DIGNIDAD LABORAL, VOTO POR ESO.
La actividad laboral y las normas que lo regulan han transitado a lo largo de la historia debiéndose adaptar a las necesidades de desarrollo de la sociedad. De esta forma, nos encontramos con que el surgimiento de la regulación laboral estuvo marcado por la salvaguarda de la dignidad de los trabajadores, materializada por la regulación de las condiciones de trabajo y el aseguramiento social. Hoy en día existen nuevas formas de trabajo como: el teletrabajo, el outsourcing, el trabajo temporal, etc., que, si bien son necesarias para el desarrollo económico de la sociedad, no están protegiendo las condiciones en las que se desempeña ese trabajo, ni la dignidad del trabajador. Desde la óptica histórica y jurídica se contextualiza y define la dignidad de los trabajadores desde la perspectiva de los instrumentos jurídicos de la OIT y de los principales tribunales en materia de derechos humanos. El desarrollo actual del trabajo, tales como: las nuevas formas de contratación laboral, la violación a la intimidad del trabajador, la falta de aseguramiento social y la violencia en el trabajo, la falta de un plan de trabajo, la obstaculización de los empleados en una empresa familiar por no detentar el apellido fundador, la movilización sin pago adicional, la creación de mecanismos para no sostener una relación laboral a largo plazo por parte de las empresas, son condiciones que se deben zanjar y potencialmente legislar para contrarrestar las malas prácticas hoy día.
La necesidad de trabajar para sobrevivir ha sido a lo largo de la historia moderna humana apuntala hacia un horizonte donde no solo el llevar el pan y la sal son necesarios, sino también, el deseo puro de superación personal y social. El trabajo desde luego debería dignificar las condiciones materiales de los individuos, cierto. Pero por otro lado el mero placer de hacer aquello para lo que se estudió, se preparó a través de un oficio, se gestó una habilidad artística, se generó una competencia social, una capacidad de resolver un problema o bien el deseo de crear valor a través del comercio o educación son condiciones de creer en la utilidad del ser para su ser y contexto en común con otros en sociedad. Todas estas actividades por sí mismas son loables por cruzar por el camino del esfuerzo, la dedicación, la investigación y la práctica continua en el ejercicio de una actividad productiva. Esto significa que el trabajo no debería ser sólo mecánico para cumplir la necesidad material, debería en todo caso fortalecer a la persona y crear vínculos cercanos con colaboradores para una obra mayor.
En el caso mexicano se puede utilizar a la propia Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM) para ejemplificar a la dignidad como principio rector de varios temas esenciales para cualquier sociedad: En el artículo primero que habla sobre la prohibición de la discriminación, al darle el carácter central de cualquier acto que puede ser considerado como discriminatorio, por el hecho de atentar contra la dignidad humana: “Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas”.
¿Qué sucede con la discriminación laboral por edad? ¿Por qué las generaciones sin experiencia no pueden acceder a casi ningún puesto? ¿Qué sucede con las personas que están “sobrecalificadas” para una posición?
Estas interrogantes no tienen respuesta ahora en el marco empresarial y factorial en México. Si vemos el grueso de los salarios están por debajo de lo que un jefe de familia requiere. Los puestos están destinados a personas que tengan un largo historial y una capacidad de sacrificio para cumplir más allá de las expectativas por unos cuantos pesos. Aquí nace otra pregunta, ¿Está justificada la emigración de cada rincón del país? La respuesta con sobrada razón es un sí, no hay suficientes oportunidades para jóvenes, adultos y ancianos.
Una propuesta reformatoria no sólo a nivel Constitucional y de la Ley Federal de Trabajo, sería programas de Responsabilidad Social donde las empresas adopten una genuina actitud de otorgar oportunidades a quienes no las tienen. Además de crear programas alternativos de inversión de los trabajadores a título de sociedad cooperativa para el crecimiento correcto de la plantilla laboral. Otra idea es que las Cámaras Empresariales y Colegios de profesionistas regulen, restrinjan y premien aquellas empresas y comercios que logren cuotas de dar trabajo a madres solteras, a hombres por encima de los 45 años de edad, a recién egresados de alguna Universidad, a discapacitados y a becarios que hayan demostrado resultados sobresalientes.
Es tiempo de mirarnos con mayor integridad y dejar de ser individuales para un mejora colectividad en este presente apremiante.