El futuro ya no es lo mejor que tenemos

El futuro ya no es lo mejor que tenemos

La responsabilidad social de las empresas es la versión contemporánea de la caridad de las señoras” / Leído por ahí con relación a, «Contra el cambio», de Martín Caparrós.

Cunde entre muchos la sensación de que el futuro ya no es, como solíamos creer, lo mejor que tenemos.

Luego del golpe devastador del virus, cuando ya el cambio climático es el mal de nuestro siglo y de los que han de venir. A la luz -y a la sombra-, de las amenazas actuales, azotados por la pandemia y ante la previsión de males mayores por la degradación del planeta , la industria globalizada piensa el mundo como si fuera uno –en realidad: trata de hacerlo uno, de unificar sus gustos, sus deseos, sus consumos, y no toma en cuenta esta desigualdad profunda, atávica, insistente.

[bctt tweet=»Martín Caparrós habla sobre el nuevo apocalipsis que comienza a desarrollarse en el planeta y como éste afectará a los países más pobres» username=»crisolhoy»]

En una especie de libro de viajes con tintes de ensayo, Martín Caparrós habla sobre el nuevo apocalipsis que comienza a desarrollarse en el planeta y como éste afectará a los países más pobres; Contra el cambio, editado por Anagrama, habla sobre ecología y conservación ambiental, sobre el capitalismo y la importancia de la naturaleza en nuestra sociedad.

Leyendo las reseñas del libro, se encuentra uno además con multiples y valiosos reflexiones de los lectores del escritor y periodista argentino, autor de este trabajo que ha vendido ya decenas de miles de ejemplares

Para dar cuenta de algunas de esa reflexiones, hay que sentirnos asimismo con la impresión de que el cambio climático amenaza a todos por igual, ricos y pobres, americanos y africanos, mujeres y hombres, porque aparentemente una atmósfera degradada y unas temperaturas excesivas y unos mares desbocados no elegirán a la hora de impedirnos vivir en esta tierra. Para empezar, no es cierto: la lista de los países más inmediatamente amenazados se parece mucho a la lista de los países más pobres, porque una sequía no tiene el mismo efecto en Australia que en Níger, en China o el sur de los Estados Unidos, que en Sudán o México

No es dificil coincidir en puntos medulares del trabajo de Caparrós, enfocado al tema de la desigualdad patente en la enorme atención que gobernantes y empresarios de los países más ricos le están dando a la amenaza del cambio climático cuando se relaciona, sobre todo, con tres ventajas políticas y económicas que pueden obtener de esos temores:

– Tetrasar la industrialización de las nuevas potencias emergentes y, así, mantener su hegemonía unas décadas más;
– Cambiar el modelo energético global para modificar ciertas relaciones geopolíticas, y para conseguir que nuevos actores se hagan fuertes en uno de los mayores mercados mundiales;
– Ganar fortunas con el mercado de bonos de carbón.

La cifra tiene una rara simetría: los 500 millones más ricos del mundo –un 7 por ciento de la población– producen el 50 por ciento del CO2. Y el 50 por ciento más pobre –casi 3.500 millones– produce el 7 por ciento.

Lúcido, documentado, reflexivo y perturbador, el libro habla de como los acuerdos internacionales basados en Kioto determinan cuánto gas de efecto invernadero puede mandar a la atmósfera cada país, y de como los gobiernos de los países ricos reparten esa cuota nacional entre sus empresas. Entonces las que prefieren emitir más gas para seguir haciendo sus negocios compran «créditos de carbono»: derecho a contaminar que les venden las empresas y comunidades que no llegan a usar toda su cuota. De esa manera, las corporaciones gastan fortunas en mostrarse más ecololós que nadie, lo cual debería poner a muchos ecologistas en algún tipo de problema: si yo digo lo mismo que la Exxon; ¿quién estará equivocado, yo o la Exxon, reflexiona Caparrós, traductor al español de autores como Voltaire, Shakespeare y Quevedo, y merecedor del Premio Planeta Latinoamérica, el premio Rey de España y la beca Guggenheim.

Es una lectura imprescindible “para entender el presente y ver hacia donde vamos mucho más que una novela, porque Caparrós utiliza la literatura para acompañarnos a un infierno hecho de una realidad”, a la que a menudo se le presta sólo una atención distraída» (Roberto Saviano); «Un libro que, seguro, será importante: Un libro que faltaba» (Agustín Fernández Mallo, El Mundo).

En un mundo donde mil millones de personas comen poco, viven mal, soportan la enfermedad y la injustica; ¿cuántos más desesperados se necesitan para constituir la masa crítica que pondría en peligro la seguridad del orden mundial, la garantía de la explotación?

¿Cuántos más? La generalización de la culpa solo viene a ser la disolución de la culpa, un caso de estadística: si un hombre se come dos pollos y otro hombre no se come ningún pollo, las estadísticas dirán que en ese sitio cada hombre come un pollo

Éste es un mundo tibio, pero es un mundo que tiene todas las condiciones para ser mucho mejor, radicalmente mejor, y no lo intenta porque sus dueños dejarían de serlo y se oponen feroces, viene a decir Caparrós, y en las propuestas de mitigar el cambio, de oponerse al cambio, ve toda suerte de intereses espurios, como sea, el futuro ya no es, como solíamos creer, lo mejor que tenemos.

Armando Alonso de Alba

Poeta y periodista hidrocálido.

Armando Alonso de Alba

Poeta y periodista hidrocálido.

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