Ética o tradición, las dos caras de la Tauromaquia

Ética o tradición, las dos caras de la Tauromaquia

La petición de que se prohíban las corridas no constituye un acto de arrogancia, sino el movimiento plenamente justificado de sociedades que quieren progresar moralmente

Ortiz-Millán.

En las Culturas antiguas (indo-iraní, mesopotámica, egipcia, cretense, fenicios, celtas, hititas, sirios solo por mencionar algunas) había un respeto hacia los toros, como grandes y poderosos animales, en otros casos eran los animales preferidos y los escogidos por los Reyes, y personajes poderosos, para ofrecerlos en sacrificio a alguno de los dioses o diosas, para obtener los favores solicitados o favorecer la fuerza de los guerreros o la fertilidad del ganado.

Por ejemplo, el Serapeum de Menfis, una necrópolis subterránea, situada al norte de Saqqara, cerca de Menfis, se enterraron los sagrados toros Apis. La veneración de estos está atestiguada desde la I dinastía egipcia. Se sabe que el rey tenía que enfrentar a los toros o correr para evadirlos a fin de recuperar la fuerza y el poder. La ceremonia se llevaba a cabo cada tres años.

Para los celtas el toro era la representación de la fuerza y la virilidad. En contraste un estuco de Micenas (Creta) retrata saltos sobre toros incluidas algunas mujeres frente a toros en una escena de taurokathapsia (o taurocatapsia), deporte cretense que consistía en saltar a lomos de un toro».

Estos datos nos permiten apreciar que los orígenes son complejos y mezclan elementos culturales, religiosos y sociales.

Por otro lado los hallazgos de numerosas piezas artísticas en la península ibérica relacionadas con rituales y ceremonias con el toro son numerosos y se encuentran en prácticamente toda la geografía peninsular e indican que las fiestas y juegos de toros ya estaban asentados en la Península ibérica procedentes de los antiguos rituales en los que se practicaron diferentes formas de burlar a las reses o ritos asociados a la fertilidad, por lo que fue frecuente correr y lidiar toros en las celebraciones de los esponsales. Un ejemplo se relata en las Cantigas de Santa María (1280), en específico la cantiga CXLIV donde está representada una corrida de toros nupcial. Durante la Edad Media, las corridas de toros eran eventos que involucraban la caballería y se llevaban a cabo en plazas públicas. Fue hasta el siglo XVIII, la tauromaquia evolucionó hacia su forma moderna, con la participación activa de toreros a pie.

Con estos datos queda evidenciado que las prácticas culturales no son estáticas y las culturas pueden evolucionar y cambiar con el tiempo. Tal es el caso de Francia, en donde las corridas de toros hoy forman parte de la tradición taurina en algunas regiones, especialmente en el sur del país. Durante estas “corridas”, los participantes intentan esquivar y evadir al toro de manera creativa, mostrando habilidades acrobáticas. O en Portugal donde el espectáculo taurino finaliza con la suerte de muleta.

En contraste en España, se desarrolló otro tipo de encuentro sanguinario y cruel donde el torero o matador (el que mata) se enfrenta a un ser “peligroso e indómito”, así la “masculinidad” atribuida a los toreros, se manifiesta en la idea de que los matadores pueden controlar su miedo a ser lastimados o, incluso, a morir frente al otro, por lo que las corridas de toros representan la oportunidad de que el matador, vestido de gala, refuerce su hipermasculinidad públicamente, ante la expectativa de someter y masacrar a un animal. En estos espectáculos sanguinarios, se enaltece al torero como héroe, cuya vida es menester preservar por encima de la del toro, esto es simplemente otro ejemplo de las relaciones de poder entre humanos y no humanos, en un franco antropocentrismo. Bajo esta perspectiva, la tauromaquia se vuelve un performance de la superioridad y del triunfo de la voluntad y del control antrópico sobre la animalidad.

El antropocentrismo presupone que los animales son inferiores frente al ser humano porque son incapaces de razonar y generar procesos cognitivos complejos, lo que ha llevado a que su condición de seres sintientes se haya descartado y sean vistos como simples recursos y medios para satisfacer las necesidades humanas –incluyendo las recreativas como es el caso de la “tauromaquia” – una práctica todavía no conlleva implicaciones éticas ni sanción alguna. Así, se han generado relaciones de poder y discriminación hacia los animales que ha favorecido la mercantilización de seres sintientes en atracciones.

El patrón de pensamiento de las sociedades occidentales tiene un sesgo ideológico antropocéntrico, asimilado luego a la tradición judeocristiana que, a su vez, permeó en el siglo XVII a los planteamientos de René Descartes, los cuales cimentaron el imaginario colectivo vigente. Muestra de este fenómeno se observa y permea incluso en el arte ya con pintores como Pablo Picasso, Francisco de Goya, Salvador Dalí y Fernando Botero; literatos como Ernest Hemingway y Gabriel García Márquez; cineastas como Carlos Saura y Pedro Almodóvar; o hasta filósofos como Fernando Savater, entre muchos otros, lo que tristemente ha contribuido a mantener la actual narrativa del denominado “arte taurino”. Es decir, la tortura de toros con fines recreativos que implica el sufrimiento y muerte de los bóvidos sólo para deleite de los espectadores.

Es decir que, para el humanismo, centrado en los intereses humanos, la tauromaquia es vista como un ritual “arstístico”, pero el pensamiento poshumanista –que deconstruye la posición de supremacía del ser humano en el planeta y rechaza la división arbitraria entre naturaleza y humanos-, las éticas no antropocéntricas y los planteamientos de los derechos animales establecen que esta postura resulta insostenible pues ¿Qué estética puede haber en el maltrato, tortura y asesinato animal en nombre de la exaltación de otros valores como la cultura, el arte, la civilización, la masculinidad, el control?.

Las éticas ambientales suponen, por un lado, que todos los constituyentes de la naturaleza tienen un valor intrínseco, sus integrantes son valiosos no porque el ser humano los denomina como tales, sino porque tienen un valor en sí mismos. Con esta visión, la práctica tradicional y cultural de la tauromaquia no puede estar por encima del valor intrínseco de los animales.

El ecofeminismo sostiene que la opresión a las mujeres y a la naturaleza (incluyendo los animales) tiene una misma lógica de dominación, y que no se puede liberar a las mujeres sin tomar en serio el dominio de la naturaleza y viceversa, pues son la cara de una misma moneda. Es decir que el foco del antropocentrismo se encuentra un grupo privilegiado de humanos, varones blancos (y masculinos) y en torno a ellos se ubica la otredad humana, dominada sobre todo por mujeres; por último, en la “otredad de la otredad” están los no humanos, primordialmente animales. Y es que las feministas han hecho extensiva su plataforma teórica al análisis del maltrato animal, dado que aquí se involucran relaciones de dominación, violencia y desdén por la otredad.

Actualmente en algunas localidades de Iberoamérica, la tauromaquia se considera un ritual anquilosado, que atenta

contra el desarrollo intelectual, moral y cultural del ser humano y que debiera abolirse. Incluso se han logrado sentencias de amparo contra las corridas de toros como el caso de Puebla el pasado Febrero de 2024.

En contraste, en otras localidades mexicanas en las que el tauroturismo es una actividad económica central, se da en aquellas de origen colonial que promocionan así su “patrimonio cultural” como el caso de Aguascalientes, en donde “la

tradición cultural”, se vuelve incuestionable e intocable, propia de una civilización que se define por su dominio sobre la naturaleza, su machismo y su antropocentrismo.

Pero mantener el tauroturismo con la finalidad de sostener “la tradición” constituye una falacia que apela al arcaico y anquilosado argumento ad antiquitatem, es decir, que, si algo se ha venido haciendo desde hace muchos años y se ha convertido en una tradición, es porque está bien o es verdadero. Esta falacia anula la posibilidad de cuestionar comportamientos humanos que pudieron haber sido erróneos en el pasado (aunque quizá en su momento estaban normalizados), y que impiden a la sociedad a reflexionar en una ética de respeto a los animales en contextos turísticos y, con ello, evitar la muerte animal por diversión turística y recreativa.

La tauromaquia es una práctica no ética, pues tiene implícitos el sufrimiento y la muerte violenta de los toros y daños colaterales a otros seres vivos (caballos y toreros).

Además, coincidentemente, el aumento de las corridas de toros se da simultáneo al arribo o búsqueda de mayor turismo. Ayer precisamente la gobernadora al develar el cartel del serial taurino 2024, dijo que en Aguascalientes y en San Marcos, la fiesta brava vive a plenitud; aquí el sol siempre brilla en los ruedos y nunca tendrá ocaso.

Habrá que recordar que la feria de San Marcos inició en 1828 para vender productos de cosecha y ganadería, que, por 21 años, las “corridas” se hicieron en placitas portátiles y que fue hasta 1849 cuando José María López de Nava gobernador constitucional sustituto de Aguascalientes, buscó construir un local adecuado para ese fin, hasta que José Dosamantes, dueño de la conocida hacienda de toros “El Venadero”, inició la construcción de la Plaza de Toros San Marcos el 24 de abril de 1896. Y como dato curioso (si wilkipedia no miente), es que en los años noventa del siglo XX, la monumental plaza de toros San Marcos, fue adquirida reformada y renovada obteniendo su aspecto actual, por el prominente empresario Alberto Bailleres, socio también de la Monumental de México y Nuevo Progreso. Es decir que el inmueble es un negocio que pertenece a la cuarta familia más acaudalada de México, dueños también del Palacio de Hierro, GNP y parte del grupo BAL entre muchos otros.

También es interesante considerar que las actuales candidatas a la presidencia en sus compromisos, incluyen el prohibir el maltrato animal lo cual en caso de que cumplan con sus promesas, afectará directamente a la tuaromaquia, una afición que ha perdido adeptos en México e incluso en España entre los jóvenes como demostró la encuesta que realizó Ipsos mori, donde el 84% de los encuestados era estar «poco o nada orgulloso» de vivir en un país donde la tauromaquia es una tradición cultural (plataforma La Tortura No Es Cultura).

Para cerrar me gustaría destacar que de las tradiciones creadas por el ser humano a lo largo de su historia, son muchas las que hoy, resultan además de grotescas, arcaicas. El sacrificio de doncellas (tradición de la antigua Grecia o de nuestra Mesoamérica prehispánica), la deformación de los pies de ciertas mujeres en Japón, la ablación del clítoris en algunas partes de África o la lucha a muerte entre dos hombres en la antigua Roma. Las culturas no son estáticas, evolucionan y cambian con el tiempo. Actualmente la tendencia es dar valor a las razones morales en contra de las corridas de toros, ya que se basan en que los animales son objeto de consideración moral, es decir, que tienen un estatus moral independiente de nuestros intereses.

Comparto link de video alusivo.

Ana Romo jaulericavida1@outlook.es

Ana Romo G
Ana Romo G

Médica veterinaria y zootecnista, académica, escritora y bioeticista.

Ana Romo G

Médica veterinaria y zootecnista, académica, escritora y bioeticista.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Content is protected !!