CERESO DE VARONES (1/3)

CERESO DE VARONES (1/3)

Hay lugares que resultan indeseables para vivir estos días de navidad y año nuevo; jornadas que se supone son de reflexión y convivencia, de descanso, aunque en realidad los espacios en que estoy pensando son indeseables en cualquier época del año, usted sabe por qué, pero especialmente en esta. Por ejemplo el panteón, donde se está sin estar, sin ser ya; un hospital, ese santuario de la humanidad doliente, golpeada por la enfermedad, acariciada por la muerte, el lugar al que se entra vivo y quien sabe como se salga… Si la vida es frágil, un nosocomio agudiza al máximo la conciencia de esta situación.

¿Y qué decir de aquellos para quienes este tiempo transcurre fuera de casa, en medio de una travesía, aérea, marítima? ¿Se acuerda de aquella película de los setenta, “La aventura del Poseidón”, la versión original? El transatlántico es volteado por una ola gigante que mata a todo el mundo a bordo, a excepción de unas cinco o seis personas que logran salir por la popa, antes de que el navío se hunda. El actor Leslie Nielsen, que actúa como capitán del barco, está en el puente junto con sus oficiales, observando el radar y viendo venir la catástrofe. Por un momento levanta la cabeza y dice, la voz cargada de gravedad: “a propósito: feliz año nuevo”. Poco, muy poco les dura el año a los cinco o seis hombres que conducen la nave, golpeados por el mar enbravecido.

Pero en rigor estoy pensando más bien en las cárceles, uno de tantos lugares indeseables de esta vida. ¿Cómo se vivirán las fiestas en privación legal de la libertad (quizá no forzosamente justa)? ¿Se escucharán ahí dentro los cantos de posada, la cohetería que escapa a la vigilancia y el decomiso, es decir casi toda? ¿Llegará hasta allá el aroma del ponche; de los buñuelos? ¿Se verán desde ahí las luces de colores de los nacimientos y los árboles; sus reflejos? ¿Extrañarán a los familiares que están fuera; los que están fuera sentirán esta ausencia?

Mientras escribo estas líneas imagino uno de esos dormitorios que se cierran en las noches y hasta el día siguiente… ¿Qué ocurre una vez que se hace el silencio? ¿Habrá silencio ahí dentro; oscuridad virtuosa? ¿Se alcanzará a escuchar algún susurro de libertad, una risa, una conversación, un grito, un vehículo automotor, el llanto de un niño, los trenes que cruzan la ciudad, el rumor portentoso de los aviones abriéndose paso en las alturas del océano nocturno? ¿Será posible ahí apreciar el movimiento de las estrellas?

También recuerdo a Alejandro Román, en otra vida cronista de los partidos de Necaxa. Frecuentemente comenzaba sus intervenciones saludando a quienes desde los CERESOS se acercaban a algún aparato de radio para enterarse de las peripecias de los locales, y les decía: “ánimo, ya falta menos”; algo así decía.

Ya falta menos… ¿Cuánto es menos; para qué? Este es todo un tema, porque ocurre que hay mucha gente en libertad, pero que es prisionera de un sinfín de circunstancias, personas, ideas, cosas, prisionera, y otros que están encerrados, que gozan de una envidiable libertad interior. Yo no sé: el que esté libre de esclavitudes, que levante la mano y nos diga cómo le hizo.

En fin, ahora recuerdo a toda esa gente, más que privada de la libertad, separada de manera forzada de las personas que ama; aquellas que los alimentan, en un sentido muy amplio de la palabra, y lo hago contándole de la ocasión en que estuve en el CERESO de varones de la salida a Calvillo, en calidad de visitante y no como cliente, aunque tal vez más de alguna de mis faltas merecería semejante pena; el que esté libre de culpa que acuse en primer término.

Hubo en esta prisión un círculo de lectura, animado por la maestra Martha Elba Macías Esparza, actualmente directora de la biblioteca Fray Servando Teresa de Mier, quien realiza una labor verdaderamente apostólica de promoción de la lectura. Asistían a este círculo unos 20 internos, y si digo que hubo es porque el grupo se canceló debido a la pandemia coronavírica, y hasta donde tengo noticia, no se ha renovado.

Este conjunto de adelantados –cualquiera que lea es un adelantado- había terminado la lectura de “Piedras para Ibarra«, de la californiana Harriet Doer, cuya trama ocurre entre Asientos y Aguascalientes en los años sesenta del siglo anterior. El libro, librazo en rigor, sin desperdicio alguno, es un clásico de la literatura local. Se trata de una novela que también funciona como libro de cuentos, dada la redondez de cada uno de sus capítulos. Dice el bloguero Omar González en su reseña de la edición de la Editorial Vuelta de esta obra, que “un matrimonio estadounidense, recuperando el espíritu aventurero y colonizador de sus ancestros, llega y se instala en Ibarra, un caserío semidesértico, casi despoblado y abandonado en las montañas del territorio mexicano, donde otrora, cincuenta años antes, el abuelo de él y su familia gozaron la explotación y la bonanza de la mina La Malagueña, hasta que la inestabilidad y el sangriento peligro que suscitó la Revolución de 1910 puso término a la empresa, obligándolos a abandonar la propiedad.”

Pequeña fe de erratas: en donde dice montañas del territorio mexicano, debe decir montañas del territorio aguascalentense, aunque la autora no lo menciona, quizá con la intención de presentar un ejemplo válido para los muchos Méxicos que hay en este gran país. Los Doerr vinieron a Aguascalientes; a Asientos, dice doña Harriet, “para averiguar si quedaba cobre enterrado y ver cuánto de lo demás era verdad, la amplitud del cielo, la hondura de las estrellas, el aire como un vino nuevo, los ásperos mediodías y el caer de la tarde largo, lento. Para tejer azar y esperanza en una tela que los cobijase mientras vivieran.” (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com).

Carlos Reyes Sahagún
Carlos Reyes Sahagún

Profesor investigador del departamento de Historia en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, Cronista del municipio de Aguascalientes.

Carlos Reyes Sahagún

Profesor investigador del departamento de Historia en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, Cronista del municipio de Aguascalientes.

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