Pensar el futuro civilizatorio justo ahora, al borde del colapso sistémico
Pensar el futuro civilizatorio justo ahora, al borde del colapso sistémico
La gran pandemia nos instala en una verdadera encrucijada civilizatoria, que de lleno nos enfrenta a grandes y nuevos dilemas políticos y éticos. O vamos hacia una globalización neoliberal más autoritaria, un paso más hacia el triunfo del paradigma de la seguridad y la vigilancia digital instalado por el modelo asiático, o repensamos la crisis económica y climática desde un nuevo ángulo, tanto en términos de lo global como de lo local, desde una nueva relación más equitativa.
[bctt tweet=»La pandemia ha llegado y va para largo. A su paso iremos viendo volar en mil pedazos el sistema de relaciones económicas y sociales prevaleciente.» username=»crisolhoy»]
Estamos parados al borde del caos pero también la crisis puede abrir paso a la posibilidad de la construcción de una globalización más democrática, ligada al paradigma del cuidado, por la vía de la implementación y el reconocimiento de la solidaridad y la interdependencia como lazos sociales e internacionales. Así lo sostienen politólogos, economistas y filósofos que proponen un sistema de políticas públicas orientadas a un «nuevo pacto ecosocial y económico», que aborde conjuntamente la justicia social y ambiental.
A la par de lo anterior, destacados sociólogos contemporáneos hacen uun llamado a repensar realmente esa frase de ‘el tiempo es oro’ para mejor aún pensar que el tiempo tiene que estar más vinculado al desarrollo del ser, más que al ideal del tener o poseer.
Los tiempos del COVID-19 replantean las necesidades, la responsabilidad, el papel del el individuo-sociedad y la naturaleza y crecimiento económico como los temas que la sociedad debe reflexionar y resolver de manera inmediata, haciendo camino al andar.
Se trata ahora, insisten, de generar personalidades más humanas, sociales y colectivas como algunos de los puntos importantes que esta pandemia del coronavirus pueda dejar a la sociedad en general.
Para ello hay que estar de acuerdo en que es necesario abandonar el discurso bélico, la ganancia a ultranza y los destructivos hábitos de la sociedad de desperdicio, para así asumir las causas ambientales de la pandemia, junto con las sanitarias, y colocarlas también en la agenda política. Esto nos ayudaría a prepararnos para responder al gran desafío de la humanidad; la crisis climática, y a pensar en un gran pacto ecosocial y económico.
Solo de esta manera, podremos edificar seres humanos basados en la esperanza, con una personalidad social desarrollada a partir de certezas y no de angustias. Una personalidad que se fundamente en la solidaridad y no en la competencia. Una personalidad que se desarrolle en función de un sentido de pertenencia y unión, en lugar de una personalidad de competencia sorda y violenta.
Hoy nos resulta difícil pensar que el mundo anterior a este año de la gran pandemia fuera un mundo «sólido», en términos de sistema económico y social, comentan sociólogos mexicanos y norteamericanos reunidos para debatir los caminos a seguir, y coinciden en que el coronavirus nos arroja a esa arena en la cual importan sobre todo los grandes debates sociales, cómo son; pensar la sociedad de aquí en adelante, replantearse el cómo salir de la crisis, y qué Estado necesitamos para ello. Por si fuera poco, se trata además de pensar el futuro civilizatorio justo ahora que nos encontramos al borde del colapso sistémico.
La gran cuestión es si volveremos o no al mismo tipo de vida, al mismo modelo productivo y mercado de trabajo precario, al mismo modelo de sociedad desigual, de sociedad depredadora. Lo cierto es que si no somos capaces de sacar algunas enseñanzas básicas de esta crisis donde se ha evidenciado que lo importante es la vida y la salud, entonces no tendremos ya arreglo como especie. Así, la principal lección de la crisis es que hay que cambiar las prioridades a partir de la respuesta objetiva a la pregunta ¿Qué es lo realmente importante para la Humanidad? Sin plantear el problema en el falso dilema ¿salud o economía?
Lo que urge es avanzar en la búsqueda de alternativas de crecimiento económico para toda la sociedad y para todos los países e ir aplicando los nuevos conceptos, viables, inteligentes, equitativos y sustentables, que nos den certeza ahora y permitan a futuro adecuarlos a un nuevo desarrollo global, cuya base sea una base real y lleve a una nueva convivencia capaz de dejar atrás el sistema de aniquilación del medio ambiente.
La pandemia ha llegado y va para largo. A su paso iremos viendo volar en mil pedazos el sistema de relaciones económicas y sociales prevaleciente. Ambas realidades han puesto de manifiesto el alcance de las desigualdades sociales y la enorme tendencia a la concentración de la riqueza que existe en el planeta, en nuestro mil veces sufrido país, en todo el continente, en todo ese mundo llamado hace más de 50 años por las potencias, “en vías de desarrollo”, y que solo vive una prolongada agonía.
No es una novedad, también es cierto, pero como nunca nos debe llevar a reflexionar sobre las salidas que han tenido otras crisis globales. O cambiamos o iremos despareciendo de la faz de la tierra, sin dejar otra cosa que una última huella oscura, como las especies condenadas a cien años de soledad.
Publicado en “Hidrocálido” 04.11.2020