El mito del origen del mexicano (2/2)

El mito del origen del mexicano (2/2)

Un buen amigo me comentó porqué me interesaba plantear ahora, en momentos especialmente críticos o atractivos de nuestra vida política, regresar a temas que se piensan ya pasados como el mestizaje. Y más aún discutir con las propuestas de Octavio Paz cuando ya nadie quiere leerlo. Mi respuesta fue que buena parte de la confrontación que ahora vivimos en términos políticos tiene que ver con una visión maniquea de nuestro pasado, de buenos y malos, de indigenistas vs. hispanistas, liberales y conservadores, etc. y que desafortunadamente no tenemos una nueva narrativa histórica que nos ayude a enfrentar los retos del presente y mucho menos pensar en el futuro.

Particularmente pienso que ante las crisis identitarias del estado mexicano, es decir de la crisis del nacionalismo que ofrecía una identidad colectiva, han resurgido viejas luchas y confrontaciones que han propiciado una mayor fragmentación, por lo que es necesario reflexionar sobre nuestras identidades colectivas no de manera esencialista (la idea de que somos mexicanos desde hace tres mil años, desde los olmecas por lo menos, como lo planteó hace algunos años la exposición “esplendor de tres mil años”), sino a partir de un proceso de identificación que tiene diferentes dinámicas y contenidos históricos, como por ejemplo el reconocimiento de una tercera raíz que me parece central en este proceso. De tal manera que estos nuevos contenidos históricos nos permitan transitar hacia formas identitarias menos racistas y discriminatorias, y por el contrario nos reconozcamos como resultado de una pluralidad de raíces que nos permitan construir una sociedad más respetuosa con las diferencias.

Así pues, en el artículo anterior analizamos cómo Octavio Paz, en El Laberinto de la soledad y en particular en el apartado dedicado a “Los hijos de la Malinche” había creado uno de los mitos fundadores de lo mexicano, en un momento especialmente crítico en su vida personal, al señalar que el mestizaje era producto de una violación y por lo tanto que los hijos resultado de ello eran los “hijos de la Malinche” o de la chingada. Muchos años han pasado y sin embargo los estudios históricos posterior han seguido insistiendo en el mito de la ilegitimidad, aunque con muy pocos datos al respecto.

Me ha llamado también la atención que, dada la difusión que en un momento tuvo El laberinto de la soledad en las universidades estadounidenses y europeas como introducción a la historia de lo mexicano, persiste la idea en buena parte de estos universitarios e incluso entre historiadores profesionales que los mexicanos tenemos un origen a partir de la ilegitimidad en los nacimientos. En alguna ocasión una amiga estadounidense me comentó que para qué estudiaba estos temas si todos éramos hijos ilegítimos, lo cual francamente me desconcertó, pero caí en la cuenta que sólo había leído a Paz al respecto. Pero como digo, incluso historiadores tan prestigiados como Thomas Calvo, quien llevó a cabo una de las historias más completas para Guadalajara y la región en el siglo XVII, llegó a encontrar un alto porcentaje de ilegitimidad (más del cincuenta por ciento de los bautizados eran ilegítimos, sin padres conocidos, según sus cuentas) en los registros parroquiales, aunque habría que decir que sólo había trabajado cuatro años al final de dicho siglo en la parroquia de Guadalajara.

Así pues, hasta la fecha persiste la idea de que la ilegitimidad al nacer es una de las características del mestizaje y de lo mexicano y hasta cierto punto se ha convertido en un estigma, por ejemplo para los mexicanos que han decidido irse a trabajar a los Estados Unidos. Por ello me di a la tarea al trabajar los registros parroquiales de Aguascalientes y tratar de esclarecer el tema, y el resultado me sorprendió porque contradecía todo lo que se había dicho al respecto, me encontré que el porcentaje de hijos ilegítimos registrados no rebasaba el 20 por ciento, sobre todo en el siglo XVIII. Más aún, la ilegitimidad en Aguascalientes no era muy superior a lo que se registraba en algunas regiones europeas. Peter Laslett, uno de los grandes innovadores en la historia demográfica inglesa, llegó a analizar cómo el protestantismo rechazaba la idea de la bastardía, concepto que tiene en el habla inglesa una mayor connotación peyorativa, por lo que obligaba a la pareja que había tenido relaciones antes del matrimonio a casarse para que el hijo no cayera en una situación tan despreciada. De ahí que existieran numerosos registros en donde los bautizados eran de tres o cuatro meses después del matrimonio.

El trabajo realizado para Aguascalientes no sólo fue de unos cuantos años en los registros, sino para cerca de doscientos años, por lo que pude encontrar a través de una historia serial o de largo plazo tendencias más precisas y mucho menores a las tradicionalmente asignadas. Entonces me pregunté porqué la persistencia de ese mito entre historiadores profesionales, de seguir incluso señalando la persistencia de la ilegitimidad de los bautizados, y fue cuando conecté con el trabajo de Paz y de varios autores que han repetido la idea, por lo que también me di cuenta que la historia juega un papel importante en la desmitificación de algunas ideas comunes y por lo tanto en los debates sobre el presente y el futuro. Porque este tipo de mitos ha servido para estigmatizar el origen social de los mexicanos, y me parece central combatir este tipo de prejuicios historiográficamente.

Los últimos años me he dedicado a trabajar la historia llamada “colonial”, en buena medida porque me parece que ofrece múltiples oportunidades para cumplir con esa tarea que he comentado: quitar el peso del pasado que recae sobre nuestros hombres, según decía Lucien Febvre, y que tiene que ver fundamentalmente con cuestionar las ideas comunes que persisten sobre nuestro pasado, incluso cuestionar los usos ideológicos de nuestra historia. La historia colonial o novohispana durante muchos años fue simplemente considerada por los historiadores del siglo XIX, en general por la historia nacionalista, como un pasado que mejor habría que olvidar ya que se trataba según su visión de una historia oscura, de explotación y tiranía. Sin embargo, en la última generación de historiadores el pasado novohispano es todo un pasado por descubrir. De hecho, a partir de ello Enrique Florescano, anticipando como acostumbraba las nuevas tendencias, escribió un libro que es una excelente reflexión historiográfica todavía indispensable acerca del “Nuevo pasado mexicano”, sobre el cual estaremos escribiendo.

P.d. Mi ensayo sobre la ilegitimidad en donde comencé a replantear este tema lo pueden bajar gratuitamente en la siguiente dirección de la Revista Complutense de Historia de América:

Víctor González
Víctor M. González Esparza

Historiador, académico

Víctor M. González Esparza

Historiador, académico

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