¿GOLPE DE ESTADO?

¿GOLPE DE ESTADO?

(Siguiendo pistas.- Hace algunos años en los albores de la televisión a color en el país había un programa de corte policíaco que conducía el entonces famoso periodista Alberto Ramírez de Aguilar. El denominador común de sus investigaciones era que delincuente siempre deja pistas y que un investigador acucioso, perseverante y honrado, tarde o temprano podrá dar con él o los responsables. En el reciente caso, que lamentablemente no ha llegado a escándalo, del desfalco a la UAA, a la Fiscalía del Estado y al ISSSSPEA, por un monto cercano a los 500 millones de pesos, la pista del dinero puede no ser tan complicada de seguir, más aún, seguramente habrá un hilo conductor entre los tres fraudes que se ventilan y otros más que andarán por allí. En la Fiscalía yo metería la mano al fuego por el Fiscal, pero creo que para garantizar una investigación imparcial y desinteresada sería saludable que solicitara una licencia en tanto se aclare.)

El golpe de estado o derrocamiento del gobierno o de sus poderes ha sido generalmente asociado al uso de la fuerza militar o la violencia soportada en las armas. Ha habido, sobre todo en el triste catálogo de los pronunciamientos en nuestra Iberoamérica, golpes de estado de todo tipo, desde los que han costado sangre, sudor y lágrimas, hasta los que se han llevado a cabo con un simple telefonema del general rebelde al jefe de estado, que se apresuró a dejar expedito el camino de los levantados, sin faltar los perpetrados por el jefe del ejecutivo disolviendo a otros de los poderes, el caso del enano sombrerudo de Perú, Pedro Castillo, que lo intentó fallidamente o el del pajarito cantor Hugo Chávez que disolvió todo lo disoluble en Venezuela, empezando con el Congreso y cuyos pasos pretende seguir puntualmente Andrés Manuel López Obrador.

El presidente AMLO seguramente es y será un caso de estudio no sólo de la política en nuestro país, sino de la psiquiatría, ejemplifica como nadie aquel verso de José Emilio Pacheco: «Ya somos todo aquello contra lo que luchamos a los veinte años». Ha pisoteado todas y cada una de sus banderas, de sus consignas y de sus promesa. Se ha aliado a los que publicamente considerara autores de los males del país personificados por el estereotipo del capitalista neoliberal: Carlos Slim, no digamos su socio Daniel Chávez Morán o el de Monterrey, Alfonso Romo. Inexplicablemente incorporó a su gabinete al prototipo de la corrupción, el mapachismo y la perversión electoral, Manuel Bartlett, no hablemos del señor de las ligas y de su esposa la de los ligazos.

Su capitulación frente al ejército pasará a la historia como una de las más vergonzosas páginas de la abyección, la cobardía y la corrupción. Nunca un presidente en la historia reciente del país había claudicado de su autoridad y poder de mando frente al estado mayor, el mismo al que afirmó haber disuelto. La presencia de los cuerpos militares no sólo en su labor tremendamente fallida en el campo de la Seguridad, sino también en su costosísima incursión en la obra pública, cuyos precios se han disparado en sus manos de manera estrepitosa, con el agravante de que están más allá de toda posibilidad de auditación. En cualquier empresa privada su presencia habría sido efímera, su incapacidad, lentitud y falta de transparencia habría llevado a la quiebra a cualquier empresa. El temor de AMLO ante su propia inexperiencia e incapacidad lo hizo atrincherarse en su palacio, rodearse del ejército, pertrecharse con una oprichnina de aduladores a sueldo, y disponer de un sicariato periodístico y en redes sociales, encargados de contruir y alimentar la imagen de un estadista de clase mundial que ha hecho el ridículo una y otra vez en el plano internacional y que se regodea en la mengambrea de su ejército de zalameros.

Su protesta de cumplir y hacer cumplir las leyes duró exactamente el tiempo que tardó en pronunciarse un fallo legal que lo limitó. Su frase «No me vengan con que la ley es la ley», como aquella otra de «Al diablo con las instituciones» muestran sin asomo de dudas su naturaleza autocrática, su vocación de dictador y lo más grave su patología delirante. El es el único poseedor de la verdad, el encarna la justicia y es ejemplo de sabiduría, por ello sus acciones son esencialmente buenas y responden a una misión: liberar al país de sus enemigos que son sus adversarios personales.

La Suprema Corte se convirtió en su mente en enemiga irremediable del pueblo, aunque cualquiera con tres neuronas funcionales sabe que la Corte debe impartir Justicia, no defender al pueblo que no es más que una expresión demagógica, que la Corte no hace las leyes que aplica y que la justicia tiene un rasero general. Oponerse, sin embargo, a su voluntad, en el ideario de AMLO es pelearse a muerte con su misión mesiánica, por eso debe atacarla, debe limitarla, debe someterla a su voluntad para que sirva al pueblo que él y solo él, encarna.

Con la connivencia de sus lacayos, López Obrador perpetró un golpe de estado, despojó de sus fideicomisos por 15,000 millones al Poder Judicial, pero el Ejército Mexicano tiene fideicomisos por 76,000 millones y el gobierno tiene otros 176 fideicomisos por cerca de 400,000 millones de pesos. El golpe de estado ya se dio, debilitando al Poder Judicial Federal. El autócrata se frota las manos, las consecuencias serán terribles para la justicia, parra la democracia y para el republicanismo.

(Hablando de la Fiscalía.- En el foro local se daba por sentado que la permanencia del Fiscal en el gobierno de la Dra. Teresa Jiménez sería meramente de trámite, dejando un tiempo prudente para que el cambio no se sintiera violento. No dejó de sorprender que se le pidiera continuar en el cargo, más porque en la imaginaria se encuentra un funcionario de probada capacidad y experiencia, que se suponía era la persona elegida para sustituirlo. Con el paso de los meses esa idea se ha ido desvaneciendo y por otra parte trascendió que quien aspira al puesto es el Dr. Miguel Alonso, Secretario de Seguridad, aún cuando tiene el inconveniente de que su licenciatura no es en Derecho y la Fiscalía lo exige. Quizá como en algún otro caso de la administración pública, no tardará en conseguir un título de esos que hacen cua-cua y entonces ocupará el cargo cuya banca calienta el actual fiscal.)

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Jesús Eduardo Martín Jáuregui

Abogado, maestro universitario, taurino en retiro, lector compulsivo y escribidor catártico. Egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, Notario Público 19 en Aguascalientes México, Ex-presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Ags., Integrante del Comité Técnico del Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura, maestro de Derecho Romano y de Hermenéutica Jurídica en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, miembro fundador de la Academia Mexicana de Derecho Notarial, miembro correspondiente del Seminario de Cultura Mexicana.

Jesús Eduardo Martín Jáuregui

Abogado, maestro universitario, taurino en retiro, lector compulsivo y escribidor catártico. Egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, Notario Público 19 en Aguascalientes México, Ex-presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Ags., Integrante del Comité Técnico del Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura, maestro de Derecho Romano y de Hermenéutica Jurídica en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, miembro fundador de la Academia Mexicana de Derecho Notarial, miembro correspondiente del Seminario de Cultura Mexicana.

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