Objetos del olvido

Hay lugares que parecen detenidos en una pausa infinita. Espacios donde la vida alguna vez vibró con intensidad, pero que ahora solo respiran el polvo acumulado en los objetos que conservan sombras e historias sin fin. La imagen de hoy es uno de ellos: una sala sin voces, sin rostros, sin risas recientes, es tan solo una colección de memorias que ya no le pertenecen a nadie.
La ausencia pesa más cuando alguna vez hubo presencia. Y, sin embargo, hay vacíos que se vuelven tan largos, tan constantes, que se transforman en olvido. Donde alguna vez hubo amor, ternura, cercanía, hoy ya no duele. Ni siquiera se recuerda. En el mejor de los casos, queda una imagen en blanco y negro, inofensiva, muda, deslavada por el implacable tiempo.
A veces se intenta reconstruir, artificialmente, la atmósfera de aquello que fue. Se colocan muebles antiguos, radios viejas, retratos polvorientos. Se simula una calidez que ya no existe. Pero la recreación no es recuerdo, y la nostalgia escenificada no reemplaza la emoción verdadera. Por más que se intente, lo imitado no logra ser en esencia lo perdido.
Tal vez ahí radica la ironía de ciertas relaciones humanas: en cómo lo que parecía imborrable termina convertido en una escena sin nombre, en una emoción que se volvió irrelevante, no por falta de importancia, sino por desgaste, saturación o por supervivencia. Como diría el gran escritor, guionista y periodista colombiano Gabriel García Márquez: “Con el tiempo todo pasa. He visto con algo de paciencia, a lo inolvidable volverse olvido, y a los imprescindible sobrar”.

En ocasiones uno vuelve a esos espacios y personas. Mira los detalles. Busca un reflejo. Pero ya no encuentra nada. Ni en la radio antigua que alguna vez sonó en sintonía con dos corazones. Ni en los libros que guardaban promesas. Ni en la pintura de la pared que antes fue testigo. Porque el verdadero olvido no es la falta de memoria, es indiferencia que deja de doler. La fotografía fue tomada el 26 de julio de 2025 en Caffeto’s ubicado en el centro histórico de la ciudad de Aguascalientes.
Más allá de la mirada: Las imitaciones del ayer pueden parecer fieles, pero nunca son el pasado en sí. Son objetos del recuerdo, no la remembranza misma. Y como todo decorado, solo están ahí para rendir homenaje a Cronos y el camino andado hacia el progreso y los nuevos artilugios.
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