Vuelo sin retorno: el adiós de un piloto de guerra
[bctt tweet=»Es muy probable que usted haya leído alguna vez El Principito. Le puedo asegurar que si ahora vuelve a leerlo, encontrará nuevas cosas que le harán volver a maravillarse con él. » username=»crisolhoy»]
Antoine de Saint-Exupéry, algo más que un autor para niños
Eran poco más de las 8 de la mañana de aquel 31 de julio de 1944, cuando el avión de reconocimiento, un Lightning P-38, despegaba con la misión de lograr algunas fotos sobre territorio ocupado por los alemanes. Jamás regresó. A las 14:00 horas de ese mismo día, el avión se dio por desaparecido pues su combustible se habría agotado desde una hora antes.
Desde que terminó la II Guerra Mundial, en 1945, se destinaron miles de horas en la búsqueda de este avión, o mejor dicho, en la búsqueda de su piloto. Los aviones derribados durante el largo conflicto suman muchos miles de aparatos de todos los tipos, características y armamentos, y nadie se ocupó en investigar a ninguno de ellos; ¿Por qué este aparato, que no estaba equipado con arma ninguna, despertó el interés de tantas personas para no cejar en su búsqueda? Volvamos unos años atrás.
29 de junio de 1900, Lyon, Francia. Nace un niño al que bautizaron con el larguísimo nombre de: Antoine Marie Jean-Baptiste Roger de Saint-Exupéry, aunque el mundo lo honra y recuerda simplemente como Antoine de Saint-Exupéry. En algunos documentos oficiales aparece su apellido sin el guión, y en otros con él, puesto que firma todos sus libros como Saint-Exupéry, digamos que esta es la forma correcta.
Antoine quiso ser marino, pero fue rechazado por la Marina francesa, así que se hizo piloto durante su servicio militar en 1921, y pronto comenzó a volar como correo aéreo entre Toulouse, Barcelona, Málaga, Tetuán, Sahara español, hasta los antiguas colonias francesas, en lo que luego sería Senegal.
Más tarde se trasladó a Argentina donde fue nombrado Director de Aeroposta Argentina. Desde siempre tuvo la inquietud de ser escritor, por lo que en sus ratos libres dio forma a su primera novela, publicada en 1928 titulada “Correo del Sur” hecha a partir de sus recuerdos y de sus apuntes de vuelo. En ella se narra las épicas primeras entregas de correo aéreo al hemisferio sur desde Francia, a través de España, Marruecos y Mauritania, a Dakar, donde en medio de un romance muy poco romántico, va tejiendo el accidente y muerte del protagonista de la historia: Bernis. Personaje que no sabemos si es totalmente ficticio o está inspirado en alguien real.
Le siguió “Vuelo Nocturno”, en 1931, con la que junto a su anterior libro, consigue el reconocimiento del mundo literario, y es merecedor del ‘Premio Femina’ (sic). En “Vuelo Nocturno” en circunstancias completamente distintas nos vuelve a narrar la tragedia de otro piloto. Al leer sus libros en esta época, puede parecer extraño el panorama que nos relata, pero si tomamos en cuenta el tipo de aparatos que usaban aquellos correos en la primera mitad del S. XX, entendemos que esos vuelos eran una verdadera lotería cada jornada, muchos de ellos, deshechos de la Primera Guerra Mundial.
El 30 de diciembre de 1935, después de un viaje de 19 horas y 38 minutos, Saint-Exupéry y su navegador André Prévot se vieron obligados a realizar un aterrizaje forzoso en la parte de Libia del desierto del Sahara, en camino a Saigón. Su avión era un Caudron C-630 Simoun 7041 (matrícula F-ANRY), con el que pretendían batir el récord de tiempo de vuelo de París a Saigón por un premio de 150,000 francos. Ambos sobrevivieron al aterrizaje, pero sufrieron los estragos de la rápida deshidratación en el Sahara, no tenían idea de su ubicación y, según sus memorias, lo único que tenían para alimentarse eran uvas, dos naranjas y una pequeña ración de vino. Experimentaron alucinaciones visuales y auditivas, para el tercer día estaban tan deshidratados que dejaron de transpirar y finalmente, al cuarto día, un beduino en camello los descubrió, y les salvó la vida. El relato “Tierra de Hombres”, publicado en 1939, es una referencia a esta experiencia.
Vendrían luego los libros: “Piloto de Guerra”, “Carta a un Rehén”, y “Ciudadela”, áque sería publicado póstumamente, en 1948. Pero el libro que lo hizo mundialmente famoso, es el cuento para niños (yo diría que ni es cuento, ni es para niños: es todo un tratado de filosofía y haya que ser muy maduro para sacar todo el provecho a este gran ‘cuento para niños’) “El Principito”, publicado en 1943.
El avión perdido en el mar Mediterráneo se buscó infructuosamente por décadas, hasta que en 1998, un pescador llamado Jean-Claude Antoine Bianco aseguró haber encontrado un brazalete con el nombre de Saint-Exupéry, el de su esposa y una dirección en Nueva York, que correspondía, sin duda, al piloto extraviado. Por las señas que dio el pescador, y con no pocos fracasos, finalmente el 7 de abril de 2004, se confirmó que los restos de un avión localizado un año antes, correspondian al Lightning P-38 que tripulaba el escritor el día de su desaparición.
El misterio de tantos años se había develado por fin, aunque sigue siendo un misterio la causa de su caída, puesto que, si bien en los restos no hay ningún indicio de haber sido ametrallado, no se tiene el fuselaje completo, por lo que el resultado no es concluyente.
Es muy probable que usted haya leído alguna vez El Principito. Le puedo asegurar que si ahora vuelve a leerlo, encontrará nuevas cosas que le harán volver a maravillarse con él.
Si no ha leído alguno de sus otros libros; dese la oportunidad de hacerlo y comprobará que Antoine de Saint-Exupéry, es mucho, pero mucho más que un cuento para niños.
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