La novela del Camino Real de Tierra Adentro como una novela barroca y de tránsito.

La novela del Camino Real de Tierra Adentro como una novela barroca y de tránsito.

Recientemente bajo el sello editorial de la UAA ha sido reedita la novela histórica de Vicente Ribes-Iborra Anatema. La conquista de Texas,[1] un acierto más de la importante labor que ha realizado Martha Esparza como jefa del departamento editorial de dicha universidad. En este libro Ribes-Iborra inicia con un caso de asesinato en la villa de Aguascalientes, pero no se queda en la región ya que en realidad se trata de una novela de viaje o de tránsito (road novel dirían los anglosajones), en donde se narra la travesía del capitán Juan Reyes de Vivar y de Magdalena Ruiz de Escalante, y del cura valenciano Antonio Olivares una suerte de alter ego del autor, a la cabeza de una expedición o caravana compuesta por el crisol social propio ya de fines del siglo XVII en el septentrión novohispano, para llegar a fundar un poblado en Texas.

La asociación con las novelas de viaje o de tránsito es clara porque la travesía por buena parte del Camino Real de Tierra Adentro, sobre Aguascalientes, Zacatecas, Saltillo y Monterrey (en una desviación hacia la costa) es en realidad un pretexto para adentrarnos en la vida de una sociedad compleja y en su conformación híbrida, de tal forma que desde el detonante (la muerte de la otra Magdalena, sirvienta indígena de un cura, en manos del indio Francisco), hasta las historias alucinantes del mulato Gaspar Metate, del descubrimiento de la fuente de la eterna juventud y de la aparición del capitán Reyes, más de cien años después al final de la novela, del conocimiento de la Dama de azul entre los indios de Nuevo México, del militar español que vivía en las Filipinas y apareció meses antes de que su barco haya sido destruido, historias contadas en diferentes momentos que son parte de una narrativa llena de sorpresas que van enriqueciendo el propio trayecto, lo cual la hace también una novela de lo “real maravilloso”. Está también el hastío de algunos personajes en contra de la sociedad mundana, en particular del fraile Olivares, que prefería estar en el camino que regresar a su Valencia natal. Se trata a final de cuentas de una novela barroca en donde los tiempos narrativos van intercalándose, los acontecimientos no se desarrollan linealmente, en donde juegan un papel clave personajes que van apareciendo de manera anacrónica, como lo sería la aparición del capitán Reyes en Nuevo Orleans en el siglo XIX. Este realismo mágico será parte de una novela aparentemente sin pretensiones, pero que nos permite enriquecer una historia regional que es parte del “gran teatro del mundo” Un aspecto que habría recordar ha sido una de las características de la propia obra histórica del autor, pensar la historia regional a partir de sus conexiones globales.

Hay varios temas relevantes que pueden ayudarnos a entender algunos debates recientes desde la historia, a partir de la lectura de esta novela. El primero desde luego es la relación de historia y ficción. Como sabemos, a partir del “giro lingüístico” toda historia es literatura, es decir que toda investigación histórica es una narración y por lo tanto el autor debe preocuparse en el lenguaje y en la manera de contar. Ciertamente la historia exige también la rigurosidad científica, de tal manera que la historia se mueve entre el arte y la ciencia.

Las relaciones entre historia y ficción tienen su propia historia. Carlos Fuentes siempre sostuvo que la historia al menos de la revolución mexicana la habían escrito los novelistas. A partir del siglo XIX la novela realista o la novela no ficción (non-fiction novel) en el siglo pasado, o directamente la novela histórica, pareciera que le han seguido ganando terreno en la lectura sobre el pasado al trabajo de los historiadores. Sin embargo, habría que reconocer no sólo la influencia de la literatura en la historia sino también cómo la ficción se ha apropiado de métodos y técnicas de los historiadores. En este sentido recuerdo el brillante libro de Javier Cercas, Anatomía de un instante, que el propio autor ha considera una novela histórica al mismo tiempo que expone los métodos e incluso la bibliografía consultada propios de un historiador.

En este sentido el libro de Ribes-Iborra que comentamos no se aleja demasiado de su interés por conocer históricamente la región que lo albergó en sus inicios profesionales, y en darle vida a personajes principalmente españoles que están forjando desde diferentes maneras su aclimatación en las Indias. La propia novela muestra la interacción entre historia y ficción, como también las tensiones entre la historia personal y la historia escrita. Podemos observar que su profesión de historiador está claramente en esta novela que, por otro lado, tiene su propio peso como ficción y en ese sentido gana en verosimilitud por lo bien contado de la historia.

Gracias a ello vamos a conocer, por ejemplo, la pugna entre capitanes de guerra y frailes sobre el diferente trato a los indios, la persistencia por un lado del maltrato e incluso la esclavitud frente a la concepción principalmente de frailes sobre la manera de pacificar a los indios rebeldes. Digo preferentemente frailes porque ahora sabemos, con el trabajo realizado sobre Jerónimo de Orozco (el primer presidente de la Audiencia de Guadalajara) que toda una nueva política fue iniciada para la pacificación de la zona, con base en la desactivación del mecanismo que esclavizaba a los indios: el botín de guerra. También están presentes en la novela los indios aliados en la colonización del norte, principalmente los tlaxcaltecas en Saltillo, como también las castas, negros y mulatos que van a marcar el crisol social de una sociedad mestiza en construcción.

En los últimos años me ha interesado el estudio de esta sociedad mestiza y he descubierto una mayor presencia de los afrodescendientes en la región de lo que tradicionalmente se ha reconocido. Baste señalar que el padrón de 1648 nos informa de cerca de un 30% de castas (mulatos y negros, libres o esclavos), además de mestizos, indios, españoles y dos chinos en la parroquia de Aguascalientes. Es un acierto en este sentido el reconocimiento temprano en la novela de un “abigarrado conjunto de razas y creencias”, más allá de la relación entre españoles e indígenas, aunque si bien el capitán Reyes (un apellido por cierto de negros y mulatos) pudo ser mestizo sin detrimento de la trama, y la relación con la multa María de “pezones míticos” sería menos jerárquica, dada la filosofía existencial de la mulata aprendida de su madre, cito: “A cambio de tus favores, de los blancos puedes obtener protección y dinero, de los negros alegría y placer, y de los indios pesares y penalidades.” (17) Porque más allá de estas diferencias en las enseñanzas maternas de María, indios y mulatos fundaron por ejemplo San José de Gracia, el pueblo aguascalentense, también las mulatas aprendieron no sólo a complacer sino a defenderse de sus amos (como el caso de María Cid, mulata que demandó a su amo por incumplimiento de palabra acá en la villa), en fin que fueron las castas una suerte de catalizador para el mestizaje mismo y no sólo el obscuro objeto del deseo.

La novela de Ribes-Iborra es entonces una excelente introducción a una reflexión mayor sobre el mundo novohispano. Pienso por ejemplo en el alegato de Magdalena frente a las acusaciones del fraile Antonio, que me recordaron la carta de Sor Juana a su confesor, sobre todo cuando Magdalena le pregunta: “¿Qué vais a decirme ahora, que las mujeres somos quienes hacemos pecar a hombres, que nuestra condición nos convierte en aliadas de Satanás…?” (137) Más allá de si Magdalena era lectora de sor Juana o no, aunque no está dicho en la novela se sugiere, nuestra Magdalena es una mujer fuerte, propietaria, que no se asume como víctima sino como partícipe de un proceso que ella misma puede llegar a controlar. Por cierto en el Padrón ya citado he encontrado mujeres propietarias de hacienda y casa grande, como es el caso de María Rodríguez, cabeza de hogar y hacienda, lo que nos indica que las mujeres podían heredar y desde luego encabezar una hacienda. Personajes de este tipo han contribuido a matizar que en esta época hay una realidad compleja que requiere estudiarse más allá del patriarcado, y que gracias a la Magdalena de la novela que comentamos se hacen visibles.

La relación que se va a dar en la novela entre el capitán Reyes de Vivar y Magdalena es una parte álgida de la novela de Ribes-Iborra, pero debo confesar que la escena de su primer encuentro de pasión y algunas escenas subsecuentes necesitaban desarrollarse. Porque la sexualidad abierta entre ambos personajes, antes del matrimonio, nos sugiere también un mundo en donde se transgreden algunas convenciones al respecto, tanto sociales pero también historiográficas.

Hasta qué punto este tipo de relaciones abiertas se daban en la época señalada en ocasiones se ha confundido con la supuesta gran cantidad de hijos ilegítimos (como los que advirtiera Thomas Calvo para Guadalajara), sin embargo nuevos estudios muestran porcentajes tan bajos de hijos ilegítimos como el de sociedades europeas en transición. La sexualidad, sin embargo, en sociedades de frontera era más abierta y plural dada la gran diversidad en los matrimonios. En los registros parroquiales encontramos frecuentes matrimonios entre mujeres españolas y mulatos, cuestión que no se ha reparado pero que muestra una especial atracción hacia la piel “quebrada” como lo señalan algunos viajeros.

En fin, me parece que esta novela de Ribes-Iborra muestra la fuerza narrativa de una buena novela, nos sorprende con ese obscuro encanto de las novelas de viaje en donde el descubrimiento de fondo es sobre uno mismo, cuestión que no es menor en esta novela. De hecho se trata como lo hemos sugerido de la novela en tránsito o barroca (road novel es un término reciente influenciado desde luego por el realismo mágico latinoamericano) sobre el Camino Real de Tierra Adentro, una obra que llena un vacío en la literatura regional por lo que recomendamos ampliamente su lectura.

  1. Vicente Ribes-Iborra, Anatema. La conquista de Texas (Novela), UAA, 2ª. ed. 2022, 248 pp.
Víctor González
Víctor M. González Esparza

Historiador, académico

Víctor M. González Esparza

Historiador, académico

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