El gran ojo informático

El gran ojo informático

Julio Octavio era de los contados seres que consideraba que el inicio de la era  digital tenía poco para dar de sí. Los seres humanos tenían su vida en otra parte; lo que alguna vez fue el álbum antiguo de fotos de papel  se convirtió en el libro digital de las caras y el pantano de la enajenación digital.

Lo más irónico del asunto es que millones de seres que guardan sus recuerdos en  ese álbum digital de los rostros, entregan voluntariamente a aquellos que almacenan la información:   las imágenes de su historia sin saber el motivo por el que entregan su historia para el álbum digital de los rostros; el álbum  se convirtió en la memoria de una nueva generación, todos los idiotas suponían tenían privacidad cuando se hicieron rastrables para cualquier Estado o corporación. Millones de personas como Julio  Octavio guardaron sus historias para el gran ojo informático, fue entonces cuando aconteció el asunto del virus que transformó a la humanidad.

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El gran ojo informático ya observaba a la mayoría pero entonces advino la gran cuarentena y la prolongada depresión económica veinte años después del inicio del segundo milenio registrado en la historia y el veleidoso calendario con el que contamos el tiempo. La gran cuarentena  terminaba de encumbrar el poder de la corporación informática que creó al gran ojo informático que almacena la información de una buena parte de la humanidad. 

Julio Octavio ya se había cansado de estudiar tanta filosofía inservible para tiempos en los que el dinero es el nuevo Dios y el trabajo enajenado y precario significa las oraciones al nuevo  Dios; los trabajadores siempre tienen fe en obtener dinero, si pierden esa fe, no sacrifican su vida a cambio de obtener dinero.

 Julio Octavio conserva una sentencia como máxima:  《destruir el sistema económico y regalar  dinero hasta que nada tenga valor y los valores de su tiempo se transformen》..

 Julio Octavio fue diagnosticado por un psiquiatra y también  medicado para tratar sus delirios narcisistas; su locura estabilizaba su mundo, su delirio era su pasión para continuar, su vida le resultaba un mero accidente del destino, -el sentido de la vida se lo inventa uno- , afirmaba constantemente. Estudió  programación con distintos profesores y en distintos sitios de la red informática que nombraba en latín: Matrix, la madre que enseñó al mundo a transmitir información. Julio Octavio quería programar para destruir el álbum digital de las caras, soñaba con observar la reacción de los sujetos ordinarios en la calle sin utilizar sus aplicaciones digitales, quería mirar personas frustradas con sus teléfonos inteligentes, mirar una sociedad sin la posibilidad de la enajenación digital unos instantes. Deliaraba por horas mirando el vacío y se regocijaba imaginando a la humanidad sin redes sociales por unos días e iniciando unas cuantas revueltas sociales pendientes. 

Julio Octavio suponía pertenencia junto a sus contemporáneos a la generación más pusilánime y enajenada de la historia. El ser humano para Julio Octavio  sólo servía a sus mezquinos intereses y a sus distracciones, el humano había perdido la capacidad de imaginar y pensar con profundidad, la humanidad de su tiempo le resultaba frívola y absurda, proclive a las risas ilimitadas que causa la sobre información y el absurdo. 

Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

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