«Vidas en transición»: Reconstruir el tejido social
Tejer ciudadanía social en el siglo xxi es una tarea tan compleja como necesaria. El cambio de época nos ubica en transiciones vitales donde crecen miedos y esperanzas, incertidumbres y oportunidades.
Forjar contratos sociales, ecológicos y de género conectados a esas nuevas realidades implica superar muchas coordenadas del viejo modelo de bienestar: “Supone vertebrar un campo de políticas y prácticas donde la igualdad pueda conversar con las diferencias; donde la autonomía personal pueda hacerlo con la fraternidad”. Cito ideas que forman parte de un ensayo de Ricard Goma y Gemma Ubasart sobre su recién publicado libro, Vidas en transición. (Reconstruir la ciudadanía social), publicado por Tecnos, Madrid, 2021.
Entre muchos otros basamentos, para ellos, tejer ciudadanía social supone también vincular lógicas de protección con más y mejor democracia, conectar la transformación de las administraciones con la articulación de lo común. E implica, finalmente, fortalecer la dimensión de proximidad de los derechos sociales, con el municipalismo como motor de ciudadanía en marcos cooperativos de gobernanza multiescalar. Sí, retos sumamente ambiciosos. Pero nada de ello parte de cero. Y no hay nada mejor que aprender de las experiencias ya en marcha, insisten.
Partiendo del análisis del movimiento global que se inició con la revuelta de Seattle en 1999 y el cual visualizaba el punto de partida de una nueva era. Movimientos ecologistas y pacifistas, iniciativas juveniles, ong y sindicatos, con distintos registros y lenguajes, luchaban por una globalización humana y ecológica; es decir, demandaban que las transformaciones productivas, sociales y culturales beneficiaran a las mayorías sociales, el conjunto de los lugares y el ecosistema. El libro de Germma y Gomá disecciona los fenómenos de la globalización, que han desatado sensaciones de desprotección, en tanto los Estados han tendido a responder con fronteras excluyentes y repliegues autoritarios. En ese marco, dicen los autores, las ciudades han impulsado la apertura de la brecha democrática. Se ha ido tejiendo la alternativa municipalista: gobiernos de proximidad como ámbitos de empoderamiento colectivo y reconstrucción de derechos. Se articula una esfera local con agendas conectadas a temas estructurales (desigualdades, migraciones, derechos humanos, cambio climático). El municipalismo redibuja –aún de forma incipiente– la geografía de la gobernanza mundial: los gobiernos locales se convierten en sujetos políticos democráticos frente a los mercados globales y a las fronteras estatales. El municipalismo aparece como proyecto donde articular comunidad con acogida. Es el territorio posible de encuentro entre apertura y protección, entre democracia participativa y derechos de ciudadanía.
Un asunto es claro para los autores. “No se trata de reproducir viejos esquemas jerárquicos, sino de articular escenarios de soberanías libremente compartidas, con relaciones de interdependencia y horizontalidad para abordar problemas, gestionar conflictos y construir acuerdos”. Y más… Buena parte de los retos emergentes, de la emergencia climática al crimen organizado pasando por la pandemia, requieren un salto de escala hacia ámbitos supraestatales. Y es aquí, en este mundo global y del riesgo, donde toca dar batalla por Europa (y por una integración latinoamericana). Por una Unión Europea con más capacidades de gobierno y elaboración de políticas frente a los Estados y sus reticencias anacrónicas a ceder más poder; por una UE plenamente democrática, que haga girar su integración en torno de los derechos civiles, políticos y sociales; por una ue que actúe como sujeto político en la escena internacional y trabaje de forma cooperativa y horizontal con todos los ámbitos de proximidad.
En el ensayo publicado en Nueva Sociedad (nuso.org) y donde los autores exploran las dimensiones del cambio de época y perfilan nuevas realidades, citan que por un lado, personas y grupos irrumpen con fuerza en el espacio público desde lógicas de empoderamiento y activación de protagonismos diversos. La ciudadanía social y sus derechos colectivos empiezan a reescribirse desde gramáticas de autodeterminación y libertad individual. Es verdad, en ausencia de igualdad esa libertad no es real; pero sin procesos de autonomía personal, la igualdad puede esconder relaciones de dominación.
Emerge, por otra parte, el reto de situar la autonomía en un marco de reconstrucción de lazos de fraternidad, de vínculos comunitarios y ecológicos. Se trataría, en síntesis, de inscribir los valores de solidaridad y sostenibilidad en el núcleo del nuevo contrato social.
Reescribir, en síntesis, una institucionalidad con más poder en el territorio: allí donde las cosas pasan, donde late la inteligencia colectiva para abordarlas.
Publicado en “Hidrocálido”. 16.03.2022