Buscar donde se debe
Todavía no repuesto del todo del deshojadero que va dejando la pandemia y el propio tiempo -ese que construye, destruye, reconstruye y vuelve a las destructivas andadas-, me vuelvo sobre la reflexión del oficio periodístico
Por donde se vea, son tiempos difíciles para el periodismo que ha llegado a ser una profesión controvertida como nunca antes frente a los condicionamientos del presente, donde la información digital impone desafíos enormes a la búsqueda de veracidad e inmerso en una sociedad polarizada, en amplias capas dominada por la manipulación, la publicidad engañosa y la posverdad.
Tiempos complicados, peligrosos, en donde por más que las interrogantes se sustenten, las respuestas una y otra vez enflaquecen y se multiplican. Todo está en crisis. Por fortuna hay también testimonios de compromiso con la búsqueda de la verdad y la transparencia. Solo es asunto de buscar donde se debe. Es alarmante como decía Eco, la legión de idiotas que han asaltado el Internet, las redes sociales, pero también existe la razonada esperanza de encontrar espacios donde los periodistas contrastan ideas, recolectan e investigan datos, recaban testimonios, dan voz a las otras voces y las reconocen, además de brindar certeza a las personas y las comunidades donde se nutre la información.
No quede duda. El periodismo se ha convertido en una de las profesiones que se ha visto más violentada, con un saldo de lo dramático a la tragedia, en donde se cuentan el exilio de los comunicadores, las agresiones e intimidaciones, y en casos ya no excepcionales los atentados y los crímenes contra los comunicadores. En el caso de México, somo el país más peligroso para ejercer el periodismo, según los datos oficiales del Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, de enero a noviembre de 2020 se consignaron 230 agresiones a periodistas y 20 asesinatos. Y no hay islas dentro de este país. Todos los caminos se cruzan.
A pesar de los pesares, el quehacer compromete y obliga a seguir cada día con la mayor y más firme certeza y confianza de que la sociedad no ha dejado de creer en la importancia de la actividad periodística. En épocas sombrías, el potencial del esfuerzo de cada comunicador y del conjunto de medios confiables y serios, al reflejarse en la conformación de una vida pública, siguen aportando de manera sustantiva e imprescindible en la conformación de una sociedad abierta, pluralista y consciente. La vida democrática demanda la existencia de medios de comunicación independientes del poder político y eso no se gana en una batalla ni en las soledades quijotescas. Es un combate diario. y si bien requiere profesionalismo, seriedad y veracidad, también necesita de nobles cómplices.
En el periodo posrevolucionario y hasta la década de 1970, el periodismo se caracterizó por la autocensura que se manifestó en los medios tradicionales: prensa escrita, radio y televisión, con la inhibición del desarrollo de actitudes críticas independientes y libres, pues la mayoría de los medios trabajaban con lealtad al régimen, con el cual guardaban una relación de dependencia mutua, en extremo conveniente para su supervivencia económica. Y los que no, evidentes ejemplos de represión existen, y Aguascalientes no es, no ha sido nunca una isla.
Luego, las crisis que se sucedieron a partir de 1976 en todos los los ámbitos, transformaron al país al crearse nuevas formas de acceso al poder, sin importar que su ejercicio tuviera escasos cambios. Surgió o comenzó a surgir golpe a golpe, un ambiente de pluralismo político y la prensa escrita fue la primera en el esfuerzo de ampliar los espacios democráticos, mientras que la televisión siguió cerrada a expresiones críticas.
El investigador Manuel Alejandro Guerrero, en apretada síntesis en un trabajo editado por el INE a través de sus Cuadernos de Divulgación, nos dice que del siglo XX al XXI hemos transitado de un modelo mediático caracterizado por el peso inhibidor del régimen sobre la labor informativa a otro en el que, de formas distintas, grupos políticos, económicos y del crimen organizado ejercen presión sobre la independencia de la labor informativa.
En este sentido, el investigador en Comunicación Política por el Instituto Europeo Universitario de Florencia, Italia, abunda en que en la mayor parte de los medios tradicionales se tiene un periodismo colaborador que, en ciudades medianas y pequeñas de provincia se convierte más bien en uno acosado. La buena noticia, dice, es que gracias en gran parte a la revolución tecnológica ha comenzado a surgir un periodismo responsivo, distinto en sus temas, tratamiento y método, que está soportado en los principales centros urbanos por mercados publicitarios y públicos cada vez más exigentes con los contenidos mediáticos que consumen.
Si bien el panorama sigue siendo de claroscuros en México, hay ya, aunque sea de forma incipiente, una serie de espacios en donde el periodismo tiene oportunidad de desarrollar esas funciones, aun a contracorriente del ambiente dominante.
“La tierra te sea leve”, decían los sabios romanos.