El arte de conversar
En la reciente presentación del libro de Vicentes Ribes-Iborra, Anatema, un libro muy recomendable por cierto, me llamó la atención que el autor quien vive cerca de Valencia, España, me comentara que todos los días procuraba asistir al menos una vez al bar del barrio, como una manera de hacer el día pero también de conversar con los vecinos. Y pensé en todo lo que hemos perdido frente al gran ruido que existe en las diferentes plataformas que evita tener conversaciones que puedan ser gratificantes, por lo que debemos iniciar por recuperar el arte de conversar.
Sabemos por expertos en psicología de la comunicación, que toda noticia implica no sólo el contenido objetivo de la información sino también que muestra una parte del expositor, de lo que piensa del receptor y hacia dónde lo quiere llevar. Pero lo que hace complicada toda comunicación es que no sabemos hacia dónde el receptor puede reaccionar sobre la información que recibe, de acuerdo a lo que percibe o siente sobre el tema o el mismo emisor. Por lo que cuando usamos el chat con escasa posibilidad de un lenguaje amplio y con matices, terminamos por estropear en la mayoría de las ocasiones un buen diálogo. Lamentablemente en los últimos años se ha perdido la comunicación y con ello el arte de conversar, no obstante la gran cantidad de información que recibimos a través de las diferentes plataformas, precisamente porque tanto emisor como receptor, más que preocupados en compartir información objetiva, están más enfocados en lo que muchas veces de manera prejuiciada piensan acerca de ellos mismos. Peor aún si en el acto de comunicarse hay mayores interferencias ocasionadas por personas o empresas claramente destinadas a proporcionar información prejuiciada o francamente falsas noticias, y que muchos usuarios de estas plataformas un tanto ingenuamente reenvían sin considerar lo que puede impactar en los otros, de tal manera que todo ha se ha vuelto una suerte de diálogo de locos.
Byung-Chul Han, famoso filósofo sur coreano que estudió en Berlín donde actualmente reside, me parece que ha recuperado el papel de la filosofía como una forma de plantear y desde luego resolver algunas problemáticas desde la recuperación de algunas prácticas hoy casi olvidadas, como la conversación. Por ejemplo, en La Sociedad del cansancio nos explicó cómo, en una suerte de esclavitud auto infringida, hemos rebasado los viejos criterios de separar el trabajo del ocio de tal manera que, dada la pretensión de ser más productivos, el trabajo ha terminado por absorber toda nuestra condición social hasta el agotamiento. Pero lo más preocupante es que en la actualidad debido a la transformación del mundo laboral no sólo está lo que los expertos llaman la “pauperización del trabajo”, sino también un fenómeno propio de nuestros tiempos en que la ampliación de la jornada laboral es aceptada y peor aún desarrollada por los propios trabajadores, particularmente desde el trabajo en casa. Dejando poco espacio y tiempo para la convivencia con la familia y los amigos.
Su más reciente libro tiene que ver con la crítica a las redes sociales como una herramienta democratizadora. Ciertamente escuchamos todo tipo de voces antes ocultas, pero junto con ello está la Infocracia, es decir el control de estas redes por grupos poderosos que a través de los algoritmos y de empresas creadas con tal motivo se han apoderado de estos espacios al grado de viciar toda comunicación. Por ejemplo, los algoritmos son usados para que un usuario reciba sólo información cercana a sus intereses, de tal forma que ello termina reproduciendo sus prejuicios, limitando la conversación con usuarios diversos. Y por el otro lado, dando uso muchas veces sin el consentimiento del propietario de lo que se ha considerado el nuevo capital del siglo XXI: los datos personales de millones de usuarios, por lo que este nuevo tesoro ha sido manipulado para enviar mensajes que claramente terminan por fracturar toda conversación.
Más allá de todas estas consideraciones, lo importante es rescatar el viejo arte de conversar en la construcción de la esfera pública. Algunos estudios históricos han mostrado precisamente la relevancia de los cafés, bares y agregaría espacios públicos como parques en la construcción de la vida o de la esfera pública en el mundo moderno. El pensar que estamos más comunicados viendo la pantalla de nuestro celular es un gran engaño. Más aún, los celulares se han convertido en las principales herramientas de control y de dominación, fragmentando el espacio público y acentuando el aislamiento. De ahí la necesidad de recuperar el arte de la conversación sin celulares de por medio, hacerla nuevamente personal y disfrutar de una buena charla y un buen café con la familia o los amigos, por lo que nuestras diferencias serán aceptadas en un espacio más humano.