Los restos del naufragio del hombre, después del insignificante  año 2000

Los restos del naufragio del hombre, después del insignificante  año 2000

[bctt tweet=»Los restos del naufragio de un hombre en su soledad » username=»crisolhoy»]

 

Los restos del naufragio del hombre, después del insignificante  año 2000

 

  1. Después de leer que el :yo consciente, bien puede ser la metáfora de una máquina cuya producción son las palabras deseantes.  Imagino a Deleuze interpretando a Marx y a Freud, entonces; asumo que el deseo más íntimo del hombre es el consumo y la producción, un flujo. El organismo biológico es la fábrica que permite al autómata, al hablante; enajenarse en su identidad, pero este cuerpo, esta fábrica biológica, produce un flujo, llamado palabras. El flujo, la producción de la fábrica, solo es el final de todo un proceso biológico. La identidad, es el director de la fábrica, el ego encargado de la imagen de la corporación; los obreros son los deseos, palabras múltiples que no saben lo que quieren y siguen produciendo, esperando el día de paga; el día del placer fisiológico. Deleuze entiende bien de Freud que la conducta es motivada por el placer
  2.   Albert Camus afirmaba que cualquiera podría entender el concepto de lo:absurdo》, ya que este último lo podemos  observar a la vuelta de cualquier esquina; en cualquier supermercado, en cualquier barrio, en cualquier ciudad aburguesada con la mejor arquitectura francesa, en el campo baldío con sus canes salvajes, en los edificios con arquitectura minimalista y ridícula, en lo postmoderno. En todo coincido con él,  exceptuando que yo; padezco el delirio de Hölderlin y afirmó que en la Atenas clásica, la excepción a la regla del absurdo de Camus acontecía; sucedía, que en aquel tiempo todo tenía un sentido excesivo, la patria significaba demasiado, la libertad era un concepto que los lacedemonios defendían de los temibles Persas, los atenienses inventaron la Academia, Diógenes se rió de el emperador más cercano a Hermes por su respeto a las culturas conquistadas. Sucedía que la vida parecía ser soleada, con todo y su insoportable tragedia de haber nacido.
  3. Mini cuento hiper-realista. Mi abuelo se llamó Carlos Pérez Duarte Serellier, nació en el siglo veinte y murió en el año dos mil ocho; cuando yo muera, los dos seremos devorados por el olvido, mientras yo viva, o alguien lo nombre o escriba,  seguirá apareciéndose en mis relatos polvorientos inspirados en Juan Rulfo, en las imaginaciones de los que lo amaron, es como si su caminar errante cuando vivía aún, por las arenas de Baja California, México, fuera una metáfora de sus apariciones intermitentes después de muerto. Los muertos no desaparecen de la mente de los vivos, fue la enseñanza más elevada de la literatura mexicana, la metafísica  de un tal Juan Rulfo.
  4. Las múltiples distracciones tecnológicas son  puntos de fuga ante la incapacidad de la época y su tecnología, de brindar el menor consuelo ante la brevedad de la existencia. La búsqueda de placer como el corazón del consumo, la erotización de las mercancías, el enamoramiento por la comodidad y el estatus, distractores de la atrocidad que es darse cuenta de la propia muerte, distractores de la pesadez. 
  5. Tuve un error fundamental en la vida. Suponía que tenía algo auténtico y distinto que decir; ignoraba la definición de sujeto, mi definición : un cuerpo biológico encerrado  en la prisión de las palabras, ignorar que lo que hablo es mera repetición de lo que escuché, leí, suponer que mi yo es diferente a los demás por la imagen que veía en el espejo, por identificarme con un reflejo, como lo es la palabra también. En su mejor versión, mis palabras llegarán a ser  una analogía y una metáfora que por alguna extraña circunstancia, algún lector intérprete a su modo, la búsqueda, el sentido, lo individual, el narcisismo; colapsa cuando te interpretas a ti mismo como hablante, como hermeneuta que busca sentido y no encuentra más que más palabras y más autores. Mi identidad se reduce a mi biología, a mi nombre, a mi historia hablada con las palabras de otros, la identidad es memoria, la memoria es lenguaje, el lenguaje es repetición. La remota posibilidad  de que esto sea leído y tenga alguna importancia, la reduciría a un mensaje remoto que a otra soledad llegará, el sentido siempre es disperso y no depende del escritor. El lenguaje que habita en mí, busca salir de su inmensa soledad y fatuidad, de su mismidad, busca salir de la brevedad a la que mi cuerpo que busca está condenado. Si llegaron a esta parte de la insufrible lectura, entenderán; que el absurdo de escribir radica en que el escritor busca al lector que en su cotidianeidad está ausente. El escritor  supone la compañía de un lector, si no fuera así ¿Para qué escribir? Es cuando me pregunto por mi soledad y por el otro en mí. Escribir es un vértigo ante la inmensa soledad de la existencia humana.

Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

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