LA SOBERANÍA HA RECAÍDO EN EL PUEBLO
La famosa fotografía de la reunión de Pancho Villa y Emiliano Zapata en el antiguo Palacio Nacional (hoy residencia de Andrés Manuel López Obrador y la no primera dama), puso de relieve algo que se ha dicho sobre la silla presidencial. Villa se sentó a sus anchas con el desenfado que le caracterizaba, dueño y señor de las situaciones, con mucho saber estar, invitó luego a Zapata a sentarse, pero él declinó, retraído, taciturno, introvertido, quizás más dueño de sí mismo y de las circunstancias: “Algo tiene esa silla que trastorna a quien se sienta en ella”.
Memento mori, apenas el miércoles pasado, en el ritual de la ceniza con la que arranca la Cuaresma la lapidaria frase «Recuerda que morirás», nos recordó la mortalidad del ser humano. Su origen se atribuye a una peculiar costumbre de la Antigua Roma, que probablemente se remonta a los sabinos, antiguos habitantes de lo que luego sería la Ciudad Eterna. Cuando un general desfilaba victorioso por las calles de Roma, tras él un siervo se encargaba de recordarle las limitaciones de la naturaleza humana, repitiendo la frase que consigna Tertuliano: Respice post te! Hominem te esse memento! «¡Mira tras de ti! Recuerda que eres un hombre», buscando atemperarle con el fin de impedir que incurriese en la soberbia y pretendiese como un dios omnipotente, usar su poder ignorando la ley y la costumbre (mores).
No vendría mal que a los presidentes de la república se les designase también quien les recordase su condición humana y con ello su naturaleza falible, vulnerable, voluble y mortal. Sin embargo parece que la consigna es precisamente la contraria. Rodearse de las personas que por una pitanza (es un decir, normalmente los corifeos son bien pagados. V.gr. Jesús Ramírez, Pedro Miguel, Epigmenio Ibarra, Rafael Barajas y una manada de etceterillas que son cajas de repetición), alaban, ensalzan, veneran y no pocos adoran al Sr. Presidente, que encarna todas las virtudes y cualidades habidas y por haber. Hasta la persona mas centrada, sensata y equilibrada es propensa a la adulación, pero cuando la criatura es risueña y le hacen cosquillas, el cuadro se descompone por completo.
Las actitudes, expresiones, comentarios, gestos y en general su talante en las “maña-ñeras” han ido adquiriendo características que, si no fuera por lo grave, moverían a risa. Por señalar una de las más recientes. Dedicó varios días a descalificar la posibilidad de que una gran empresa armadora de coches se estableciera en el estado de Nuevo León, uno y otro día señaló los inconvenientes de establecerse en esa entidad y finalmente sentenció: No daremos los permisos para la empresa si insiste en establecerse allí. Al día siguiente anunció: tuve una conversación con el inversionista y la empresa se establecerá en el área metropolitana de Monterrey. Uno esperaría que el jefe del ejecutivo mostrara algo de cordura, algo de razonabilidad y algo de sensatez. Se trata probablemente de la mayor inversión privada en lo que va del sexenio. Se trata de una empresa que, si viene a México no es por las condiciones generales del país, sino por situaciones concretas: la vecindad y la mano de obra barata. Por cierto, una inversión que resulta irónica, mientras que el gobierno federal le apuesta al elefante blanco de la Refinería de Tres Bocas (la tercera es la de AMLO), la empresa de Musk armará automóviles eléctricos.
Indefectiblemente la maldición del quinto año afecta a los presidentes y, desde luego, afecta más a los autoritarios, controladores y delirantes, como lamentablemente es el caso actual. Una persona que es capaz de confundir un mono aullador con un “aluxe” (por cierto en la mitología maya los aluxes son especie de duendes protectores de los entornos naturales, quizás por eso se le aparezcan, reclamo por la destrucción de la selva), sea también capaz de creer que una movilización cercana a las quinientas mil personas en el país, sea manipulada con el único afán de mostrar su “odio” a la cuarta transformación (la única transformación apreciable es que un señor que se ostentaba como demócrata, republicano, respetuoso de la ley, se transformó en un autócrata, intolerante, irascible en ánimo de destruir todo aquello que se oponga a su capricho).
El movimiento popular del domingo pasado fue una auténtica fiesta, se respiraba alegría, entusiasmo. Se sentía la determinación y la convicción de plantarse frente al autócrata y gritarle ¡Basta!, venimos a recordarle sus límites que son, no sólo las leyes, sino la soberanía y recordarle que ésta reside esencialmente en el pueblo. Si algo he aprendido a distinguir en estos muchos lustros que llevo participando de una forma o de otra en la vida cívica de nuestro país, son las manifestaciones de acarreados de las espontáneas. No habrá de pasar mucho tiempo para que podamos hacer la comparación. El próximo dieciocho de marzo, el presidente que este pasado domingo se puso a hacer chilillo con el rabo, se cobrará venganza, mostrará que su voluntad basta para llenar por enésima vez el Zócalo de la ciudad de México, al fin de todas formas los que pagamos somos los que pagamos impuestos.
Seguramente no está entre las lecturas del presidente, que parece haberse quedado en los libros de texto y los manuales del Echeverrismo, pero en un arranque crítico Vladímir Ilich Uiánov “Lenin” escribió que sí en Rusia en 1917 hubieran habido mil personas que supieran lo que querían difícilmente hubiera triunfado la revolución. Probablemente López Obrador no tenga que ir tan lejos, le bastaría con recordar el episodio que protagonizó Francisco Primo de Verdad y Ramos, síndico del ayuntamiento de la Ciudad de México, prócer y mártir de la Independencia que acuñó la frase que habría de estar grabada en la fachada de la casona que habita el precarista AMLO: La Soberanía ha recaído en el pueblo.
Le vendría bien al señor presidente serenarse. Meditar un poco y ponderar el peso de los miles de “acarreados” que moverá el próximo dieciocho de marzo y el de los que “sabiendo claramente lo que queremos” marchamos el pasado sábado.
“Nuestro voto no se toca” “Nuestro derecho no se toca” “Nuestra soberanía no se toca”.
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