Historias que comienzan en las calles vacías
«Robinson Crusoe vive aislado, tiene que construirse una sociedad, un mundo con lo que tiene y, hasta la llegada de Viernes, tiene que reconsiderar todo lo que tuvo y lo que ya no tiene». Alberto Manguel
Es más que solo una especie de asombro particular, más que solo un ir de aquí a allá retrotrayéndose en ese tiempo que instante a instante se va devorando y nos va devorando. Es algo más en ese aire sin olor, sin regusto alguno en la boca, algo más en el viento debil y pausado que se recrea y llega hasta acá desde las calles semidesiertas de este semidesierto, a ratos transfigurado.
[bctt tweet=»Algo como esas historias que comienzan en las calles vacías. » username=»crisolhoy»]
Es algo que tiene que ver con Vallejo y una duda, una idea fija me ha entrado en la cabeza, tiene que ver con los libros de pestes y desastres mayúsculos, leídos y vividos en pasados exilios, siempre recientes, siempre enormes.
Es un temor pero algo más, la rebúsqueda, Camús, la dimensión de la mañana andante, extendiéndose, ¿qué más?, por entre la memoria y el deseo. Algo entre el ir de aquí a allá borrando huellas sobre la tierra baldía, y ya se sabe, sobre las lilas muertas sin siquiera asomo de la lluvia de primavera. Algo como esas historias que comienzan en las calles vacías.
Y hastá ahí creo llegar por esta vez, solo hasta donde me gana el silencio, pero también hasta donde me digo que hoy y luego de esto siempre será inestimable brindar por la vida, esperando nos encontremos la próxima, bajo ambientes menos densos, malgretout.
Queden aquí como recomendación estos títulos de libros encarnados en épocas de tumultuosa soledad, calamidades, pestes y recomenzares, como los de las olas. Tomo la invitación del escritor Alberto Manguel, ofrecida en una reciente entrevista aparecida en el diario madrileño El país. Y dejo al final de los siguientes párrafos, un breve fragmento de la Oda a Robinson Crusoe, de Saint John Perse, obra que para mi también, como lo dice Manguel, llevaré siempre como libro imprescindible.
Dice Manguel:
“Tengo en mis estantes el libro de Defoe. Tengo Los prometidos, de Alessandro] Manzoni, con esos capítulos extraordinarios sobre la peste en Milán. Tengo el Decamerón, por supuesto. Tengo Muerte en Venecia, de Thomas Mann. Tengo La peste de Camus, claro. Y Ensayo sobre la ceguera, de Saramago. Esos son los obvios. Menos obvio y para mí muy útil es releer Robinson Crusoe ahora. Está aislado, tiene que construirse una sociedad, un mundo con lo que tiene y, hasta la llegada de Viernes, tiene que reconsiderar todo lo que tuvo y lo que ya no tiene. Tiene que construir, de alguna manera, hacer con lo que tiene, y de esa manera prepararse para sobrevivir lo que está por venir”
También dentro de esa entrevista, Manguel se refiere a lo que pasa tan poco y debería pasar mucho más, ante estas desgracias: “Hay una expresión en inglés que a mí me parece fundamental. Es una expresión que se ha convertido en un lugar común: There but by the grace of God go I. “Allí —indicando cualquier persona que sufre que le pasa algo—, salvo por la gracia de Dios, voy yo”. Ese soy yo. Nos olvidamos de eso y quizás estas catástrofes nos pueden servir para recordarnos esa obviedad”. Vaya entonces algo un fragmento de la Oda a Robinson Crusoe:
« Y como la sal está en el trigo, la mar en ti en su principio,
la cosa en ti que fue de mar, te ha dado ese sabor de mujer feliz
y a la que uno se acerca…
Y tu rostro está invertido,
tu boca es fruto para consumir a fondo de barca, en la noche.
Libre mi aliento sobre tu garganta, y la crecida, por todas partes,
de las capas del deseo, como en las mareas de luna próxima,
cuando la tierra hembra se abre al mar salaz y flexible,
ornado de burbujas hasta en sus charcas, sus pantanos,
y el mar alto en la pasturanza hace ruido de noria,
y la noche está llena de eclosiones«.
P.D. Alberto Manguel es un escritor argentino canadiense nacido en 1948 en Buenos Aires. Pasó su niñez en Israél, donde su padre era embajador. Se estableció en Toronto adquiriendo la nacionalidad canadiense, colabora entre otros para periódicos como The Washington Post y The New York Times. Fue lector para Borges en la Universidad de Buenos Aires y ha recibido numerosos premios y distinciones.
Saint–John Perse. (Seudónimo de Marie René Auguste Alexis Léger; Pointe-à-Pitre, Guadalupe, 1887 – Hyères, Francia, 1975) fue un poeta y diplomático francés que recibió el premio Nobel de Literatura en 1960. En las Antillas pasó sus primeros años para después transladarse a Francia, donde en 1940 fue despojado de su nacionalidad por el gobierno colaboracionista de Vichy. Vivió el exilio refugiado en Canadá y los Estados Unidos, desde donde sirvió a la causa de la Liberación.
*Publicado en “Hidrocálido”. / 22.04.2020