Espacio, memoria y arraigo

Los muros de ladrillo no solo resguardan cuerpos, también custodian memorias. El hogar, cualquiera que sea su forma, se convierte en el primer refugio donde se siembran las emociones que nos acompañarán toda la vida. El fraccionamiento Morelos, en Aguascalientes, es ejemplo vivo de ello: más allá de su arquitectura sencilla, ha sido escenario de infancias, juegos, conversaciones y silencios compartidos. Su estética, hoy parte de la identidad urbana, se eleva como un recordatorio de que habitar no consiste únicamente en ocupar un espacio, sino en dotarlo de sentido.
En 2022, esta imagen, fue presentada en el Centro de Artes Visuales del Instituto Cultural de Aguascalientes, dentro del marco del 50 aniversario del Infonavit. Su inclusión en aquella exposición fotográfica no fue casual: se trató de reconocer la relevancia de la vivienda en la vida de millones de mexicanos y de reafirmar el valor cultural de espacios que, como este fraccionamiento, han acompañado a generaciones enteras en su andar cotidiano.
En nuestra cultura, el hogar trasciende lo privado para transformarse en un lugar de encuentro. La hospitalidad se expresa en frases que parecen naturales: “tu casa es mi casa”. Y es que abrir la puerta no es solo un gesto de cortesía, sino una declaración de confianza y reconocimiento del otro. Compartir la mesa, ofrecer un asiento, extender una taza de café, son actos que convierten lo cotidiano en algo trascendente, donde lo humano y lo divino se entrelazan con naturalidad.
El filósofo Martin Heidegger afirmaba que habitar es la manera esencial en que los seres humanos estamos en el mundo. No se trata de ocupar una estructura, sino de arraigarnos en ella, de construir un vínculo entre el espacio y nuestra existencia. Bajo esta visión, cada rincón del hogar se vuelve significativo: la ventana desde la que se observa el atardecer, el patio donde resonaron risas infantiles, o la sala donde el silencio también habla. El hogar no es estático, evoluciona con nosotros, guarda los ecos de lo vivido y nos recuerda que pertenecer implica más que tener un techo.
Con los años, la memoria de los hogares se vuelve aún más fuerte. Un simple olor, el tacto frío del piso o la luz que entra por una rendija despiertan recuerdos capaces de trasladarnos al pasado. Es entonces cuando comprendemos que la verdadera riqueza de un hogar no radica en sus materiales, sino en la suma de momentos que, silenciosamente, le confieren vida.
Habitar es existir, y existir es, al final, volver a ese lugar íntimo donde todo comenzó.

Más allá de la mirada: En Aguascalientes, el fraccionamiento Morelos fue uno de los primeros conjuntos habitacionales construidos por Infonavit entre los años setenta y ochenta del siglo pasado. Su diseño funcionalista respondía a una idea colectiva de progreso y acceso digno a la vivienda. Hoy, es parte inseparable de la memoria urbana del estado.
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