Chava Flores, cronista urbano de la ciudad de México
[bctt tweet=»Chava Flores vivió en casi todas las colonias populares de aquel México y, alguna vez dijo que si no vivió en el Castillo de Chapultepec, fue porque no le quisieron rentar a su papá un cuarto con baño y cocina. » username=»crisolhoy»]
CHAVA FLORES
México es fuente inagotable de grandes compositores de música popular. Los románticos incurables como Armando Manzanero o Álvaro Carrillo; de grandes éxitos internacionales como Juan Gabriel o Marco Antonio Solís; del género ranchero como José Alfredo Jiménez o Cuco Sánchez; maestros yucatecos como Sergio Esquivel o Luis Demetrio; el pintor musical de México que canto a casi todas las ciudades del país, Pepe Guizar; compositoras geniales como María Grever o Consuelo Velázquez; creadores inolvidables como Agustín Lara, Ricardo Palmerín, Guadalupe Trigo, Guty Cárdenas o Gonzalo Curiel, entre muchísimos más y no por dejar de ser mencionados aquí, menos importantes. Pero también los hay que dedican su creación musical al humor, a pergeñar de aquí y allá lo chusco de la vida para cada nueva canción. Tal fue el caso de Chava Flores, el más urbano de los compositores del Distrito Federal… del antiguo, porque Chava Flores ya no vivió para ver la CDMX.
Salvador Flores Rivera llegó al mundo hace casi un siglo, el 14 de enero de 1920, y lo hizo en el barrio de La Merced. Nació en el barrio y jamás pudo sacar el barrio de su corazón; toda su vida, de alguna manera, estuvo ligada al barrio, que en el viejo DF era casi una forma de vida.
Ejerció en su juventud infinidad de oficios como costurero, cobrador, vendedor, aunque debía invertirse el orden, pues primero vendía y luego batallaba para cobrar; fue dueño también de varios negocios como una camisería, de una salchichonería y hasta de una imprenta, pero como él decía, siempre ponía negocios con socios que acababan dejándolo en la calle.
Todo esto le sirvió para luego hacerse compositor de canciones que retrataban esa forma de ser del mexicano, sin dejar de lado la picardía tan especial que hace del mexicano único en el mundo.
Chava Flores vivió en casi todas las colonias populares de aquel México y, alguna vez dijo que si no vivió en el Castillo de Chapultepec, fue porque no le quisieron rentar a su papá un cuarto con baño y cocina.
Quizá usted no lo sepa, amable lector, pero por la medianía del pasado Siglo salió a la luz una publicación en papel periódico que se llamó: Álbum de Oro de la Canción, que recogía las letras de las canciones de moda en aquel tiempo y esta publicación está ligada a Chava Flores por diversos motivos: fue idea de él, los primeros números se editaron en su propia imprenta (mientras la tuvo) y aprovechó el medio para colar alguna de sus canciones que había escrito juega jugando. En una entrevista de 1994, declaró el compositor: “Mi amor por las canciones de México y sus compositores fluyó a mi mente. Me sabía miles de ellas, aunque no conociera personalmente a ningún autor, y de mi mente desesperada por el infortunio surgió el Álbum de Oro de la Canción. Una revista quincenal que desahogara mis ansias guardadas por ese hermoso arte que tanto amé y que nunca fue mío.” Luego de poco tiempo, el precio del papel se elevó tanto que hizo que se dejara de editar. No así su competidor más cercano, El Cancionero Picot, que se siguió editando por muchos años más.
Por fin, en 1952 la RCA Victor, graba sus primeros éxitos: Dos horas de balazos, y La Tertulia. Brincó luego a las carpas donde paulatinamente fue ganando fama que se extendió al resto del país, y luego toda América Latina y los Estados Unidos.
La fama de Chava Flores creció desde que Pedro Infante cantara alguna de sus canciones tanto en discos como en películas.
También probó suerte como actor en unas 8 películas, pero su música ha estado en muchas más.
La música de Chava Flores tiene dos características principalmente: ser una crónica de los usos y costumbres de la barriada mexicana, y estar salpicada, –algunas mucho más que un mero salpicón– de palabras de doble sentido, es decir, albures sin que por ello puedan ser consideradas vulgares, acaso levemente impropias para algunas élites sociales. Pero también se dejó seducir por el romanticismo de sus recuerdos y compuso algunas canciones “serias”, como La esquina de mi barrio o Mi México de ayer.
Quien esto escribe, estuvo presente en 1983 en el Teatro Ocampo, de Morelia, Mich., en el concierto que ofreció el compositor para anunciar que cambiaba su residencia a esa colonial ciudad michoacana por recomendación de sus doctores que le urgían a abandonar la Ciudad de México, por su altura y gran contaminación. A finales de julio de 1987 fue trasladado de urgencia al DF donde moriría pocos días después el 5 de agosto.
La lista de sus canciones es enorme, sobresaliendo, entre otras, Sábado, Distrio Federal, La casa de Lupe, La interesada, La Bartola, Carró sus ojitos Cleto, El retrato de Manuel, La tienda de mi pueblo, Los 15 años de Espergencia, ¿A qué le tiras cuando suenas, mexicano?, Dos horas de balazos, Las otras mañanitas, El gato viudo, Cuento de hadas, Ingrata, pérjida, Peso sobre peso, Tomando té, Pichicuas, Voy en el metro, y muchas otras de igual éxito.
Todas las canciones que escribió Chava Flores llevan alguna parte de sus vivencias. Caso especial la canción Pichicuás. Recuerda Chava Flores que cuando salían de la escuela, un grupo de amigos se ponían a jugar canicas mientras tomaban el respectivo camión urbano que les regresaba a sus domicilios. En un fatídico día, uno de sus amigos, al que apodaban “Pichicuás”, vio venir su camión y de prisa recogió sus canicas y atravesó la calle sin precaución y eso le valió ser atropellado frente a sus amigos, que vieron impactados como su amigo perdía la vida de esa forma. Chava Flores hace un recuerdo de su compañerito caído, con una canción llena de humor, pero con el recuerdo vivo de la tragedia en el corazón de nuestro artista, donde además se mezclan esas frases propias del juego de canicas:
Pichicuás y Cupertino
Se pusieron con canicas a jugar.
Pichicuás que pide mano;
Cupertino, «rinincola, cola y tras»
Una raya y un hoyito
Que pintaron en el suelo del solar.
Se advirtió que «Tres y el fuerte»,
Que «prohibido comer mano»
Y que «Al quede no tirar»
Que «las chiras son al tiro»
Que «hay calacas y palomas»
Y «El ahogado muerto está».
Mi Pichicuás: te sigue Cupertino.
Mi Pichicuás: te quiere calaquear.
Si ya las traes, apúntale con tino.
Mi Pichicuás: lo tienes que ponchar.
Pichicuás y Cupertino
Las canicas se empezaron a ganar.
Como se jugó de a devis
Buenos tiros se cambiaron de lugar.
Cupertino que hace trampas
Y hartos dengues pa´ciscar al Pichicuás.
Pichicuás que se lo poncha,
Cupertino que hace concha
Y no le quiere pagar.
-Mis canicas me las pagas-;
y que empiezan las trompadas,
¡Ay, mamá, qué feo es jugar!
Mi Pichicuás: de a devis nunca juegues.
Mi Pichicuás: de a mentis es mejor.
Pos no está bien que ganes y les pegues,
¿qué va a decir de ti tu profesor?
Yo, como tú, también fui peleonero.
Yo, como tú, también fui re hablador.
Pero una vez me puse con el «güero»
Y ya lo ves: ¡se me acabó el rencor!
Los intérpretes de Chava Flores van desde Pedro Infante hasta Victor Yturbe “El Pirulí”, pasando por Amparo Ochoa, Ángel Cervantes, Eugenia León, El Piporro, Fernando Rosas, Tin Tán, Guadalupe Pineda, El Loco Valdés, Óscar Chávez, y muchos más.
Salvador Flores Rivera, “Chava” Flores, murió el 5 de agosto de 1987 y descansa en el Panteón Jardín, en la CDMX, y su tumba tiene este epitafio:
“Si volviera a nacer quisiera ser el mismo pero rico, nada más para ver lo que se siente”.