Ernesto Cardenal: «Hijo de las estrellas»
«Hasta cuándo Señor serás neutral / y estarás viendo esto como un puro espectador? / Despierta. / ¡Levántate en favor mío, Dios mío, / en mi defensa» !
Místico y ministro de Cultura, poeta y teólogo, monje y revolucionario, el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal falleció este último domingo en Managua, a sus 95 años. Se fue en día festivo para culminar un gran final de fiesta que cerrara el capítulo de una vida y obra fundidas en una sola búsqueda; entre los misterios de la existencia y su fe en la creación y existencia de la divinidad, pero donde además, amor, muerte, poder, opresión, revolución, locura, pasado y futuro quisieron convertirse en sus versos en formas de eternidad, de su eternidad.
[bctt tweet=»El Papa Francisco le suspendió la sanción canónica, para su plena reintegración. Ernesto Cardenal había sido suspendido a divinis, por Juan Pablo II,» username=»crisolhoy»]
Deja una huella profunda y visible en la gran poesía latinoamericana. Esa naturaleza narrativa de su poesía marcó y sedujo a muchos a partir de los años sesentas y hasta en sus últimos versos sigue presente en las generaciones de hoy
Era uno de los poetas vivos de Latinoamérica más reconocidos a nivel mundial, y en 2010 fue propuesto al Premio Nobel de Literatura por la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE). Ganó el Premio Reina Sofía de Poesía, el más importante de Iberoamérica, y el Premio Internacional Mario Benedetti, que otorga Uruguay, entre otros. Sus obras han sido traducidas en más de 20 idiomas.
Entre sus escritos se destacan, “Canto Nacional”, «Salmos», «Oración por Marilyn Monroe», «Oráculo sobre Managua», «Cántico Cósmico», «Telescopio en la noche oscura», «La hora cero» e «Hijos de las estrellas». Los versos, la fe y el compromiso político fueron también inseparables en su obra literaria, que abarcó casi seis décadas, se ha coincidido en señalar al recordarlo en su fallecimiento.
Fue con «Epigramas» cuando se dio a conocer como poeta; un compendio de versos cortos, escritos entre 1950 y 1957, antes de que ingresara en el monasterio trapense de Gethsemaní, en Estados Unidos. Son una expresión lírica y franca de amor y anhelo -los primeros poemas dirigidos a una mujer en particular- mezclada con política y comentario social contra el régimen de los Somoza en Nicaragua.
Sus poemas de juventud, sobre todo sus Epigramas, son lo mismo poemas de amor, que filosas condenas contra la dictadura de Somoza. La trapa en Kentucky en la que estuvo en los años cincuenta y donde hizo una amistad por demás cercana con Tomás Merton, su maestro de novicios, le enseñó que su vocación religiosa no era contemplativa. Allí creció su idea de fundar en Solentiname, una isla del Gran Lago de Nicaragua, una comunidad que. alrededor de la sencilla iglesia que construyó con los campesinos, unió el Evangelio con el arte. Fue una pequeña pero trascendente utopía que, sin embargo, no dudó en abandonar.
Decía sin embargo que ninguna de esas ideologías -el Marxismo y el Cristianismo- se pueden llevar a la práctica en un mundo como este, y señalaba que una revolución, pacífica o no, sería la única solución posible para arreglar el mundo, imponiendo ideas más comunitarias, donde el bien común fuera el objetivo. Vivió sin duda a ritmo de Utopía
El Obispo de Solentiname logró que la poesía nicaragüense siguiera siendo moderna, como empezó a serlo desde Rubén Darío, y en todo momento reconoció las grandes influencias de su poesía; los Libros Sagrados, Whitman y Sandburg, T.S. Elliot y Ezra Pound.
En uno de sus libros capitales, Salmos (1965), surgidosde sus lecturas del Antiguo Testamento, coexisten la vida sagrada y la vida moderna: la opresión, los sistemas totalitarios, el genocidio, los campos de concentración, las amenazas del cataclismo nuclear, la sociedad de consumo desbocada, y también la fe en la redención terrena. Fue un libro de trascendental influencia para los jóvenes de todo el mundo : ¿Hasta cuándo Señor serás neutral / y estarás viendo esto como un puro espectador? / Despierta. / ¡Levántate en favor mío, Dios mío, / en mi defensa!
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- El Papa Francisco le suspendió la sanción canónica, para su plena reintegración. Cardenal había sido suspendido a divinis, por Juan Pablo II, por su participación como ministro de cultura de Nicaragua (1979-1988). Desde el 30 de enero del 1985 había continuado cumpliendo con la vida de celibato sacerdotal y pobreza aunque no podía administrar eclesiásticamente los sacramentos debido a la suspensión a divinis. «Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano / ni delata a su compañero de colegio / Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales / ni escucha sus radios / ni cree en sus slogans. Será como un árbol plantado junto a una fuente»,
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Su escritura dio un vuelco trascendental con el Cántico Cósmico, de 1989. Su comunicación mística con la divinidad se convierte en una relación de pleno erotismo, el alma que se acopla con su creador en el más exaltado de los gozos, tal como en la poesía de San Juan de la Cruz y Santa Teresa.
En sus últimos años Ernesto Cardenal, se dedicó casi por entero a la literatura, y justo hace un año celebraba la edición de su más reciente libro, «Hijos de las estrellas».
… «sin sol no existiríamos / comemos sol / nuestra vida es luz solar / la luz creó la vida».
*Publicado en el diario “Hidrocálido”. 04.03.2020