Las catástrofes son momentos para reorganizar la vida

Las catástrofes son momentos para reorganizar la vida

La solidaridad es una necesidad y el amor salva” FERNANDO SAVATER

La crisis será derrotada por la ciencia y ese será un conocimiento clave que podría ayudarnos a enfrentar los otros gigantescos problemas que tenemos por delante, porque si las noticias se confirman y la letalidad de la peste decrece, si la enfermedad se vuelve por ahora manejable, podemos volver a creer en que el siglo XXI no necesariamente tendrá que ser el tiempo de las catástrofes, el del exterminio del planeta y el del hombre por el hombre.

Suena optimista decirlo luego de largos meses de oscuros y razonados pronósticos, de días de incertidumbre, enfermedad, muerte y sensación de colapso, días que aunque no se hayan ido del todo, quizá ahora nos permitan de nuevo estar en condición de probar que somos capaces de enderezar y reemprender la vida, aunque, aquí el maldito pero, de poco servirá toda esta experiencia si la echamos por la borda. Volver a la normalidad, claman algunos, cuando ya sabemos que esa normalidad es el problema. No es volver a la normalidad y dar la vuelta a la página, es hacer las cosas de manera muy distinta, ahora o nunca, vivir humana y racionalmente, para en verdad vivir.

Hoy, febrero parece traernos una extraña paz en medio de la tormenta, y habrá que replantearnos sin demora sobre la vida que vivimos, porque de cualquier manera el daño está hecho. Hasta hace muy poco, en lo que hasta hoy se ha considerado lo más crudo de la emergencia, se dijo que la lección del coronavirus cambiaría al mundo, y ahora será necesario que así ocurra.

Por lo pronto, aquí están y estarán las largas caravanas de seres que buscan un mejor futuro para ellos y sus familias, que recorren a veces sin esperanza miles de penosos kilómetros, como evidencia dolorosa de un mundo desigual, devorador y decaído, y que solo podrá recomponerse con el concurso de todos los países en la idea de la aldea global, y en la esfera local con un verdadero cambio de orientación de las políticas públicas. O la prevalencia del interés general o el desastre que sigue, sin ninguna exageración. Por lo pronto, aquí y ahora, la crisis del modelo financiero impuesto por las élites monetaristas-armamentistas que llevan adelante la expansión del consumo improductivo, como un modelo de guerra permanente a costa de los hombres y del planeta. La crisis que la pandemia pasó a un segundo plano y cuyo violento estallido solo fue pospuesto.

Lo sabemos, los virus no son solamente un fenómeno biológico, son un fenómeno social. Ya lo han adelantado muchos filósofos, sociólogos y escritores, en la pospandemia. Como pasó en los locos años 20 del siglo pasado, la gente buscará inevitablemente más interacción social. Irá a los estadios, a clubes nocturnos, restaurantes, manifestaciones políticas, eventos sociales, se volcará en las calles sedienta de contacto. Seguro así será, como también el que mientras no superemos los otros desafíos, el nuestro seguirá siendo el tiempo de la incertidumbre y la inseguridad. “No podemos dar casi nada por garantizado; de hecho, incluso nuestra propia capacidad para imaginar el futuro está clausurada o colonizada por un pesimismo atroz: pertenezco a una generación que se crió con películas y relatos futuristas que auguraban un mañana prometedor”, dice Íñigo Errejón en una reciente publicación en ‘El País’. 

Históricamente las catástrofes son momentos de reorganización social. Producen tal conmoción, trastocan de manera tan profunda nuestras experiencias y creencias que reconfiguran las sociedades a las que afectan. De otra manera, a la amenaza de naufragio solo puede seguir el cataclismo.

Crisis de las instituciones, ejercito, Iglesia, poderes todos, partidos políticos, etcétera.  Ojalá seamos capaces de frenar la acumulación de agravios. No sumar más a la pesada carga de vivir en un país de desigualdad, de creciente y galopante concentración de la riqueza. Un país de desparecidos y acribillados, de colusiones, de pobreza, discriminación, marginación y brutales atentados al ambiente.

Es tiempo de actuar más globalmente que nunca, porque “las decisiones que tomen los gobiernos y pueblos en las próximas semanas probablemente darán forma al mundo que tendremos en los próximos años”, dice Yuval Harari, y así será sin ninguna duda.

La solidaridad convierte a una muchedumbre en sociedad, afirma Fernando Savater: “Y es que una de las cosas que más destaca de esta pandemia es el accionar solidario que ha emergido como una necesidad para sobrevivir”, dice el filósofo y escritor vasco.

«Cualquier reflexión de la sociedad humana parte de que somos socios. La solidaridad no es solamente un gesto bondadoso, altruista que caracteriza a las buenas personas, sino que es una necesidad, o sea tendríamos que ser solidarios porque simplemente no podríamos vivir«, expresó hace poco a BBC. Estamos a tiempo.

Publicado en “Hidrocálido” / 02.02.2022

Armando Alonso de Alba

Poeta y periodista hidrocálido.

Armando Alonso de Alba

Poeta y periodista hidrocálido.

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