las masas que el gobierno está haciendo lo que debe, o sea, haciendo leyes.» (Reisman 1979 p. 63.). Se trata de leyes que tienden a reforzar los postulados del sistema mítico, pero que no tienen ninguna implicación en el comportamiento práctico de las personas.

c) La ley imperfecta. Es el mismo caso que el anterior, pero ahora, esta ley, puede tener consecuencias sobre el comportamiento de las personas. El caso es que la ley tiene algunos huecos o imperfecciones que la hacen inaplicable. O en todo caso, cuando la ley está correctamente formulada, se colocan a personas incapaces para llevarla a la práctica.

Los códigos prácticos conducen a la corrupción y al soborno. Siguiendo a Reisman, se pueden distinguir tres tipos de soborno: de transacción, de variación y de compra descarada.

El soborno de transacción «es un pago hecho en forma rutinaria y generalmente impersonal a un funcionario público, para obtener o acelerar la realización de su función prescrita» (Reisman 1979 p.142). Aquí no se trata de violar la ley, sino simplemente de garantizar su cumplimiento o acelerar su ejecución. Es el soborno para «aceitar» o «lubricar». No es un soborno que cause perjuicios importantes a la sociedad. Incluso, cuando su costo está al alcance de las grandes masas, es un mecanismo que garantiza el cumplimiento de la ley.

En el soborno de variación, se busca la alteración de la ley; evitar que ésta se cumpla en un caso determinado. Este soborno tiene dos variantes: el que se realiza para que la ley existente no se cumpla; y, el que busca modificar la ley en beneficio de un grupo de interés (económico o político) determinado. Por sus implicaciones sobre la ley es un soborno que casi siempre es contrario a los intereses de la sociedad civil.

La compra descarada no es un soborno que incida sobre la ley, sino que conduce a la compra directa de una persona para que actúe en el sistema político, legal o económico en beneficio de un grupo de interés. Aquí se compra directamente al funcionario público, comercial, etc. Aquí nos encontramos con el sistema de lealtades; se supone que una persona está al servicio de una lealtad (validada por el sistema mítico) aunque en la práctica, sirve a otra lealtad que lo soborna. Es un sistema que altera los sistemas de lealtades socialmente reconocidos.

El soborno es un elemento presente en casi todas las sociedades, de hecho lo podemos ver como una relación entre poder y riqueza (Reisman 1979 p. 75). La riqueza paga los servicios del poder no sólo en dinero sino en aceptación social del mismo. El sistema mítico y la ley suelen implementar mecanismos «desagradables» o que conducen a «ineficiencias», etc.; el soborno, es el instrumento para superarlos. Por medio del soborno la riqueza consigue los servicios del poder, al tiempo en que el poder adquiere la riqueza.

El soborno y la corrupción han existido en muchos de los sistemas sociales implementados por el hombre. El capitalismo no es un sistema adverso al soborno. Por el contrario, en él el soborno ha sido un mecanismo muy usual de las relaciones entre el poder y la riqueza. Además, se debe tomar en cuenta el soborno comercial. Este consiste en el pago de comisiones para garantizar que un comprador adquiera determinado producto en lugar de otro, que puede ser similar o incluso inferior, en la relación calidad precio. Las comisiones constituyen uno de los más usuales y comunes sobornos ya casi institucionalizados por los códigos prácticos de diversos países; de hecho, se trata de transacciones comerciales que violan de alguna manera, las denominadas leyes del mercado, encarecen los productos y servicios, al tiempo en que reducen su calidad.

En esta REFLEXIÓN no estamos juzgando la benevolencia o el posible carácter antiprogresivo de los sistemas míticos. Ellos se encuentran sujetos a reformas y reestructuraciones. Además, siempre es mejor que así sea ya que, socialmente, la dictadura de un grupo dogmático que impone un sistema mítico se puede considerar como una catástrofe social. Sin embargo, nosotros creemos que hay momentos en que los códigos prácticos se imponen y el soborno se tiende a institucionalizar y la corrupción llega a tales niveles, que el sistema mítico tiende a desarticularse y a perder fuerza. Este es un momento difícil para los procesos sociales, siguiendo a Durkheim podemos denominar a este proceso como de «anomia social».

Cuando el soborno se institucionaliza y la corrupción se extiende, la anomia tiende a prevalecer. Es un momento en que la violencia social ciega, tiende a establecerse. En él, son las clases inferiores las que resienten las peores consecuencias; ellas no reciben ningún beneficio del soborno y la corrupción y son la parte fundamental sobre las que cae la violencia social.

Un caso más grave de anomia es cuando el soborno se incorpora al sistema mítico general, aquí el soborno de variación y la compra descarada se viven como válidos por el sistema mítico general. Esto último es lo que se ha venido viviendo en los últimos años de la sociedad mexicana. El soborno ya es parte del sistema de valores y se encuentra institucionalizado; este hecho abarca tanto a la élite política como a la económica.

RESQUEBRAJAMIENTO DEL ORDEN JURÍDICO.

Desde nuestro punto de vista, un caso más grave de anomia es cuando el soborno se incorpora al sistema mítico general; aquí el soborno de variación y la compra descarada, se viven como válidos por el sistema mítico general. Esto último es lo que se ha venido viviendo en los últimos años de la sociedad mexicana. El soborno es ya una parte del sistema de valores y se encuentra institucionalizado; este hecho abarca tanto a la élite política como a la económica. En Reflexiones anteriores, hemos visto sus consecuencias sobre distintos aspectos de la vida política, social y económica.

Nuestros análisis indican que el problema no es que en México exista criminalidad, corrupción y soborno, sino que éstos han llegado a tal grado, que no sólo rompen violentamente el código mítico y la consciencia colectiva sino que la magnitud de ellos, es traumática y patológica para la sociedad. La sociedad como el cuerpo humano, es capaz de reproducirse adecuadamente con una cantidad determinada no muy alta de elementos patógenos pero, cuando estos elementos patógenos sobrepasan determinado límite, la sociedad se enferma. En México la dosis de elementos patógenos ya es excesiva y la enfermedad es muy grave.

Lo peor es que los códigos prácticos que se usan para evadir la ley y la ética social por parte de la élite (económica y política) no sólo generan una cantidad excesiva de elementos patógenos sino que además, y lo peor, es que han generado tanta confusión que han trastornado las bases del sistema mítico y de las representaciones colectivas en que se funda la ética social. Lo que vivimos es la desarticulación de la estructura de la ética social en que se fundaban las representaciones colectivas que eran el sustento de la sociedad mexicana. El cinismo con que se practica el código práctico ha rebasado todos los límites y está destruyendo los cimientos de nuestra sociedad.

Nuestra legislación parece estar dada por leyes imperfectas o simuladas, hechas al vapor y votadas en su mayoría rápidamente en las cámaras por el PRI. Además, la aplicación de la ley parece provenir de pactos de sangre realizados en el interior de las élites políticas y económicas. Al principio del sexenio de E. Zedillo, en su discurso inicial, se nos prometió un estado de derecho; lo que vivimos es el caos y la anomia.

EL HOMBRE DESCENTRADO

Cuando hablamos de crisis ética no nos referimos a la desaparición de viejos valores y a la presencia de nuevos valores sociales y humanos. La crisis ética actual no proviene de una añoranza de viejos tiempos o del arraigo a ciertos valores que se pierden; nuestro punto de vista no se encuentra ligado a aquel verso de Don Jorge Manrique que dice «cómo a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor». Nuestro punto de vista sobre la crisis ética, proviene de la observancia del hombre actual en términos de sí mismo, sin establecerle ningún valor ético previo que nosotros podríamos juzgar como superior.

La crisis ética de hoy día es observable y se puede analizar sin juicios previos siguiendo simplemente el precepto sociológico de Durkheim sobre el sentido de estudiar el hecho social tal y cual es.

Antes de entrar a especificar lo que para nosotros constituye la crisis ética de la actualidad, debemos señalar que la economía no es el simple producto de leyes abstractas dentro de las cuales el ser humano es un simple resultado de las mismas. Por el contrario, lo económico no existe en la naturaleza como tal y por lo tanto, es el ser humano en su propia acción, quien construye lo económico. Ahora bien, la crisis ética nos constata que el ser humano que actúa y construye eso que denominamos economía, es un ser humano en tensión consigo mismo, sin valores claros que lo guíen y sin referencias claras que lo integren en lo social; quizá la ANGUSTIA Y LA TENSIÓN, son elementos fundamentales bajo los cuales, el hombre actual ejerce en lo social, en lo económico y en lo político. Esta es una caracterización que nos separa profundamente de la teoría económica dominante: para ella, lo clave en el agente económico es la racionalidad; para nosotros, el agente económico actual vive cada vez más dominado por un vacío interno y espiritual dentro del cual, la angustia y la tensión son los motores claves que impulsan su actividad.

LA CRISIS ÉTICA.

En esta REFLEXIÓN usamos la palabra ética desde un punto de vista más amplio que el meramente religioso. El hombre, al tratar con sus semejantes y al interactuar dentro de su ecosistema, tiene que valorar a los seres humanos y a los elementos del ecosistema dentro del cual se encuentra inmerso. La valoración del semejante, lo hace condenar el crimen; la prohibición del incesto, lo hace buscar pareja en el exterior del grupo de descendencia del cual se considera como parte intrínseca; sus necesidades de reproducción social y biológica, lo conducen a valorar los elementos de su ecosistema. Su intrínseca vanidad y deseos de poder, le hacen dar una segunda valoración a los elementos del ecosistema que anteriormente había valorado exclusivamente en términos de su consumo necesario y que, ahora revalora en forma mucho más importante, en función de su vanidad (deseos de distinguirse sobre los otros), de su envidia (dolor interno por el placer ajeno) y de su infinita ansiedad de poder (control de sus semejantes).

No ha habido ni parece que pueda haber, una sociedad sin valores y creencias. Pero el hecho es que no siempre las sociedades han podido formar estructuras de valores y creencias que les permitan una reproducción adecuada que no únicamente sea satisfactoria desde el punto de vista material sino que también lo sea desde el punto de vista espiritual. Estas sociedades generan individuos escindidos de sí mismos y de su proceso social, lo que conduce no solamente al temor, la insatisfacción y la angustia, sino también a una falta de control sobre la violencia social interna. Nosotros pensamos que la sociedad actual y naturalmente que incluimos a México, está enferma, puesto que no tiene capacidad de generar una estructura de valores y de creencias que le permitan una evolución satisfactoria. A ESTE FACTOR ES AL QUE DENOMINAMOS LA CRISIS ÉTICA DEL HOMBRE MODERNO.

EL HOMBRE DESCENTRADO; EL HOMBRE SIN DIMENSIÓN.

Generalmente, los valores sociales (todos los valores son culturales) surgen de diferentes centros que la misma sociedad ha configurado: creencias, religión, relatos míticos, etc. Deben tomarse en cuenta también, los valores provenientes de la reproducción familiar. Nos encontramos además, con valores correspondientes al honor (civil o militar), al patriotismo, al trabajo, a la producción artística y científica, etc.. Otra importante fuente de valores es el poder económico, los cuales emanan de las transacciones cotidianas comerciales, de la simbología imaginativa que genera el dinero y del propio poder económico que tienen las capas que cuentan con los mayores recursos.

No hay un centro único generador de valores; en casi todas las sociedades ha habido varios de ellos. Los valores provenientes de un centro no tienden, necesariamente, a dominar a los valores provenientes de otros centros; por lo contrario, entre ellos suele haber relaciones de correspondencia armónica, pero también puede darse la contraposición de valores, así por ejemplo, es común que cientos de valores familiares se contrapongan a otros de tipo social. Solamente se necesita una coherencia parcial entre los valores, ya que una incoherencia global conduciría a conflictos de conciencia y sociales muy fuertes.

Regresando a la crisis ética de nuestros tiempos, podemos decir que, a diferencia de otras sociedades en las cuales había centros generadores de valores permanentes que tenían un nivel jerárquico similar, en la sociedad actual suceden cosas muy diferentes debido a que hay la tendencia para que sea un solo centro generador de valores el que tienda a dominar y a subordinar a todos los demás valores.

Por ejemplo, con anterioridad, los valores religiosos convivían con los del honor y con los del prestigio del dinero. Existía la doble relación de coherencia y de tensión entre estos centros generadores de valores, pero había claridad para los componentes de la sociedad, sobre la estructura de valores existente y lo que implicaba el ajustarse (o nó) a una u otra fuente valorativa.

Hoy todo ha cambiado. El dinero no solamente tiende a predominar sobre todos los otros centros generadores de valores sino que además, tiende a subordinarlos e incluso, a cuantificarlos en términos de dinero.

El hecho es que, al subordinar a los otros centros generadores de valores, lo que en realidad hace, es suprimirlos como centros generadores de valores y que todo quede en términos del Dios Dinero. Parecería que ni en la edad media, la religión católica pudo imponer a su Dios como el centro global imanador de toda estructura valorativa social; en ella el valor proveniente del nacimiento (la nobleza) seguía siendo fundamental, lo mismo que el honor civil y militar; además y a pesar de las continuas reprimendas teológicas, el dinero siguió jugando un papel importante. Ahora el dinero parece jugar cada vez más, ese papel central y casi único, que otras sociedades y otras épocas le negaron a Jesucristo, Mahoma, Buda, etcétera.

De esta manera, la tendencia es que el hombre pierda un conjunto de centros generadores de valores en función de lo que parecería ser un nuevo centro único generador de valores: el dinero. El hombre se volvería como ya lo dijo un autor: un hombre unidimensional. Sin embargo, esto no es así, puesto que el Dios dinero es radicalmente distinto a los Dioses de las otras religiones. Los otros Dioses generaban creencias claras y una ética con preceptos bien establecidos en el interior de teologías coherentes. En cambio el Dios dinero es vago, confuso, efímero, variante en sus preceptos y ambivalente frente a sus seguidores y creyentes.

Si hubiese que definir al dinero en términos de creencias y en función de ser centro que emana valores, podríamos decir que es la PLENITUD DE LA NADA. Las distintas religiones suelen ofrecer a sus creyentes un acceso a la interiorización con su Dios; en el dinero ese acceso está negado, pues entre más se tiene, más se siente la carencia del mismo. La búsqueda del éxito no conduce a preceptos claros de conducta y de valores sociales sino que suele impulsar excesos peligrosos a los cuales la propia sociedad tiene que poner límites legales. El código de conducta que propone el dinero es ambivalente y confuso, al mismo tiempo que impulsa la honestidad que facilita los tratos comerciales, también impulsa la trampa y la componenda en aras del éxito. Por eso el dinero es un centro que engendra valores confusos y contradictorios y por tanto, no puede suplir las funciones de los valores generados por otros centros.

Tómese en cuenta que el Dios dinero tiene una carencia clave y vital frente a todas las otras creencias y deificaciones; se trata de la comunicación con el más allá. Las religiones propician una comunidad de vivos y muertos, le dan al hombre un conjunto de valores ante la muerte y establecen lenguajes para la comunicación con el más allá. El Dios dinero es incapaz de cumplir estas funciones; es un Dios parcial que no ofrece valores frente a algo tan substancial como es la muerte y el más allá.

En síntesis, por configurar valores sin coherencia lógica entre sí y por carecer de valores ante la muerte, el dinero es un falso centro generador de valores.

El problema de la crisis ética es que, precisamente es este falso centro generador de valores el que se está convirtiendo cada vez más, como la única fuente de valores que, por determinar y cuantificar a las otras, de hecho, las anula. Parecería como si nos estuviésemos convirtiendo en unidimensionales, en virtud de que nuestras consciencias las tiende a configurar el Dios dinero; pero de hecho, lo que realmente nos sucede, es que CARECEMOS DE DIMENSIÓN, puesto que nos tiende a determinar un FALSO CENTRO GENERADOR DE VALORES.

Así, el hombre contemporáneo vive un vacío interior que lo desgarra. En la plenitud del mercado, encuentra la NADA de su autoconsciencia. ES PRECISAMENTE ESTE VACIO, ESTA CARENCIA DE CENTROS GENERADORES DE VALORES, LO QUE, DESDE NUESTRO PUNTO DE VISTA, CONSTITUYE LA CRISIS ÉTICA DEL HOMBRE CONTEMPORÁNEO.

Está claro que, ante esta crisis ética, el hombre busque su tabla de salvación en cualquier cosa, de este modo brotan con gran fuerza, todo tipo de creencias; surgen nuevos mesías que encuentran abundantes seguidores; florece la evasión por medio de la droga y el alcohol; renace el espiritismo y una multitud de prácticas mágicas; resurgen nacionalismos milenarios y en fin, se robustece el racismo y el odio al semejante.

La plenitud de mercancías se corresponde con el vacío de las conciencias. El mercado de los sumos sacerdotes neoliberales, ha propiciado a los yuppies, ha impulsado al Dios dinero, pero nos deja como herencia un vacío interno y una violencia social externa.

El mundo del dinero es también el mundo del hedonismo, del placer. Evidentemente que no se puede hablar contra el placer, éste es algo positivo para el individuo y para la sociedad. El problema no está en el placer sino en la configuración que el dinero hace del placer y en la forma en que este tipo de placer se nos impone como la única posibilidad.

Hoy día el placer es cada vez menos la satisfacción de una necesidad biológica, cultural, espiritual, sexual, etc.. El placer se liga cada vez menos, a las necesidades y cada vez más a los deseos; deseos que ya no surgen de nuestra propia relación interna e individual, o externa y social; no, los deseos no provienen de nosotros mismos, los deseos hoy día surgen de la TV, hoy día hay que agregar las redes sociales y la enorme cantidad de información que llega por los celulares, esta información contiene algunas verdades, pero también verdades a medias, mentiras, manipulaciones, falacias, generando así exceso de información que el ser humano es incapaz de procesar adecuadamente y además deseos de todo tipo deseos ligados al sexo, la reputación el poder, etcétera.

Hay que distinguir los deseos que provienen de nuestra condición social y humana de los que podemos denominar «Deseos-Publicidad, creados por las redes sociales y los medios de difusión y que son los prefabricados e impuestos por el “marketing” de agencias publicitarias.

Ahora bien, la publicidad, la TV, las redes sociales etc., son elementos básicos de la lógica del dinero. El caso es que estos Deseos-TV usan nuestras pasiones y las hacen explosivas; por eso el Deseo-TV implica un impulso desmesurado a la envidia. El caso es que, cuando la envidia cobra fuerza en el interior de las relaciones sociales, es natural que el cinismo sea el mecanismo esencial de la defensa de la envidia propia frente a la envidia de los otros.

No es de sorprender que la envidia, el cinismo la distinción social y el poder tengan un desarrollo mucho más fuerte en el hombre moderno en relación del hombre de otras sociedades. El problema es que la envidia y el cinismo no son los ingredientes adecuados para una convivencia agradable y una reproducción social adecuada; quizá sea por eso que la angustia y la tensión se hayan hecho algunas de nuestras más fieles amistades.

NOSOTROS: LOS HOMBRES SIN DIMENSIONES.

Los hombres actuales parecemos vivir en un vacío, en donde cada vez tenemos menos elementos que nos permitan formar puntos de referencia que nos sirvan para un apoyo ético, que cada vez nos hace más falta.

Vivimos en el interior de una doble caída: de un lado la crisis de las grandes ideologías laicas que cobraron fuerza en el siglo pasado, principalmente la ideología socialista y la neoliberal y, la incapacidad de las grandes religiones de dar una respuesta satisfactoria a los problemas valorativos del hombre contemporáneo.

Se habla mucho de la crisis de los valores de la ideología socialista, pero se debe de reconocer que la estructura de valores de la ideología neoliberal también vive una profunda crisis. Esta crisis se observa con toda claridad en la propia sociedad de los EU; en ella, el vacío espiritual es palpable en el surgimiento de multitud de grupos que hacen suyas creencias de cualquier especie; en la existencia de una violencia social creciente; en una drogadicción explosiva, que en mucho es la consecuencia de una búsqueda, en la droga, de esa nada interior que corroe los espíritus, etc.. Es claro además, que si estos problemas crecen con vigor alarmante, también se debe a que las iglesias ancestrales y tradicionales no son capaces de dar respuestas éticas satisfactorias a las angustias del espíritu del hombre actual.

Es cierto que los fundamentalismos religiosos crecen hoy día con impresionante fertilidad. Pero, aunque muchos fundamentalismos tengan su origen en el interior de las viejas grandes religiones, casi todos ellos han entrado en conflicto con la propia religión que le dio origen y, en este sentido, dichos fundamentalismos son una expresión más de la crisis de las grandes religiones.

Es indispensable tener presente que la estructura de valores neoliberales entra en conflicto con muchos de los valores de las grandes religiones. Por ejemplo, el sociólogo norteamericano Daniel Bell, constata la oposición entre la vieja ética protestante basada en el trabajo, la frugalidad, la sobriedad, el freno sexual y en una actitud positiva ante la vida; frente a los valores contemporáneos de un hedonismo que pregona el placer, el juego, la diversión y la ostentación.

En el caso mexicano, nosotros observamos que las clases medias se encuentran atrapadas en un laberinto aún más complicado. Es así que, por un lado, se basan en tradiciones religiosas católicas místicas, en una cultura del pecado y de prohibiciones sexuales, en las relaciones familiares, en la búsqueda de gratificaciones en el más allá lo que conduce a la idea del sacrificio en el más acá, etc.; y del otro, tienden a idolatrar los valores anglosajones de la ética protestante y se busca imitar el hedonismo basado en el sexo y en el individualismo.

Una conciencia que se encuentra determinada al mismo tiempo por valores opuestos entre sí, es necesariamente una conciencia atormentada, angustiada o simplemente neurótica.

Lo positivo o negativo de la crisis de valores de hoy día no debe de juzgarse en términos de un determinado valor religioso o ética, puesto que esto sería entrar en un círculo vicioso sin posibilidades analíticas. Desde nuestro punto de vista el juicio sobre los valores, debe provenir de las condiciones de cohesión y reproducción de la propia sociedad. Por eso pensamos que una estructura de valores es positiva siempre y cuando permita y favorezca una reproducción adecuada de la propia sociedad; la estructura de valores será negativa, cuando esta entorpezca la reproducción social. En estos términos, el problema actual es que el vacío interno y la confusión valorativa, es fuente de enfermedad mental individual, de violencia social y de desorientación sobre la canalización de los esfuerzos humanos; por eso es que calificamos como negativa la situación actual.

Juan Castaingts Teillery

Profesor Investigador UAM-I

Juan Castaingts Teillery

Profesor Investigador UAM-I

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Content is protected !!